Cuando estamos solos nada está prohibido,
cada parcela de tu cuerpo es mía.
No existen espacios ejidales, ni dominio colectivo tu cuerpo adquiere mi forma
y yo… como animal hambriento te veo,
te recorro y marco un territorio.
Cuando estamos solos nada está prohibido
recorro tus pies, subo por las peñas de tus muslos y llego con mi boca a tu ecuador,
beso tu cuello cual emboscada violenta,
susurro a tu oído un te quiero agudo.
Atajo tus pechos y me nutro de ellos,
desciende mi boca despacio al núcleo de tu cuerpo,
mis manos deambulan la epidermis de tus piernas, me detengo,
y demoro mi llegada a tu selva espesa.
Me retiro a recorrer la corteza de tu espalda,
tu voz como suave quejido exhala un susurro casi de llanto
y me llamas a lo lejos,
y me invitas a beber el elixir de tu cuerpo.
Mi boca viene a ti
desde el más allá de tus caderas,
y me sumerjo en ti, y emerjo en ti, te siento.
Te veo siendo un hombre nuevo,
me llamas con tierna demanda,
y mi cuerpo se perfila a poseerte,
y mi pecho se acobija de tu pecho palpitante,
y me hundo en ti.
Y navego y naufrago seguro en los misterios de tu carne
y me vierto en ti, y te hago mía.
Cuando estamos solos nada está prohibido
por eso despierto siendo tu fiel esclavo.
Reseña del Autor
Alex Bonilla, es realmente Mario Fernández, amante de la literatura e imperfecto escritor de poesía.
Imagen tomada de internet: www.revelarte.mx