«Ojos bonitos no llores, Ni tengas pena ni sufras. No pasaron dos, tres días, tú te alejas y me dejas»
‘OJOS BONITOS’ (ANA BARAJAS) *VERSIÓN ORIGINAL DE GILBERTO ROJAS ENRÍQUEZ
Por: Olugna
Hollywood nos supo vender muy bien la idea: luces de neón que parpadean en la noche, un letrero fluorescente que le avisa a los forasteros que hay habitaciones disponibles, una carretera que se hace infinita en el horizonte. Algunas veces sucios, en otras desprolijos, esa imagen de motel se nos ha quedado como esa estación pasajera que recibe por igual a los fugitivos cansados de huir, a los vagabundos que anhelan un techo así sea por una noche y a los amantes furtivos.

‘Mango Motel’ es uno de esos lugares donde nadie se queda demasiado tiempo, donde los viajeros llegan con el polvo del camino en los zapatos y la nostalgia en los bolsillos. Un espacio entre lo que dejamos atrás y lo que aún no conocemos. Ana Barajas, la artífice detrás del sugestivo nombre, convierte este escenario en una postal de la cultura americana, en una metáfora del tránsito migrante, de la identidad en movimiento, de la música como una habitación temporal donde el pasado y el presente se cruzan y pasan la noche juntos, acompañados de los recuerdos, la melancolía y los anhelos que se resisten a desfallecer.
Desde la recepción de ‘Mango Motel’ se escuchan ecos de canciones que existieron mucho antes de que Ana Barajas llegara, melodías que alguna vez llenaron las radios de Latinoamérica y que ahora resuenan con un acento distinto. El álbum más reciente de la artista tunjana radicada en Houston, Texas, es una reinterpretación cinematográfica de la memoria sonora del continente. Cada canción es una escena reconstruida con nuevos encuadres, con sombras y reflejos que transforman su significado. Como un director de cine que juega con la luz y la composición, Barajas altera los códigos originales para darles un nuevo sentido. El bolero encuentra su contrapunto en el rock ‘n’ roll, la ranchera se tiñe de country y el jazz se mezcla con el perfume de un viejo club de carretera.

Pero este no es un álbum que solo mire hacia el pasado con melancolía. Es un ejercicio de reinvención, un recordatorio de que la música es un territorio vivo, mutable, abierto a nuevas lecturas. En los pasillos de ‘Mango Motel’, las historias no se repiten: se transforman con cada nuevo huésped, con cada escucha, con cada interpretación. Ana Barajas no nos invita a quedarnos, sino a recorrerlo con la misma curiosidad de quien abre la puerta de una habitación desconocida.
De todas las puertas de este motel, hay tres que nos invitaron a cruzarlas y explorarlas: ‘Ojos Bonitos’, ‘A Melody From Heaven’ y ‘Siboney’. Tres fragmentos de este viaje sonoro donde el tiempo se distorsiona y la tradición se encuentra con la experimentación.
El equipo de prensa de la artista nos presenta ‘Ojos Bonitos’ como el éxodo de Los Andes hacia Texas, pero sin olvidar sus montañas. Esta nueva interpretación que hace la artista del clásico compuesto por el boliviano Gilberto Rojas Enríquez, que bautizó como ‘Ojos Azules’, es un recordatorio de lo fuertes que son las raíces que sostienen nuestra memoria y dan forma a nuestra identidad.
—Quiero conectarme con la audiencia en Latinoamérica. Desde hace muchos años vivo en Estados Unidos —explica Ana Barajas—. Me gustaría poder compartir mi música en mi país y en la región.
‘Ojos Bonitos’, en la voz un tanto ronca de Ana, conserva la esencia de la canción original, esa que ha logrado mantenerse de versión en versión por décadas enteras. Es una composición sin tiempo, a la que no le importa el color musical que le impregne cada artista, porque sabe que seguirá siendo ese símbolo que identifica a los Andes.
‘A Melody From Heaven’, la segunda habitación que decidimos abrir, es «la historia de un bolero que se fue de viaje a Inglaterra en los años 50, hizo una película y se transformó en rock and roll», expresa su equipo de prensa.
Es una canción que se sumerge en la bohemia del bolero y despierta de repente en riffs agudos y sutiles estridencias del rock ‘n’ roll.
—Es mi encuentro desde la diáspora con mis memorias sonoras familiares y con esa identidad que no veía tan clara estando en Colombia, mi identidad como latinoamericana —agrega la cantautora colombiana.
Sobre ‘Siboney’, la última habitación que hemos decidido recorrer de ‘Mango Motel’, nos explica el jefe de prensa que es «un encuentro de Tom Jones y Tom Waits en Cuba mientras se filma una película de cine negro». Es un bolero atrapado en los 50 que, en la interpretación de Ana, recoge elementos sonoros que viajan en el tiempo, para acercarnos a una pieza clásica que no pasa de moda ni abandona la nostalgia de su autor, el cubano Ernesto Lecuona.
Quedan aún cuatro habitaciones que están a la espera de su próximo huésped: ‘Volver Volver’, ‘My Funny Valentine’, ‘Tabú’ y ‘Cara de Gitana’. Cada quien decidirá en qué habitación hospedarse, pero en ‘Mango Motel’, lo único seguro es que la memoria nunca deja de viajar.
Sobre Olugna
Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.