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Bobby Zaga y una ‘Revolución’ que estalla en silencio


Por: Olugna


Un horizonte que se ve interminable, las montañas que ―más que lejanas― se alzan como una epifanía inalcanzable. Perdido, en la inmensidad del desierto, un hombre luce diminuto ―como todos nosotros― ante un paisaje implacable que primero intentará quebrarle la piel, para después devorar su alma. Su presencia allí no es casualidad, su intención se extiende más allá de un fin estético y ornamental. Bajo un sol ―que en verano puede alcanzar los 45 grados―, protagoniza una pieza audiovisual que retrata la fragilidad del ser humano ante la fuerza de la naturaleza, la implacabilidad de la existencia y cómo solo somos un accesorio más en un planeta que se cansó de nosotros y de nuestras formas enfermas de escribir la historia.

―Me quedé solo mirando el horizonte. Pensé en todo lo que había tenido que dejar atrás para estar ahí―, explica Bobby Zaga.

La escena que inicia en el segundo 11 y se extiende hasta el 17 es inquietante: un hombre camina lento sobre la arena caliente del desierto. No hay nada a su alcance que pueda darle alivio, ofrecerle alguna distracción o salvarle la vida. Rodeado de dunas, solo se desplaza, quizás, para evitar que la muerte lo atrape en medio de la nada. Aquí, en medio del desierto de Torreón, no hay lugar para teléfonos inteligentes o cajeros automáticos; tampoco, un espacio para presumir el dinero, el conocimiento o el estatus. Aquí, cualquier individuo, es solo un trozo de alimento que será disputado por los coyotes y los buitres.


―El calor era extremo, el sol te pega sin piedad. Estás ahí sintiendo todo: el cansancio, el polvo, el cuerpo respondiendo de otra manera―, explica Bobby Zaga.

El corto preludio es el punto de partida de una narración reflexiva de la que no es ajena su protagonista, Bobby Zaga, artista mexicano nacido en la región de Torreón, que vio en el desierto del mismo nombre ―uno de los más grandes de Norteamérica―, la oportunidad de conectar con su origen y, de paso, abordar en ‘Revolución’, su canción más reciente, una inquietud colectiva: el deseo de la humanidad de encontrar maneras más eficaces y dantescas de destruirse a sí misma y de borrar de tajo todo aquello de lo que se siente dueña. Así lo hace desde los objetos y demás escenas que dan forma al videoclip.


―Pero también hubo una conexión muy intensa con lo que estábamos creando. Me ayudó a soltar muchas cosas―, continúa.

Bombas de hidrógeno e imágenes de la devastación que han causado las pruebas nucleares desarrolladas por las grandes potencias desde la explosión de Ivy Mike (la primera en hacerse realidad) en 1951, cuyo poder destructor fue 1.000 veces más grande que la tragedia de Hiroshima, recrean una afirmación que más parece una promesa: «Somos la generación que no tiene salvación».


En ‘Revolución’, Bobby Zaga propone, a través del rock y su fusión con ritmos latinos, una perspectiva que se aparta de la guerra: a veces los cambios más profundos requieren del silencio para nacer y, nosotros ―como seres humanos―, necesitamos callar para escuchar el lenguaje de la tierra y entender que no somos más que huéspedes insignificantes en el mundo, que nuestro paso es temporal, pero la huella que dejamos puede extenderse más allá de la muerte. Dependerá de cada quien.


Cobijada por la fusión alegre del rock con los colores sonoros del continente, ‘Revolución’ está hecha para una audiencia amplia que no se aferra a una tendencia musical en especial. Pero, que esto no nos engañe, la inspiración de su letra, entre simbolismos y metáforas, se desprende del esmero con el que la humanidad ha construido un legado de muerte, destrucción y devastación que se ha sabido esconderse entre la ciencia, la tecnología, la política y las creencias.


‘Revolución’ también nos ofrece la oportunidad de repasar los estragos de la evolución tecnológica cuando esta se enfoca en armas que podrían acabarlo todo en un parpadeo. La bomba de hidrógeno, creación de Edward Teller y Stanislaw Ulam, es una muestra de la insensates que permea el poder, de la ironía de saber que fue necesario declarar un Día Internacional Contra los Ensayos Nucleares en 2009, para buscar, de acuerdo con National Geograpich, «la eliminación de las armas nucleares y la amenaza que representan».

―La explosión es el punto de quiebre. Una revolución que no nace de la violencia, sino de la conciencia―, finaliza.


Sobre Olugna

Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.

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