Velvet Revolver nació como supergrupo y murió en su intento de mantenerse unida y ‘Libertad’ fue su último vestigio
Por: Sebastián González Z y Mauricio Durán
La banda parecía haberlo logrado todo, pero detrás del ruido se escondían silencios incómodos. En 2007, ‘Libertad’ prometía consagrar a Velvet Revolver como algo más que una reunión de estrellas del hard rock. Pero lo que debía ser un nuevo comienzo terminó revelando fisuras profundas: la tensión creativa, las adicciones y el caos interno sellaron un destino que ya parecía escrito. En ese orden de ideas, la placa discográfica no fue un renacer, fue una despedida envuelta en distorsión.
¿Por qué ‘Libertad’?
Hablemos un poco del nombre en español, palabra que no fue escogida por casualidad. La banda se inclinó por el término en castellano por su fuerza simbólica y sonora. Además, la portada del disco refuerza ese concepto: está inspirada en una antigua moneda chilena de la época de la dictadura de Augusto Pinochet, donde una figura femenina rompe sus cadenas como símbolo de emancipación. Así, tanto el nombre como la imagen apuntan a una misma idea: la búsqueda de liberación, personal y colectiva.
Además de su imagen potente y la fuerte simbología, era un gesto, con el cual la banda intentó gritarle al mundo que estaba lista para liberarse de las expectativas, de sus demonios, del pasado. Pero la ironía es brutal: en realidad, estaba cada vez más atrapada en sí misma.

Hay discos que nacen para abrir puertas y otros que lo hacen para cerrarlas. ‘Libertad’, el segundo y último álbum de Velvet Revolver, pertenece a este segundo grupo. Era 2007 y el supergrupo formado por leyendas del rock —Slash, Duff McKagan, Matt Sorum (ex Guns N’ Roses), Dave Kushner y Scott Weiland (vocalista y frontman de Stone Temple Pilots)— intentaba demostrar que su éxito inicial con ‘Contraband’ no había sido un golpe de suerte ni una nostalgia maquillada. Pero lo que terminó entregando el quinteto fue algo más oscuro: un testimonio involuntario de su propia fractura.
Una libertad que nunca llegó
Paradójicamente, ‘Libertad’ marcó el comienzo del final. Las tensiones entre Weiland y el resto de la agrupación se hicieron insostenibles. La gira fue caótica, y en 2008 la separación se hizo oficial. Velvet Revolver nunca volvió a grabar otro álbum. El supergrupo se desintegró sin estruendo, como si el fuego que mantenía unidos a sus integrantes hubiera consumido todo a su paso.
Escuchado hoy, ‘Libertad’ suena menos a un álbum que a un documento emocional. Es el registro de una banda rota intentando sostenerse sobre las brasas de su talento. Hay algo profundamente humano en ese esfuerzo: el intento de seguir, de crear, incluso cuando ya no queda mucho por decir ni a quién decírselo.
‘Contraband’ fue un disco de impulso, furia y redención, ‘Libertad’ es, en comparación, una obra más pensada, menos explosiva y, por momentos, más contenida. El debut de Velvet Revolver en 2004 fue como el primer disparo de una banda con sed de gloria, una descarga sin filtros de hard rock musculoso que reventaba parlantes con riffs secos, coros sudorosos y una producción que dejaba todo al rojo vivo.
‘Contraband’ sonaba a una pelea en un callejón: sucio, directo, peligroso. Tenía algo de urgencia y de revancha. ‘Libertad’, en cambio, suena a una banda encerrada en el estudio tratando de mantener la cohesión mientras el suelo se le desmorona.

Uno de los cambios más evidentes está en la producción. Brendan O’Brien (productor de Pearl Jam, Soundgarden, Stone Temple Pilots) llevó al grupo hacia un terreno más nítido y pulido, menos crudo. Donde ‘Contraband’ era todo aspereza y actitud, ‘Libertad’ se permite respirar, matizar, explorar. Eso tiene un mérito técnico incuestionable: el disco está mejor balanceado, las guitarras suenan con más profundidad y la batería de Matt Sorum cobra protagonismo sin aplastar a los demás. Pero esa limpieza también le quita filo. En su intento por sonar más versátil, perdió algo de la visceralidad que la hacía única. Las canciones funcionan, pero no muerden igual.
Estilísticamente, el álbum también expande sus registros. El hard rock sigue siendo el eje —y eso se nota en canciones como ‘Let It Roll’ o ‘Get Out the Door’—, pero hay ramificaciones más marcadas hacia el rock alternativo, el funk (‘She Mine’), el blues (‘Gravedancer’) y las baladas dolidas (’The Last Fight’). Es como si cada miembro de la banda intentara encontrar espacio para su identidad, en lugar de empujar todos hacia la misma dirección. Lo mejor de ‘Libertad’ es precisamente esa valentía para no repetirse, para arriesgar texturas. Lo peor, que en ese intento el disco a veces se desdibuja y deja la sensación de una agrupación rota por dentro, unida solo por el deber de terminar algo en que ya no creía.
Gira, fricción y caída: la implosión final de Velvet Revolver
La gira de ‘Libertad’ fue el escenario donde todo lo que se rompía en silencio dentro del estudio estalló a la vista del público. Aunque el álbum había recibido críticas mixtas, la banda todavía podía llenar arenas y festivales. Pero algo estaba podrido en esa maquinaria de estrellas. Los shows eran irregulares: en algunas noches se encendía con potencia, en otras apenas lograba sostenerse sobre el escenario. Scott Weiland, cada vez más ausente emocionalmente, lidiaba con recaídas, tensiones personales y la presión de dos agrupaciones a la vez —Stone Temple Pilots ya le coqueteaba con una reunión—. Mientras tanto, el resto de Velvet Revolver veía con frustración cómo el cantante se alejaba sin mirar atrás.
Las declaraciones cruzadas no tardaron en aparecer. Weiland hablaba de un ambiente tóxico; Slash y Duff respondían con palabras filosas. No era una simple diferencia artística, era una grieta emocional, una imposibilidad total de entendimiento. Durante el tramo final de la gira, la tensión era tan evidente que el público podía palparla. Cada concierto se sentía como una batalla entre el deseo de tocar y las ganas de salir corriendo. En marzo de 2008, tras un show particularmente caótico en Glasgow, Weiland anunció en pleno escenario que esa sería su última presentación con la banda. La noticia fue tan sorpresiva como brutal. Horas después, Velvet Revolver confirmaba oficialmente su salida.
Con Weiland fuera, la banda entró en un limbo del que nunca regresó. Buscó reemplazo, escribió material nuevo, incluso ensayó con otros vocalistas, pero nada volvió a cuajar. Porque, en el fondo, ‘Libertad’ ya había sido la última palabra, aunque nadie lo supiera entonces. No un punto final con estruendo, sino un susurro de ruptura detrás de una pared de amplificadores. Un disco que, sin quererlo, documentó el desgaste, el resentimiento y la imposibilidad de sostener una llama nacida del pasado y del ego.
Hay algo casi profético en el nombre ‘Libertad’. No solo marcó el fin de Velvet Revolver como grupo, sino que anticipó lo que vendría después para cada uno de sus miembros. Weiland volvió a Stone Temple Pilots, pero duró poco antes de caer, una vez más, en la espiral de su propia tragedia. Slash se liberó, literalmente: el fracaso del proyecto lo empujó a reinventarse como solista y recuperar su voz musical con Myles Kennedy. Duff y Matt siguieron orbitando proyectos distintos, hasta volver eventualmente al redil de Guns N’ Roses. Como si la el álbum hubiese sido el purgatorio que todos debían atravesar para saber qué demonios los seguía atando.

Y no es un dato menor: este fue el último disco de estudio completo en el que Scott Weiland participó con una banda grande antes de morir. Sus letras en ‘Libertad’, muchas veces ambiguas, cargaban ya un peso fúnebre. ‘The Last Fight’ era una confesión velada. Escuchar ese álbum hoy es escuchar a un hombre y a una banda tratando de desatarse de sí mismos. No lo lograron. Pero ese intento dejó un álbum que no embellece la caída, sino que la muestra con todas sus grietas. Un disco que, en vez de inmortalizar a una agrupación, la despide con dignidad. Dolió, pero fue necesaria.
El eco de lo que fue
A veces, los finales no llegan con un portazo, sino con un susurro entre guitarras distorsionadas. ‘Libertad’ no fue un fracaso, pero tampoco fue una consagración. Fue el eco de algo que pudo ser grande y se quebró en el camino. Velvet Revolver tuvo su momento, pero su segundo disco la enfrentó con la verdad: que la química no siempre basta, que la libertad se paga caro, y que a veces liberarse significa desaparecer.

Hoy, más de quince años después, ‘Libertad’ permanece como una obra que duele y ruge. Un álbum que no busca complacer, sino exorcizar. Un acto de catarsis grabado entre peleas, resacas, y un último intento de sobrevivir juntos.
Y en ese intento fallido, radica su belleza brutal.
Sobre Mauricio Durán
Mauricio es un coleccionista, melómano y audiófilo con más de 30 años de experiencia. Ha sido ganador de múltiples concursos en medios radiales y redes sociales, además de destacarse como host de eventos musicales, analista y difusor musical en plataformas digitales. Desde 2020, se desempeña como locutor para Tendencia Rocker y es Presidente del GUNS N’ ROSES COLOMBIA FAN CLUB.
Sobre Sebastián González Z
Sebastián es un cuyabro de pura cepa, rockero de corazón y futbolero de pasión. Estudiante de último semestre de derecho en la UGCA de Armenia y director de Tendencia Rocker, combina su amor por la música con una visión crítica del mundo. Siempre entre el ruido de las guitarras y el debate, busca dejar su huella en la cultura y el derecho.