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‘Nexus Polaris’ de Covenant: por naturaleza, espacial, transgresor y profético


Por: Joel Cruz


En la segunda mitad de los noventa, el mundo convulsionaba. Sostenía con manos temblorosas un frasco de ansiolíticos que tragaba con apetito goloso, pues la obsesión por los cambios y los tabúes rotos viajaban a la velocidad de la luz. Noruega era una gélida y delirante galería de blasfemias con chismes de periódico barato. El vientre donde el black metal incubó su grito. Pero la excomunión tenía otras formas y Covenant las abrazó sin asco, como replicantes famélicos de ‘Blade Runner’ con luz azul oscura, exorcizando melodías y puñales de hielo hacia galaxias distantes. El pasado de iglesias en llamas y la cruda misantropía nórdica había zanjado su pensamiento, pero eso no significa que la fantasía caótica del futuro desplegara sus alas metálicas a una eternidad con los minutos contados.


El 24 de marzo de 1998, Nexus Polaris no fue simplemente un disco raro lanzado por Nuclear Blast para que pasara sin pena ni gloria entre el láser que reproduce el CD. El álbum cayó en los cerebros de los melómanos como una plaga sacada de una sopa de murciélago chino. Ocho canciones que parecían un manifiesto avantgarde con disparates que hoy son pan de cada día. No fue pionero, ni mucho menos; anclado en una perfección cruel e interestelar, ayudó a romper dogmas de su época, como lo hizo Celtic Frost once años atrás con ‘Into The Pandemonium. Era el útero del black metal melódico, pero no era una matriz que buscara los bosques paganos, sino órbitas sin colonizar.


Nagash fue el autor intelectual de este crimen que atentó contra las buenas costumbres del radicalismo europeo; demiurgo de una ópera que parecía dictada por planetas con festines de azufre pálido. A su alrededor, la tripulación incluyó a Hellhammer, verdugo listo para pulverizar los cráneos de la santidad. Astennu, cuya guitarra era un ataque virulento de meteoritos de fábula bíblica (actualmente fuera del grupo), la voz clarividente de Sarah Jezebel Deva, médium que transformó el aire en humo de océano profundo y Sverd, que desplegaba teclados, emulando sin palabras un cuento de catedral surrealista.


Si alguien hubiera usado el trabajo para leer Los cantos de Maldoror, no es descabellado entender por qué. Nexus Polarisabordó ficciones que con los años han encarnado una realidad que honestamente, estremece. Metáforas de religiones con dogmas de lo absurdo, conspiraciones ridículas con leyes que desafían la lógica; héroes y villanos en zonas grises. Opiniones sueltas que dictan la moral viciosa de quienes juzgan al cosmos por placer mundano. Un organismo que consume vidas en una fiesta, y en la cual los invitados deben confinarse en casa para poder respirar algunos años más. Un porvenir advertido con mucha perfección o calamidades que siempre estuvieron presentes, aunque en formas más rudimentarias. A veces de frente u otras entre líneas, el álbum representa eso y más.


El segundo disco de Covenant (si, con C y no con K) simboliza, entre otros, el apoyo ciego a un dios biomecánico que chilla como un agujero negro sin reglas, pero con modales de nobleza sarcástica. Kerouac lo hubiera descrito en su diario: «Corríamos sin freno, rumbo a una cueva de LSD con un alienígena que padecía de taquicardia como copiloto y Sarah entretanto, cantando sobre auroras de neón líquido». Desde lo beat, lo gonzo y lo grotesco, el larga duración habría sido tema de estudio erudito.


La obra posterior de la banda fue todavía más en contra de la corriente tradicional del black metal y muchos de sus fans, confesos yihadistas de vino de caja, que pusieron el grito en el cielo, curiosamente del cielo que tanto repudian. Pero, al fin y al cabo, eso es lo más metal de la vida: husmear en lo incomprensible, romper ataduras y uniformidades para estar a merced de alguien más. Hundirse en filosofías de lo electrónico e industrial como aliciente de un mañana más cercano a Hiroshima o a Chernóbil que a un Edén pintado por los Testigos de Jehová.


La nostalgia es un COVID que no exige encierro; por ende, el tech noir, el cine negro y filmes selectos de sagas comoThe Matrix, ‘Star WarsTerminator, ‘Hellraiser o ‘Alien se mantienen vivas a causa de su impacto clásico. Son piezas de culto que la dictadura woke no ha podido reemplazar. Piezas de Arcturus o Ulver, que también merecen el mérito, entran en la misma ecuación atemporal de Covenant y suNexus Polaris, un álbum que hizo salir de su letargo a la agrupación que lo hizo realidad, llevando desde el 2024 la experiencia de sus temas al concierto en vivo; un final feliz anhelado por millones de seguidores, dispuestos a pagar una entrada con tal de no perderse el espectáculo. Así que, si se animan, abróchense los cinturones que la nave va a despegar. El polvo lunar y las larvas astrales se venden por separado.



Sobre Joel Cruz

Su relación con el rock y la prensa independiente le ha permitido mirar la vida desde una atmósfera poética. Gracias a ella, los azares de la noche, el ladrido de un perro callejero, una copa de vino tinto y hasta un paquete de papas fritas tienen un lado B más interesante. Ha colaborado con sus reseñas y opiniones para medios alternativos de alta importancia en Colombia.

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