Blast55 - Garuda 1

Blast55 y su búsqueda de ‘Garuda’: un mito hindú traído al asfalto


Por: Olugna


Su huella rasguña las paredes de los grandes templos de Indonesia. Bajo sus alas, a través de los largos años que han transcurrido desde su nacimiento, se ha narrado su historia: una combinación de relatos heroicos que cuentan cómo sus afiladas garras fueron el arma que usó para rescatar a su madre del encierro impuesto por los nagas, o cómo su lomo servía de cabalgadura a Vishnu, el dios que cuidaba el universo. Era una criatura antropomorfizada de gran tamaño.

Imponente y fantástica, Garudeya permanece viva en la cultura de la isla asiática. Su esencia puede explicarse desde el legado de fuerza y nobleza que entregó a los habitantes indonesios. Combativa e indomable, es el retrato del espíritu que nos lleva a seguir creyendo que es posible continuar; que levantarse es una obligación para evitar que la muerte nos desaparezca por completo; que una cuenta regresiva se activa apenas nacemos, y dependerá de nosotros mismos impedir que el tiempo nos arrebate aquello que nos mantiene vivos en medio del ruido que ha sabido tragarse millones de sueños, millones de vidas.


Esa misma tensión —entre la épica del rescate imposible y la fatiga de lo cotidiano— se traslada a Blast55 en su nueva canción, ‘Garuda’. En las líneas que abren el sencillo —«Que la vida va a mil y ya nada me importa. Le sonreí a la muerte y no parece gran cosa»— hay una frialdad no exenta de humor negro. Mientras tanto, el coro repite una y otra vez una frase que llevamos tatuada para no olvidarla y pronunciarla cuantas veces sea necesario para no claudicar, para no darle gusto a la muerte de desaparecer por completo: «si me caigo me levanto».

La banda bogotana toma la mítica figura del ave heroica y la baja de los templos hindúes para hacerla rasguñar, esta vez, el suelo áspero del asfalto. Sin embargo, que no nos engañe la inspiración de ‘Garuda’: su lírica —esquiva a las metáforas— y su música cruda y vertiginosa, propia del punk rock, nos recuerdan con sencillez que somos responsables de nuestras acciones, que no somos eternos y que está en nosotros enfrentar los miedos.


Blast55 nos habla con la fuerza y espontaneidad que mantiene jóvenes a sus cinco integrantes, pero con la madurez que trae consigo la experiencia. Es una canción que escribieron para ellos mismos. A todos nos ha pasado: necesitamos gritarnos a nosotros mismos aquello que nos negamos a escuchar.

—Con la velocidad a la que gira el mundo, muchas veces sin dar un respiro para poder asimilar lo que está pasando, con un descontrol total, lo único que tenemos claro es que somos resilientes—. Afirma Blast55. —Desde la creatividad debemos crear o sacar lo mejor de cada situación y estar llenos de actitud para seguir de pie.


Bajo la atmósfera que ha definido el rumbo de Blast55 desde 1999, la agrupación experimenta con otros matices más allá del punk rock, acercándose a la fuerza del hard rock y, sutilmente, a los sonidos duros del metal. ‘Garuda’, sin sacrificar la identidad, explora, se arriesga y nos entrega una pieza vertiginosa de tres minutos y medio.


Dos elementos adicionales terminan de dar forma al concepto narrativo de la canción. El video, una secuencia de imágenes que simbolizan el ruido que envuelve al mundo moderno, muestra a cada uno de sus integrantes interpretando sus instrumentos. Su estética permanece atada al punk, a su agresividad, a las paredes que ha rayado desde su nacimiento. La portada, por su parte, es alegórica: un atardecer rojizo que permanece fijo en el horizonte —intocable, imponente—, mientras las chimeneas de las industrias siguen opacando el cielo y la tecnología nos muestra su fragilidad.


—Es como hacer música y mantenernos con ganas, no siempre es fácil, y necesitamos esa Garuda—, finaliza.


Sobre Olugna

Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.

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