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Bongo y Roco: el retrato del abandono, el símbolo de la esperanza

(Barrio Santa Marta, Ciudad Bolívar)

Crónica: Olugna | Fotografía: Goat_Running

Han pasado tres meses del accidente en el que un carro le desfiguró la mandíbula, destrozó su ojo derecho y lo dejó desamparado en la autopista. La eutanasia, en ese instante, se mostraba como la opción más compasiva para aliviar su sufrimiento. Sin embargo, la determinación de Daniela y el amor que profesa por los animales, se impusieron a la frialdad de la lógica. La vida supo darle una segunda oportunidad al pequeño Roco, el gato negro que nos recibe con afecto y se acerca para recibir nuestras caricias. Es un buen anfitrión.

Su rostro, pequeño y redondo, es el retrato descarnado de la crueldad del ser humano, pero también es el símbolo del amor, que por fuertes que sean las circunstancias, logra abrirse espacio entre el abandono y la indiferencia. Roco, a sus cuatro años de edad, no ha perdido la inocencia. Su nobleza es más fuerte que su ceguera; su ternura, una expresión sincera de amor.


Afuera, un corpulento Bull Terrier no deja de batir su cola. Un simple vistazo es suficiente para evidenciar la fortaleza de Bongo. Su hocico lleva las marcas de un pasado doloroso, sus cicatrices, son la huella del sufrimiento al que fue sometido por parte de su dueño anterior, que lo usaba para entrenar a otros perros adiestrados para pelea. No tenía la oportunidad de defenderse. Se le ve feliz, está próximo a recibir un baño refrescante. Atrás quedaron los años en lo que era un “perro carnada”.

—Un “perro de carnada” es aquel que usan las personas que hacen peleas ilegales para provocar y entrenar a otros perros—, explica Patricia Martínez, líder social y ambiental de la localidad. —Los perros desaparecidos muchas veces terminan siendo usados como alimento para los mismos—, agrega.


Roco y Bongo no están solos. Ellos conviven con 11 gatos y 35 perros que han sido rescatados por el Refugio Instinto, ubicado en el barrio Santa Marta, sector no urbanizado de Ciudad Bolívar a más 3.060 metros de altura. Liderado por Daniela, el albergue completa siete años de labores; sin embargo, la historia de rescates comenzó cuando ella era niña.


A sus 27 años, Daniela ha dedicado más de la mitad de su vida al rescate y cuidado de animales, labor que comparte con su madre y su hermano. Su historia no ha sido fácil, pero su constancia, ha logrado cambiar el rumbo de esos relatos trágicos con los que han llegado los animales que han sido rescatados.

Conoce el trabajo que realiza Refugio Instinto aquí

—Rescatamos perros de la calle, los rehabilitamos e intentamos darlos en adopción. También ofrecemos brigadas de salud y primeros auxilios para animales callejeros—, explica Daniela mientras acaricia a María Camila, una perrita criolla que rescató de un parqueadero.


Son las 10 de la mañana, el clima acompaña una jornada especial. Hoy, Fundación Lulo, organización sin ánimo de lucro, ha llegado al refugio con un propósito claro: apoyar y fortalecer las labores de quienes dedican su vida al bienestar animal.

—Cada animal tiene una historia, a veces triste, a veces difícil. Queremos que todas las historias tengan un final feliz—, comenta Óscar Fuentes, médico veterinario de Fundación Lulo.


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La visita incluye actividades clave: valoración veterinaria, desparasitación, suplementación vitamínica, aseo y desinfección, así como una campaña de sensibilización sobre la tenencia responsable de animales. Julián, Luz Mery, Ricardo, Alejandro, Patricia, Alejandro y Óscar, serán los profesionales encargados de coordinar la jornada.


Lulo no llegó con las manos vacías. Una camioneta conducida con destreza por Juan Fernández, integrante de fundación, transporta las camas, medicamentos, vacunas y accesorios que serán entregados al albergue. Su equipo de trabajo, además de su formación especializada en veterinaria y bienestar animal, se encargará de sembrar una semilla en la comunidad: los animales, también son nuestra familia.

Esta jornada marca el primer paso de Fundación Lulo en su misión de apoyar a organizaciones dedicadas al rescate de animales en zonas vulnerables de Bogotá. La colaboración con Refugio Instinto inició durante la pandemia, cuando Daniela contactó a Óscar a través de redes sociales. Desde entonces, la relación ha sido constante y fructífera.


—Es una chica muy valiente que tiene su albergue en esa Bogotá que pocos conocen. Nos impresionó su sensibilidad y entrega—, comenta Óscar.


El refugio cuenta con dos sedes: una en la parte baja del barrio Santa Marta y otra más arriba, donde vive doña Mery, madre de Daniela, quien arrienda una casa para alojar a parte de los animales.

Ha sido un jornada intensa. los animales del refugio, así como algunas mascotas de la comunidad, han recibido atención integral: fueron desparasitados, bañados y suplementados con vitaminas. Además, el albergue fue dotado con insumos esenciales para su funcionamiento. Mientras tanto, la semilla de conciencia social con amor en la comunidad del barrio Santa Martha quedó sembrada.


Es hora de despedirnos de Roco, Bongo y demás animales de Refugio Instinto. Sus historias de resiliencia, son un recordatorio de que la esperanza, incluso en las circunstancias más adversas, encontrará la forma de renacer. Pronto volveremos.

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