‘Californication’ de Red Hot Chili Peppers, un álbum donde el caos noventero se convierte en introspección sonora, colores de antihéroes y redención melódica
Por: Joel Cruz
No es raro que los oyentes de música se dejen llevar a la ligera por el juicio de los disc jockeys radiales, la crítica o el amigo de turno: «Hey, viejo; no oigas eso, es música fresa», «esa banda es mala» o «eso está pasado de moda». Los Red Hot Chili Peppers casi se apoderó de la última década que le daba estocada final al siglo XX. Digo casi, porque después del arrollador ‘Blood Sugar Sex Magik’ (1991) no se esperaba menos de su parte, a lo cual finalmente no dio la talla para la ocasión, según la opinión general.
‘One Hot Minute’, hecho realidad en el puro ombligo de la línea temporal que les cuento, fue palabras más palabras menos, una especie de lunar en el flamante podio del cual venía gozando, con los modestos millones de dólares que esta posición le conllevaba. Personalmente lo veo más cercano a un buen paréntesis aplomado: El famoso minuto caliente le regaló insólitamente un frío guayabo con jaqueca, caminado en la onda potrillo recién parido y un eterno recoger del suelo botellas vacías o el barrido de colillas tabaqueras. La relación casual (pero explosiva) con Dave Navarro fue interesante, pero no lo suficiente para durar: Tanto Chili como Jane’s Addiction, debían separarse para dejar en equilibrio el universo.

La originalidad del grupo no es casual. La fiesta excesiva de la que nació se remonta a los años Reagan: frenesí de laca, sobredosis funk, heroína, muro de Berlín en grieta y no futuros playeros mezclados en un nido extravagante como Los Ángeles,epicentro de farras non sanctas. Casi ahogados en sus perdiciones (hasta muerto cobró la rumba) Antony Kiedis, elbajista Michael Balzary, Frusciante junto a Chad Smith sobrevivieron prodigiosamente gracias a su libertad en las improvisaciones que sazonó la química responsable de sus canciones, inspiradas en vivencias sórdidas. Artífices para mostrar decadencia con óptica colorida (Vang Gogh ¿eres tú?) pero temporalmente liberados de su yugo toxicómano, su álbum número cinco les valió el pedestal como reyes alternativos en su apogeo noventero (maestro de ceremonias Rick Rubin).
Pero ahora el Y2K se asomaba a la vuelta de la esquina, Clinton era mediático por sus bombardeos (bélicos y sexuales) mientras MTV coqueteaba con lo hoy «políticamente correcto». El guitarrista John Frusciante había abandonado a sus camaradas buscando un edén espeluznante e intravenoso, aventura que lo dejó sin monedas y al borde del Requiescat in Pace. No todos los héroes tienen capa y por suerte, un hombre nacido en Australia, apodado ‘Flea’ (el mismo loco Balzary), lo sacó entonces del excremento para que todos juntos le dieran vez más brillo a la esencia Peppers.
Nadie lo sabía, ni siquiera la tinturada cabellera de Kiedis en su momento (parecía peluca), pero con ‘Californication’ los nuevos viejos chiles rojos festejarían los desvaríos de la tierra a la que dedicaron líneas en el disco de 1999, haciendo propio desde un naipe de cuerdas eléctricas hasta tonadas de temperamento estrafalario, con una conciencia melódica inexplorada antes. No era una manifestación trasnochada a la cual se le estuviera acabando la cuerda en su reloj biológico, menos que se encontraran en el vagón nostálgico gritando: “Mírennos, aquí estamos, los de ‘Give it Away’”.

El CD con portada «naranjazulada» (fue mi segundo CD «quemado») traía la madurez del que ha vivido en demasía; quizás de aquél quien no se devoró la eternidad, sino que, por poco, su pasado se lo engulle enterito. Con coros y pasajes reflexivos, frases optimistas hacia lo inmaduro, la distancia, lo superficial y hasta la pornografía recobran el vigor honesto de no quererle huir a nada, menos al espejo; viéndose como se es, no como se quiere ser.
Igual a una sacudida honesta que depararía experimentaciones menos impactantes cuatro lustros futuros, pero no menos atractivas (óiganlas con atención crítica) los Peppers aprendieron que su identidad siempre estará abierta a ser captada casi como cualquiera le plazca menos a los imitadores, por perfectos que parezcan.
Renovando votos con su gente gira tras gira, RHCP tocó recientemente ante las majestuosas pirámides egipcias, al fin y al cabo, grupo inusual para escenario exótico. Frusciante otra vez se alejó de sus amigos en el 2009, pero… ¡Hay que ver y escuchar su papel como solista! Sin duda, es un manojo de introspecciones inclinadas a lo irracional. Lejos o cerca, los músicos se salvaron a sí mismos y a su creación para evolucionarla; nos devolvieron la sinceridad «drogandrollera» ante el presagio de los realities mentirosos o las falacias prefabricadas. Para hacerlo, soñó con agua en el firmamento, un cielo ardiente en una piscina… ¡Y listo!
*Nota: originalmente escrita el 8 de junio (2019), para conmemorar el aniversario 20 del álbum.
Sobre Joel Cruz
Su relación con el rock y la prensa independiente le ha permitido mirar la vida desde una atmósfera poética. Gracias a ella, los azares de la noche, el ladrido de un perro callejero, una copa de vino tinto y hasta un paquete de papas fritas tienen un lado B más interesante. Ha colaborado con sus reseñas y opiniones para medios alternativos de alta importancia en Colombia.