«Está inspirada por una musa sensual y dedicada para las chicas lindas, sensuales y empoderadas»
KORY
Por: Olugna
El asfalto vibra distinto cuando las motocicletas lo rasgan sin miedo. En cada pirueta, los chicos de ahora se apoderan de la calle. Sus coreografías peligrosas y atrevidas se apropian de lo público y recrean una estética que evoca los escenarios que Hollywood supo entregarnos en la saga ―casi eterna, de trama incoherente y acrobacias imposibles― de Fast & Furious. El séptimo arte, al igual que la cultura pop en las dos últimas décadas, también se dejó contagiar del reguetón y otras expresiones urbanas: un mensaje directo que nos demuestra que la ciudad pertenece a todos y en ella cada quien encuentra un espacio que hace suyo.
Entre ese rugido estridente de los motores, el aroma a gasolina y las piruetas, Medellín se convierte en un escenario donde la velocidad se mezcla con la sensualidad y donde cada derrape escribe su propio relato. De esa energía nace ‘Chimbita’, el nuevo sencillo de Kory junto a Kooky: una canción que mira el ambiente nocturno de rumba en símbolo de empoderamiento. El cuerpo también es un discurso y la pista un territorio compartido.

En la portada, una mujer de pelo corto sostiene la mirada mientras Kory, al frente, parece avanzar sin perder el control. Es una imagen desafiante que se adapta a la tendencia de las expresiones urbanas actuales. Ella representa la fuerza que da sentido a la canción: la chimbita como figura simbólica, una mujer que no se intimida, que regresa la mirada y la sostiene. La moto —símbolo de libertad y riesgo— simboliza independencia, velocidad y una sensación de poder compartido. Ese un retrato nocturno, bañado en neones, condensa lo que el sencillo propone: sensualidad con intención, movimiento con propósito.
Chimbita suele usarse para referirse a una mujer atractiva o, en un sentido más amplio, a algo que despierta deseo o admiración. En la voz de Kory, el término cambia de tono. No es un piropo callejero ni una expresión suelta; es una palabra que se resignifica como celebración de la seguridad y la autonomía femenina.
«Esta canción es para todos los amantes de la fiesta, pero especialmente está hecha para el público femenino…», explicó el artista al presentar el tema. Esa intención se percibe desde el primer segundo.
Kooky, en colaboración, aporta un contraste vocal que equilibra la energía del tema. Su interpretación refuerza la interacción entre el deseo y la admiración hacia la protagonista del video. La conquista, en estos tiempos, es directa y sensual; el cuerpo es vehículo y objetivo sin perder de vista la importancia del carácter, la personalidad y la necesidad de equilibrar las fuerzas cuando hablamos de lo femenino y lo masculino.
En lo musical, el sencillo se desplaza entre el funk brasileño y el reguetón, sosteniéndose en un beat limpio y cadencioso. Ruso Beats, en la producción, logra una textura envolvente en la que el bajo marca dirección y la percusión sostiene el pulso con naturalidad. La mezcla y el máster de Yairon Prod mantienen la calidez sin desviar la intención. Cada elemento encuentra su espacio, cada golpe impulsa el cuerpo sin saturarlo. ‘Chimbita’ está pensada en la nueva generación y así se proyecta.

Si hablamos de intención, la fusión que proponen los artistas, deja evidencia en evidencia la esencia de lo urbano permea la identidad de los más jóvenes. Kory no renuncia al beat bailable ni al magnetismo de la pista. La sensualidad, aquí, no es simple exhibición, es poder asumido. En un panorama donde muchos temas siguen reproduciendo la mirada masculina, ‘Chimbita’ busca invertir el enfoque: la mujer no es musa, es protagonista.
El videoclip refuerza esa idea. Medellín aparece como una ciudad viva, nocturna, que respira a través del movimiento. La cámara sigue a la protagonista de pelo corto, una figura que se mueve con libertad entre motos, luces y sombras. Ella no espera ser invitada al baile, lo inicia. Es una chica con carácter y de gesto decidido. Kory aparece y la observa, pero no la interrumpe: ambos comparten la escena como iguales. Es un retrato visual de la autonomía femenina, de cómo el cuerpo dialoga y se expresa.
El video evita caer en el estereotipo. Usa los códigos visuales del género —ropa ajustada, luces intensas, ritmo—, para dar mayor fuerza a la actitud. En esa apropiación de la estética urbana, ‘Chimbita’ convierte la fiesta en territorio simbólico, en escenario donde se baila con deseo y con dignidad. Medellín —la ciudad que vibra al fondo— se muestra como un espacio que conversa con la sensualidad, lo social, la noche y ―por qué no― la memoria.
En conjunto, ‘Chimbita’ no busca reinventar el urbano, pero sí recordarle su raíz: la calle, la energía, la libertad. Es un tema que puede sonar en una discoteca o en una esquina, que habla de deseo, pero también de decisión, que convierte el beat en declaración.
El resultado es una canción que corre sobre el asfalto e intenta dejar huella. En cada vibración se percibe la pulsación de una ciudad que hace de la noche un territorio que, a pesar del estigma, ofrece un lugar de expresión, de música y rebeldía. El asfalto, al final, como hijo natural de la ciudad, nos pertenece a todos. De cada quien dependerá el modo en que lo haga suyo.
Sobre Olugna
Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador