J. Rushwell 'Bitácora'

Dos páginas arrancadas de ‘Bitácora’: el nuevo disco de J. Rushwell


Por: Olugna


De la sala de cine a la que nos invita a seguir J. Rushwell poco sabemos. No necesitamos hacer fila: desde que nacimos nos fue asignada una silla desde la que veremos la función —así no lo deseemos— sin opción de escapar. Es un espacio de tamaño indefinido y tiempo inagotable. «Busquen sus lugares, por favor», nos dice el artista colombiano mientras nos guía a través de esas imágenes que habitamos como pudimos —o como nos tocó— y de las que, con el tiempo, nos fuimos alejando y olvidando con cierta intención.

La película está hecha con los fragmentos que dejamos en el camino: «un celuloide injusto» que repite historias, escenas olvidadas, secuelas de momentos que preferimos no tocar. Cada uno de nosotros verá una cinta diferente: un guion que no escribimos del todo, pero que interpretamos como mejor pudimos a partir del papel que nos fue otorgado —por las buenas o por las malas—. Son funciones individuales; unas serán de terror, otras de comedia, pero todas, sin excepción, tienen el mismo nombre: pasado.


En esta sala el tiempo es relativo. J. Rushwell, en ‘Cinema del Ayer’, nos obliga a contemplar una paradoja perturbadora: el pasado —por turbio que sea— siempre podrá presumir su existencia, mientras que el futuro —por esperanzador que quiera ser— solo existe cuando puede leerse en una bitácora.


Para los más viejos, ‘Cinema del Ayer’ será visto con nostalgia; para los más chicos, apenas es un edificio cansado de cintas rebobinadas que proyecta en blanco y negro un pasado lejano e incomprensible. Nacieron en otra época. Su mundo cabe en una pequeña pantalla y su memoria puede ser tan breve como el scroll que, en sus teléfonos, cambia de historias. No necesitan levantar la mirada: su existencia —aunque no fuera su decisión— avanza al ritmo de un algoritmo. Son ‘Hijos del Microchip’ y en su función la paradoja es otra.


«Pensando cosas sin sentido están, sin ver la vida que pasa en su andar», canta J. Rushwell en ‘Hijos del Microchip’. El sujeto amable que nos invitaba a la función de cine ahora alza la voz: los chicos de hoy pertenecen a otra lógica, a una dinámica donde «su compulsión es un teclado y su obsesión es un reel». Él, como muchos de nosotros —testigos del tránsito hacia lo digital—, observa el pasado, la vida y la nostalgia desde un lugar distinto.

Son épocas diferentes y ‘Bitácora’, su placa más reciente, funciona como un desahogo en el que dejó plasmada su visión del mundo y, de paso, algunos retratos interiores construidos durante el lapso que transcurrió desde ‘Dualidad’ hasta aquí.


Ahora el turno es del rock ‘n’ roll. Ese camino que J. Rushwell ha recorrido por años aparece para terminar de darle forma al concepto que es desarrollado en sus líricas; un camino que inició con The South, su primer proyecto musical, y que desde hace más de una década tomó forma solista bajo el nombre de J. Rushwell.

En ‘Cinema del Ayer’, las influencias del rock en español de los años noventa se hacen evidentes. Es una canción de ritmo ágil que gana intensidad en los coros. La voz de Juan Rocha —su nombre de pila— se mantiene limpia y cercana. En ‘Hijos del Microchip’ conserva esa identidad, pero se endurece, se hace rasposa y está impulsada por la frustración que atraviesa el discurso de la canción.


El quinto álbum del artista es consecuencia de los pensamientos que Juan Rocha convirtió en melodías, acordes y letras. ‘Bitácora’ es eso: un diario personal que comparte con nosotros bajo su alter ego; un diario en el que cada página es canción y cada canción un retrato, algunas veces crudo, otras más suave, pero siempre sensible y real.


Decidimos arrancar dos páginas de ‘Bitácora’ por la oposición que representan: un edificio desgastado que alberga un cinema donde siempre se proyecta la misma función, y unos chicos que pasan frente a su fachada sin inmutarse. En algunos años, cuando se hagan grandes, su pasado será retratado desde una Tablet e interpretado —al menos en parte— por la Inteligencia Artificial.

No sabemos cómo definirán los ‘Hijos del Microchip’ la nostalgia; para nosotros, es una cinta que nos revela quiénes somos y cuánta historia llevamos a nuestras espaldas.


Sobre Olugna

Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.

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