«I am a fountain of blood in the shape of a girl»
BJÖRK (BACHELORETTE)
Por: Olugna
El origen, ese eco que no siempre está a la vista ni se manifiesta con claridad, se las arregla para persistir. A medida que crecemos, nos alejamos de él casi sin darnos cuenta: lo enterramos bajo decisiones, mudanzas, cicatrices, logros o derrotas. Cambiamos el acento, los rituales, las formas de nombrar el mundo. Sin embargo, ahí está, silencioso, paciente, casi imperceptible, hasta que algo —una canción, una imagen, un temblor interno— lo despierta.
A veces, el origen no regresa con un estruendo, sino con una vibración tenue, casi como una intuición. No viene a interrumpirnos, sino a recordarnos de dónde venimos. Puede manifestarse en una melodía que parece familiar sin serlo, en una frase que resuena como si hubiese sido escrita para nosotros, o en el estremecimiento de un déjà vu que nos lleva a un lugar conocido, aunque nunca antes hemos pisado.

El origen, entonces, no es solo un punto de partida: es una pulsación que acompaña cada decisión, cada cambio, cada renuncia. En ese tránsito, entre lo que dejamos atrás y lo que empezamos a ser, encontramos artistas que se atreven a explorar ese territorio incierto, profundo y necesario. Kamalo Plute, podría ser uno de ellos.
La música, precisamente, no solo se oye con los oídos, también con la consciencia y el cuerpo. Un día cualquiera, en una playlist, incluso desconocida, tropezamos con canciones que, sin anunciarlo, buscan alojarse bajo la piel como si cada sonido fuera un recuerdo reencontrado, un eco de algo que nunca supimos que nos habitaba, ese déjà vu que necesitamos para rememorar. ‘Orígenes’, el EP debut del costarricense Kamalo Plute, podría ubicarse en esta última categoría.
Tres canciones bastan para abrir esa puerta que nos propone el artista con la que desea llevarnos a un lugar íntimo, sensorial, fragmentado, donde lo emocional se traduce en pulsos electrónicos, atmósferas etéreas de pop cargadas de nostalgia y letras que laten a mil, despiertan y agradecen. Es un EP breve pero expansivo, como una herida pequeña con profundidad oceánica.
Kamalo Plute se presenta al mundo desde un lugar poco habitual para los debuts: no el del fuego inicial, sino del fuego que queda. Lo que escuchamos en ‘Orígenes’ es una suerte de bitácora emocional posterior al primer paso. Una carta a quien fuimos antes de atrevernos a ser, a sentir.
En ‘Latiendo X Mil’, el primer track, todo comienza con ese momento de conciencia en el que el cuerpo decide avanzar antes que la mente. Hay algo intuitivo, casi visceral en su estructura. No hay sobreproducción ni artificio, pero sí efectos que fabrican un escenario sensitivo que nos invitan a movernos hacia dentro. La voz de Kamalo Plute, sin pretensiones grandilocuentes, es cálida y se proyecta como un susurro que comparte una premisa sencilla: todo el tiempo caminamos, pero la mayor parte del tiempo estamos extraviados. A medida que la canción avanza, emerge una energía progresiva que evoca a las bandas sonoras de videojuegos: esa sensación de estar a punto de enfrentar algo sin saber bien qué, pero con la certeza de que es necesario.
‘Despertar’, segundo tema del EP, tiene una cadencia más luminosa. Si la primera canción fue el latido previo al salto, aquí ya estamos en pleno vuelo. Los sintetizadores se abren, la estructura rítmica cobra mayor protagonismo y aparece una pulsión más pop, sin dejar de lado la emocionalidad que vertebra todo el trabajo. No hay una euforia artificial, sino una celebración sutil de la confianza, de esa extraña paz que se alcanza cuando dejamos de temerle al propio reflejo.
«El camino desde un poco más adelante, ha valido la pena»
KAMALO PLUTE
Finalmente llega ‘Gratitud’, la pieza más introspectiva del EP. Es un cierre delicado, que no busca un clímax sino una contemplación. La voz de Kamalo Plute se funde con los elementos electrónicos en una especie de reverencia sonora. Es una canción que se escucha con los ojos cerrados, cuando ya no queda nada por explicar. Agradecer como gesto de liberación, como tributo a un ciclo que se cierra, como un saludo a eso nuevo que espera por nosotros.
Visualmente, ‘Orígenes’ refuerza esa narrativa de introspección corporal. Su portada mezcla texturas que evocan órganos, sangre, carne, pero sin crudeza: más bien como si estuviéramos viendo el cuerpo desde un lugar abstracto, cinematográfico. Las fotografías refuerzan esa estética de ciencia ficción emocional, donde lo humano se funde con lo simbólico. Hay algo de David Bowie en su teatralidad íntima, algo de Björk en la forma de hacer del cuerpo un lenguaje y del sonido un refugio.

Kamalo Plute no quiere ser un producto listo para consumo rápido. No hay beats diseñados para TikTok ni fórmulas radiofónicas predecibles. Lo suyo es otra cosa: un proyecto que nace de la necesidad de sanar, de compartir, de poner en palabras lo que a veces solo el cuerpo puede recordar.
Con influencias que van desde Lady Gaga hasta The Weeknd, pasando por Coldplay y sonidos del synthpop contemporáneo, ‘Orígenes’ encuentra su voz propia al no disfrazar la fragilidad. Kamalo Plute no canta desde la pose ni la perfección; canta desde la herida, desde el intento, desde la posibilidad de que la música todavía nos conecte entre extraños.

En un panorama musical donde muchas veces prima la velocidad sobre la permanencia, este EP se erige como un espacio pequeño pero significativo de pausa. No pretende cambiar el mundo, pero sí reconectarnos con algo que suele olvidarse. A veces, un solo acorde, es suficiente para empezar a sanar.
Kamalo Plute, desde una perspectiva más íntima, no debuta; recuerda. No irrumpe; se ofrece. ‘Orígenes’ no es la puerta de entrada a su carrera, es el mapa emocional de todo lo que tuvo que atravesar para llegar hasta aquí. Y eso, en estos tiempos, es un acto poético y, si es preciso, político.
Sobre Olugna
Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.