Marawe: la búsqueda del tambor alegre a través de ‘Sueños’

Crónica Ad.

«¡Tambor, lágrima errante, a la deriva! Conjuro voduísta del Caribe, tu alma torturada y sensitiva se pierde en el silencio que la inhibe» 

Jorge Artel[1]

(Bogotá, Colombia)

Por, Olugna

Un golpe que se repite dos veces sobre un mismo compás, un ritual que se manifiesta a través de las manos que golpetean una membrana: es un llamado a los ancestros, la reivindicación de una herencia. Un hombre, sentado en las rocas, al lado del mar, deja escapar esa tradición que lleva consigo, sus pies descalzos sobre el lodo, rinden tributo a esa conexión íntima entre el hombre y la naturaleza. Es portador de un lenguaje que ha sabido atravesar el tiempo y se las ha arreglado para cruzar el océano desde África, hasta aterrizar en la Costa Atlántica colombiana, en forma de un instrumento hecho de madera y piel animal: el tambor alegre.

Es un sonido seductor, de esos que hacen mover hombros, caderas y piernas; es un ritmo alegre, de esos que hacen sonreír y que ofrecen un escape a la rutina. Es un eco que poco a poco se mezcla con la resonancia del sintetizador; es la fusión de dos épocas distantes que han sido atravesadas por la música.

La voz de una mujer se proyecta en el aire, se mezcla con ese paisaje sonoro en el que el ritmo de la chalupa danza con la diversidad musical del afrobeat. Sin previo aviso, el tambor alegre desaparece, pero aun así su sonido no se ahoga. Quizás, quiere demostrar que –al igual que esa esencia que delata a los latinos– es una huella que logra escapar a la fragilidad de la memoria.

Han pasado solo 30 segundos, pero son suficientes para entender que detrás de este corto preludio, se ha escrito una extensa narración que se remonta a la prehistoria y ha caminado en el tiempo para cruzar a su antojo culturas, tradiciones y saberes. Sobre esa membrana que produce su sonido, el tambor ha sostenido una gran parte de la historia de la humanidad. Mismo que en Colombia dio origen al tambor alegre, también bautizado como hembra, mayor o quitambre.

A él, a ese instrumento tradicional, Marawe, agrupación formada en Bogotá en 2015, rinde tributo en Sueños, su lanzamiento más reciente. Una canción que también invita al ser humano a reconciliarse con la naturaleza.

Sueños Marawe

—Hace un llamado a la conservación. Es una mirada retrospectiva que nos recuerda que pertenecemos al entorno; es una mirada futurista de que no hay nada, de que el momento de cuidar la naturaleza es ahora. —Afirma Alfredo Ramírez, guitarrista de Marawe.

Grabado en las Playas de Taganga y de Cabo Tortuga –montaña cuya forma dio origen a su nombre–, el video de Sueños ha sido fruto de una cuidadosa producción en la que ningún elemento ha sido consecuencia de la casualidad; todo lo contrario, está permeado por un concepto construido a partir de símbolos y metáforas que recogen la tradición y proyectan la identidad que Marawe ha construido desde su formación.

—El tambor define en gran parte la tonalidad del grupo, es la parte estructural de todas las canciones. —Señala Alfredo.

La diversidad propia del Caribe se expresa también en el acople que han logrado los integrantes de la agrupación. El tambor alegre y la batería, marcan las pulsaciones musicales; bajo guitarra y teclados, se integran en una fusión de ritmos que transitan por diversas épocas; dos voces femeninas –cada una desde su propio acento– contrastan entre sí y al mismo tiempo se complementan.

Sueños Marawe

—El color en la voz de Camila es muy urbano, ella es cantante lírica, entonces su sonido es más refinado, más dulce, más limpio. Julieth tiene esa espontaneidad, esa fuerza, esa calidez de Barranquilla. Son una dualidad. —Explica.

El tambor alegre, por su parte, puede interpretarse como esa inquietud constante que ha estado presente en la trayectoria de Alfredo desde su formación como músico, misma que lo llevó a coincidir con Freddy –quien ya no está con la banda– para dar origen a Marawe.

—Empezó la experimentación como un ejercicio de canciones muy abierto, que con el tiempo se fue afianzado. Antes era rock-folclore y nos dimos cuenta que no era solo rock. —Explica y agrega—. Habían elementos de pop, representados en las melodías que acompañaba el tambor alegre.

El camino recorrido hasta el día de hoy, ha traído consigo la grabación de Piel Vibrante, su primera producción discográfica; también, importantes logros y reconocimientos, que han sido capitalizados por Marawe, para proyectarse como una agrupación sólida en la que el talento es la esencia y la disciplina un cimiento.

—Por ejemplo, la agrupación obtuvo el primer puesto en la quinta edición del concurso Arma tu Banda, de Ortizo; la página web fue un patrocinio de Tu Marketing, el video de Fluye fue una beca otorgada por la Fundación Gilberto Alzate Avendaño e IDARTES.

En medio de esa tendencia presurosa de la industria musical por saturar el streaming con propuestas ligeras que llenan estadios, rompen récords en ventas y –ante todo– abultan cuentas bancarias, en Colombia, una joven agrupación, a través de su sonido –al igual que en el video de Sueños–, se atreve a ir en búsqueda de ese tambor que parece desvanecerse, pero que al final lo encuentra como parte integral de su propia esencia.



Marawe | Integrantes

  • Voces: Camila Gamez y Julieth Oro
  • Tambor Alegre: Ricardo Díaz
  • Batería: Duván Soto
  • Bajo: Jhon Erazo
  • Guitarra y teclados: Alfredo Ramírez

Marawe | Redes Sociales


[1] Fragmento tomado del poema ‘Soneto más negro’, incluido en su libro ‘Tambores en la noche’, publicado en 1940 y escrito por el novelista y escritor colombiano Agapito de Arcos, quien bajo el seudónimo Jorge Arte, trazó un hito en la literatura del país.

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