(Ipiales, Nariño, Pasto)
Por, Olugna
Abandonados, marginados, estigmatizados, como perros sin dueño, aprendieron a caminar las calles. Sin saber pelear, tuvieron que prepararse ―aunque así no quisiesen― para enfrentar una guerra que no buscaron, pero que allí estaba ―y siempre ha estado―, como un frío panteón que se alimenta con los cuerpos de aquellos que no tuvieron forma de defenderse; que no pudieron resistir.
Atrapados, exiliados, señalados, aprendieron a sobrevivir en una ciudad que se acostumbró a patear a los sabuesos callejeros, sin comprender que estos son el retrato más honesto de la decadencia social, del cinismo político, de la hipocresía eclesiástica y de la indiferencia de sus habitantes. Perros que nadie quiso, pero que se las arreglaron para dejar su huella en el asfalto y el eco de su aullido en la memoria colectiva, como un contrarrelato que unos niegan y otros buscan esquivar.
Rebeldes, contestatarios, irreverentes, somos nosotros ―la mayoría de la sociedad―, esos perros que encontramos en nuestros sueños el refugio que nos mantuvo vivos; en nosotros mismos, la fuerza para convertir el estigma en arte y en el rock ´n´ roll, una isla gobernada por la utopía.
Isla de Perros, proyecto formado en 2012 en Ipiales, encontró en el punk la respuesta enfadada hacia un establecimiento perverso creado por esos ―los mismos de siempre―, que, a lo largo de la historia de Colombia, han dejado un relato definido por el abandono estatal, la indiferencia social y la violencia extendida por todo el territorio.
Once años después de su formación, Isla de Perros, presenta su primera placa discográfica, un trabajo atravesado por dos conceptos fundamentales: la crítica social e introspectiva y la empatía que estrecha lazos de amistad, reflejadas a través de 10 canciones; 10 aullidos honestos de realidad y cotidianidad.
El primer aullido es presentado bajo el nombre de ‘Cowboy’, canción que le muestra los colmillos a los falsos profetas que hacen de la angustia de sus fieles, el sustento que sostiene el discurso enfermo de sus iglesias retrógradas, misóginas y ambiciosas. Su letra es una herejía necesaria; la voz rebelde de aquellos que se cansaron del paraíso prometido y que no comen cuento de la amenaza del infierno.
Es una canción corta, pero intensa en emociones y diversa en su sonido. La voz rapeada, se fusiona con elementos propios tomados del punk y se integra con otras atmósferas que recrea ‘Cowboy’ a través de riffs y estridencias cercanas al rock.
‘Zero-Tonina’, por su parte, hace un retrato punk de la decepción de un individuo que simplemente se cansó, que perdió la pasión y que no tiene motivos para continuar. Es un aullido en contra de la vida misma.
«Naces, mueres, ya no hay más. Esta mierda se acabó, sin motivos vivo yo»
‘ZERO-TONINA’
Un poco más adelante, ‘La Balsa – Tributo a los Gatos’, es una canción que rompe con el esquema que presenta Isla de Perros en su producción homónima. En esta, el rock ―aquel que dejó huella en la década de los 90―, es tomado como influencia directa. Es un aullido sensible que deja al descubierto la versatilidad de la agrupación conformada por Marco, Cristian, Daniel y Esteban.
‘Balada de los Malditos’, regresa de nuevo al sonido más puro del punk; sin embargo, en el intermedio, deja un pequeño espacio para el ska. Es un aullido genuino de decepción; también, es una canción inspirada en la ruptura. No es casualidad, muchos de nosotros vimos cómo la vida se nos escapaba en medio de las distracciones de la noche y cómo el amor se esfumaba con la misma facilidad con la que vaciábamos botellas.
Aún quedan, ‘Calma’, ‘Primera Línea’, ‘Cosas por Hacer’, ‘Escapar’, ‘Combate’ y ‘Libertad Impuesta’, seis aullidos que se inspiran en la cotidianidad que define la vida en una isla habitada por los perros que nadie quiso, pero que no pudieron callar. Estimado lector, es su turno de escucharlas.
Escucha ‘Isla de Perros’ en YouTube: https://www.youtube.com/playlist?list=PLrx5aqV3IkVUrUcwmrDZRI-iNRUdskLMF