(Bosa, Bogotá D.C., Colombia)
Por, Olugna
Al igual que un libro que está cerrado en un anaquel, en espera de que su próximo lector descubra los secretos que han sido escritos en sus hojas, la casa de cuatro niveles, puede pasar desapercibida para el transeúnte desprevenido. Sin embargo, detrás de sus puertas, en el segundo piso, se abre un universo en el que ―gracias a la literatura― todo es posible, en el que hay espacio para el amor, la fantasía, el miedo o la historia: Máktaba.
Basta con cruzar la puerta del segundo piso de la casa ubicada en el barrio Naranjos, para comprender que es el acceso a otra dimensión. En su interior, el olor a madera de la biblioteca, recrea una atmósfera que invita a bajar la voz y a recorrer en silencio los miles de universos de los libros que reposan en sus anaqueles.
―Hay más de 3.000 ejemplares―. Comenta Said, director ejecutivo de la fundación.
No obstante, el salón, es solo una parte del multiverso de Fundación Cultural Máktaba. Hoy será mostrado a los estudiantes de Artesanos de la Palabra Escrita, invitados especiales que este sábado, 17 de febrero, asisten a la cuarta sesión del proyecto concebido por el Colectivo Editorial Origami, que busca desarrollar un libro ilustrado sobre plantas y animales patrimoniales.
Es una clase definitiva. Durante cuatro horas, los estudiantes, se acercarán a los procesos ―más allá de la creación, la técnica y el talento― que se desenvuelven alrededor de una obra literaria y que resultan fundamentales ―o así deberían serlo― para todo escritor: entender la dinámica editorial, desde sus ejes menos fascinantes; pero, en últimas, necesarios.
Máktaba, es el lugar preciso para aprenderlos; sus fundadores, Said Abdunur Pedraza y Karonlains Alarcón Forero, los relatores idóneos para acercar a los alumnos a aquellos procesos administrativos, legales y comerciales que se desarrollan en una editorial. Sus voces, recogen su experiencia y conocimiento adquiridos a lo largo del tiempo en literatura, investigación y enseñanza; sensibilizan y ofrecen perspectivas críticas, sobre la relación de los grandes emporios con los escritores. También, dejan al descubierto la vocación que ha impulsado su trabajo con la organización que lideran; misma que publicó la versión del Corán a español latinoamericano.
Máktaba es acogedora. Su interior, está permeado por ese aroma entrañable de la madera con los libros. La decoración de las paredes y los objetos exhibidos en la vitrina de la recepción, expresan la conexión de sus creadores con el Islam. La biblioteca, ocupa el primer salón; en el segundo, se encuentra ubicada la oficina principal; el tercero, ha sido adaptado como otro espacio de trabajo. La editorial y academia, enhorabuena, ha crecido con los años. Eso es evidente.
Son un poco más de las nueve y treinta, la jornada está próxima a comenzar. Los estudiantes, han sido divididos en dos grupos: el más grande, ubicado en la biblioteca, recibirá la clase por parte de Karonlains; el más pequeño, será dirigido de manera simultánea por su esposo Said, en el salón contiguo.
No se trata, solamente, de la creación de historias fascinantes. El ritual que supone la escritura, es envuelto por un proceso que involucra, además, corrección de estilo, diseño de portada y diagramación; selección del papel, tipo de letra, impresión y encuadernación; firma de derechos de distribución, comercialización y estrategias de difusión. Quizás, algunos ―o muchos de estos―, pasen desapercibidos para una gran parte de los escritores; no obstante, las dinámicas de la industria editorial, hacen necesario que ―al menos para el nicho independiente―, acercarse a la intimidad de cada detalle, sea una obligación.
Es allí, donde el trabajo realizado por Máktaba, cobra relevancia. Un equipo profesional e interdisciplinario, se encarga de ofrecer el acompañamiento que requieren los escritores que llaman a su puerta. Correctores, traductores, abogados, ilustradores, fotógrafos y editores, son puestos a disposición de los creadores de la palabra independiente que desean ver su obra publicada.
La vocación de la academia, va más allá del acompañamiento y la consultoría. En sus instalaciones, también, se realizan procesos de formación guiados por Said y Karonlains y se dictan talleres que involucran a la comunidad y la conectan con un multiverso en el que la palabra es la columna vertebral y la creación una finalidad. Esto queda claro con las dos sesiones simultáneas que están dictando a los estudiantes de Colectivo Origami.
Al tiempo que exploran los detalles del proceso, Said y Karonlains, narran un trozo de la historia de Máktaba. Hay lugar para todas las inquietudes; también, para un debate ―más que necesario― alrededor de las prácticas de la industria editorial. La atención y participación activa de los estudiantes, permite entender la importancia que tienen estos espacios en los talleres de formación en escritura creativa.
«El fanzine es el punk de la literatura», afirma Said, a modo de introducción a la sesión práctica del día de hoy.
Su frase es provocadora y certera. El fanzine es, quizás, la producción literaria más cercana a la cotidianidad de la comunidad. Es una expresión libre que no se acoge a los límites estrictos de sus hermanos más sofisticados. A diferencia de ellos, no busca el reconocimiento masivo, sino la conexión simbólica y emocional con sus lectores: puede enfadarse como el punk lo hace y, al mismo tiempo, conmover con la sensibilidad de la poesía; sus páginas le escriben al amor; pero, también, a la política; puede tener forma de hamburguesa, girasol o acordeón; sin embargo, no tiene problema en presentarse como un libro de hojas gruesas y de pasta dura.
El Fanzine, es amigo de la rebeldía y su presencia reivindica el barrio, enaltece el sentir popular. Así se evidencia durante la clase. Divididos en grupos, los estudiantes del colectivo, dan rienda suelta a su libertad creativa una vez más y la combinaron con su talento, para crear pequeños fanzines que recogieron sus cosmovisiones sobre la música, la naturaleza o la vida misma.
Son un poco más de las dos de la tarde. Máktaba, despide con agradecimiento a Colectivo Origami, con la seguridad de que sus estudiantes pronto volverán a cruzar sus puertas.
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