«El camino es duro, pero llevo mi bandera, en la mochila los consejos de mi abuela»
‘El Power’ (La Reforma)
Por: Olugna
Su sonido, nasal y brillante, es un lápiz que dibuja un mapa. Es inconfundible. Aunque su melodía aguda no se encierra en los límites de un país en específico, una vez lo escuchamos, sabemos que nació en esa parte de América donde el castellano predomina y la sangre latina delata nuestro origen. El acordeón, ese instrumento de sonoridad chillona, identifica a las expresiones que provienen de la cumbia y nos atraviesa a quienes nacimos entre Argentina y México.
Las palomas ―andariegas de la plazas del continente― alzan vuelo, mientras algunas de ellas se posan en los brazos de un transeúnte anónimo; los primeros planos a los rostros de personas que dan vida a esas calles: el embolador longevo que con esmero saca brillo a los zapatos de un cliente más, la vendedora de frutas, las cantadoras que lucen con orgullo sus vestidos largos y tocados[1], la voz deambulante que irrumpe y se mezcla con el movimiento de la ciudad para gritar detrás de un megáfono que «Hay morrones, ajo, perejil, zanahoria, tomate, limones», trazan a ritmo del acordeón una geografía que nos resulta más que familiar.
Una bandera tricolor, ondeada por el viento en un balcón colonial, rompe la monocromía de la escena. Orgullosa de sus franjas amarilla, azul y roja, se impone sobre la frialdad grisácea del pabellón estadounidense que cuelga a su lado. Tres segundos cargados de simbolismo, suficientes para recordarnos que la identidad pesa más que la opulencia de aquellos territorios que presumen su poder económico, social, militar y político.

No han pasado 30 segundos y una porción de Colombia ―y de América Latina― ha sido retratada en una coreografía de imágenes, ruidos, voces de la calle y el sonido inconfundible del acordeón, protagonista de la canción que nos presenta La Reforma, agrupación colombiana formada 13 años atrás. Su sencillo ‘El Power’ es una cumbia que se baila a ritmo de cumbia con los pasos del hiphop.
―Queremos que la canción despierte orgullo en lo local, inspirar a artistas emergentes y mover conciencias―, afirma La Reforma.
Quienes fuimos criados en las barriadas, entre casas sin estuco, calles de polvo y parlantes sobre los andenes, sabemos que el sonido del acordeón no necesita traducción. Puede ser un domingo de sol intenso de mediodía, un diciembre que se la juega entre la alegría, la melancolía y el bullicio, o una fiesta tradicional en cualquier pueblo. El acordeón siempre ha estado ahí: siendo la voz del Caribe de antaño que envejece con orgullo; pero, también, la Caribe foráneo extraviado en las grandes ciudades que lo adoptaron como a un hijo más.
Es el rugido de las nuevas generaciones que, a su modo, rinden tributo a su esencia. Es el ruido del barrio, el vocifero de las familias, el rastro de una alegría rota y una memoria brusca atravesada por la melancolía, el conflicto y la alegría que no se rinde pese a las circunstancias.

―Queremos que este sencillo se convierta en himno de quienes tienen algo que decir, pero no sabían cómo gritarlo―, expresa la agrupación.
Aquí, en este punto, para mí y de manera arbitraria, aparece La Reforma y la canción que me abre las puertas de su creación musical. ‘El Power’, la percibo como un retrato sonoro del barrio dibujado por un acordeón, en compañía de tamboras, bajo, guitarra, batería y beats pegajosos. No es capricho. No hay escenario que no se transforme cuando entra el aliento del instrumento de fuelle largo que es bien conocido por el vallenato, la música norteña o la cumbia.

No importa si la ciudad es gris, si el barrio es de cemento o si el parlante está colgado de una reja: si el acordeón ha sido invitado, todo se vuelve fiesta o resistencia ―como supo hacerlo Celso Piña―. Puede ser un instrumento odioso en la madrugada, el voceador que anticipa una noche de parranda e insomnio. Sin embargo, su sonido rasga el silencio y consciente la melancolía. Bien usado, es un filo que rompe con la rutina y una mano que menea las caderas ajenas. Es irreverente y nostálgico.
‘El Power’ logra ese efecto: rompe el aire, despierta y, como una buena fiesta de diciembre en la calle —de esas que ya pocos ven—, integra a los vecinos, aunque poco se hablen entre sí. En este caso, lo hacen la cumbia, el vallenato, el pop latino y el rap. En esta canción confluye la esquina, la cadencia de la percusión, el homenaje y, ante todo, la convicción de que las raíces culturales no avergüenzan y, tarde o temprano, buscarán la forma de hacernos recordar el barrio.
―Es música para cuando estás listo para dejar de sobrevivir… y empezar a vivir con poder―, concluye.
[1] Peinado y adorno de la cabeza en las mujeres. Predomina su uso en las regiones Caribe y Pacífica.
Sobre Olugna
Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.