hypervuur-motoindustrial (3)

Hypervuur y ‘Motoindustrial’: la hiperactividad de la ciudad contada desde el ruido


Por: Olugna ft. Audrey Carbó | Fotografías: Binalogue


La vibración aún es leve. Al frente, el asfalto sucio y húmedo de la ciudad. Sus dedos en el embrague, su pie izquierdo sobre la palanca y su mano derecha dispuesta a girar el acelerador. El rugido ensordecedor cuartea la noche. El humo del tubo de escape levanta el polvo y la basura que bordea la calle. El olor a gasolina permea las fosas nasales, sincroniza con la atmósfera gris y se confunde con el hedor de una urbe agreste.

Es un hombre alto de aspecto agresivo. Su rostro, cubierto por una máscara antigás y el traje industrial anaranjado que porta, rompe con la estética convencional, al tiempo que se mimetiza con ese entorno turbio, ruidoso y descuidado que aprendió a vestirse de futuro y ha sabido venderse como una insignia inequívoca de progreso. Héroe, villano o un poco de los dos, se dispone a atravesar una ciudad paranoica, escandalosa y caótica que, curiosamente, ha hallado la forma de despreciar aquello que considera amorfo.


Las ruedas de su motocicleta muerden el asfalto a medida que se aleja sin rumbo definido por las avenidas de una ciudad extraviada entre putas, ladrones, vendedores ambulantes, peleas callejeras y músicos itinerantes, que se tambalea entre la historia aceptada que la define como una metrópolis en crecimiento y la ironía de los titulares que trivializan la tragedia en letras rojas. En las esquinas el horror ya no sorprende y la muerte ha dejado de conmover. 

Frenética, acelerada e hiperactiva, esa ciudad ―cualquiera que esta sea― ha sido replicada hasta el hartazgo por el sci-fi, sin que aquellos retratos logren dibujar con precisión el delirio de sus calles y otros tantos escenarios delirantes en los que el amor, a la vuelta de la esquina, puede ser otro asesinato más, y la única diferencia entre el pasado y el futuro, es la cantidad de algoritmos que buscan emular y ―por qué no― crear otra realidad.


Cuando la convulsión es el beat que la sostiene y el ruido, la pulsión desafiante que la mantiene viva, la adrenalina no puede ser controlada, mucho menos encerrada. En una ciudad donde los riffs ya no son suficientes, aparece una criatura conceptual dispuesta a recrearla desde vibraciones viscerales, impredecibles y amorfas bajo las influencias del rave techno, el power noise, electro-industrial y los soundtracks de las películas del terror: Hypervuur.

―No es apta para la gente que busca paz interior―, señala Alejandro Bohórquez, el hombre detrás de la máscara. Hoy, nos presenta su novena placa: ‘Motoindustrial’.

No sería preciso decir que Hypervuur es un proyecto retrospectivo.  Al escuchar cada uno de los ruidos que se entretejen y se van mezclando en sus trabajos, es inevitable dejar de lado las percepciones.

Si se ve desde la perspectiva del arte, no existen fallos. Los fallos vienen desde la concepción de lo perfecto y eso, en realidad, no existe. De eso se trata, quizás asimetría, imperfección, exploración: caos traído al orden y orden llevado al caos. Y sobre todo mucha percepción. Así se concibe ‘Motoindustrial’.

Cuando se escucha por primera vez este trabajo, viajan por el sonido distintas ideas, a veces, chocadas entre sí. Por una parte, la implementación con el ruido y los beats. De sensaciones que van desde hielo galáctico, hasta la escena de persecución en una película de terror, ambientaciones de ruidos espaciales, líneas de mercurio y todo aquello que vuela la imaginación a través de una relación invisible entre el sonido y lo sensorial.  Y, por otra parte, el ideario.


Es allí en donde se entrecruzan las ideas. Y es que, al escucharlo, ya no se trata de descubrir la idea del autor, sino de ―simplemente― dejarse llevar a la evocación de un ideario propio.  Pero, este ideario propio, va surgiendo mediante una serie de otras ideas propuestas por el autor y su visión del mundo, en un momento congelado de experiencias y rodaje conceptual. 

Es la evolución. Es experimentar con un sonido traído por su creador a partir de un concepto, que como resultado evoca otro concepto en quien lo escucha y a veces, se entrecruzan estas ideas.

Escuchar ‘Motoindustrial’, así como cualquier otro trabajo de Hypervuur se convierte en algo retador. Deja una puerta abierta a la desconexión de lo que se suele esperar al escuchar un disco. Si nos preguntamos cómo va a ser el siguiente tema, no habría una respuesta definida. Es algo impredecible, teniendo en cuenta el valor de su género, el horror industrial, que ofrece un estilo que combina el cine de terror, ciencia ficción y series B con influencias de hardcore punk y ruidos industriales.


Es, especialmente, en este noveno trabajo en el que se siente, en todo momento, la velocidad, como una de las claves secretas encriptadas por Hypervuur. Si bien, se perciben algunas influencias rítmicas, siempre denota su propio hilo conductor y conductual que lo caracterizan. Fiel a su propio sonido, precisamente elaborado, siguiendo impulsos mentales y sonoros. Es la velocidad, el anclaje a toda una experiencia rítmica, de caminos andados desde las ideas y el recorrido.

El arranque inicial de adrenalina que nos propone su creador es ‘Roaring Klauuntoneta’. El primer fogonazo de un motor, la entrada de beats, sintetizadores, efectos y una voz casi inaudible, dan como resultado un ruido sucio atravesado por distorsiones y sonidos que recrean atmósferas futuristas y distópicas. Sus pulsaciones se perciben como estallidos sensoriales que parecen desbocarse sin freno.


Tres minutos después, luego de un corte abrupto, pulsaciones cortas y rápidas, incrementan la sensación de velocidad en ‘Industrial Roses’, uno de los pocos temas que no está inspirado en las motocicletas, pero que no suelta la adrenalina.


El sonido de un bajo distorsionado y golpes rápidos de percusión nos reciben en ‘Dieselpunk Decodence’, una pieza inquietante que conserva la esencia del disco. Vibraciones eléctricas, voces que se difuminan entre las mezclas y efectos sonoros, ganan en intensidad y aceleración.

Es un tema inspirado directamente en las motocicletas de las décadas 30 y 40, en la libertad que representan y en la necesidad de rebeldía en una época conservadora que, sin saberlo, estaba acercándose a otras expresiones musicales.


Las voces que parecen ahogarse entre los beats persisten en Tarmac, cuarto corte del disco que rinde culto al suelo agreste del asfalto ―complemento infaltable cuando se habla de motores y combustión―. Un bajo distorsionado vuelve a recibirnos en el quinto nivel de ‘Motoindustrial’. Su sonido, un poco más limpio, da su lugar a la música electrónica y lo que esta busca en el cuerpo: la libertad individual y caprichosa de movimiento. Voces, pulsaciones rápidas y una mezcla cuidadosa, recorre diferentes texturas y cambios de ritmo. ‘Neontunnel’, es dinámica y cambiante.

https://open.spotify.com/intl-es/track/5FPOuWTWhdWdsccb7rWWQb?si=5b33ff424dcd4501

A continuación ‘Red Queen’, a diferencia de sus antecesores, nos propone un escenario más tranquilo. El trance propuesto hasta el momento en ‘Motoindustrial’ se percibe de manera diferente. Las pulsaciones han sido relegadas a sintetizadores envolventes que sugieren un estado de quietud, de levitación en medio del éxtasis. Inspirada en la corriente calvinista, Mechanicalvinist 400’, abre con la grabación de un discurso que anticipa las primeras distorsiones. Es un tema pausado que gana en velocidad progresivamente sin llegar al frenesí proyectado en los primeros cortes del disco. La voz del inicio sirve de fondo a una mezcla pausada que permanece en el estado sereno que inició en el tema anterior y habrá de extenderse hasta ‘Wild Geese RC’, noveno track.

Bent Parts and Colorful Bruises nos lleva un descenso sensorial. Es un tema de sonidos limpios y brillantes que permanece en el estado de tensa calma al que nos ha llevado ‘Motoindustrial’.

«Regresan las más hermosas canciones de ayer», palabras de Santiago Moure ―tomadas de El Siguiente Programa― incluidas para abrir la décima pieza de la placa, nos preparan a una exposición prolongada de interferencias que despiertan otro tipo de sensaciones. ´Prefiero estar cubierto de polvo que de barro’ fabrica un escenario de tensión. Es provocador, inquietante y asfixiante. El frenesí de la velocidad en los cortes iniciales y la tensa calma de los temas anteriores, han sido reemplazadas por un estado de inquietud, de ansiedad. De todo el disco es, quizás, la creación más desafiante de ‘Motoindustrial’. Es encantadora en su turbia manera.


―Los japoneses no distinguen el color verde―, explica Hypervuur en la llamada, para explicarnos el último nivel de su disco.

Trueno Azul’, tema presentado en caracteres nipones, sin llegar a la misma velocidad con la que comenzó el disco, nos saca del estado de tedio provocado por la pieza anterior.


Fue un viaje impredecible por una Gotham City creada por Alejandro Bohórquez (El profe Klauun), bajo la máscara de Hypervuur, un proyecto donde el ruido cobra forma para contarnos otra ciudad y liberarnos a nuestra suerte en ella.



**Cita tomada del ensayo (EL LEGADO DE LA EXTREMIDAD JAPONESA PARA EL MUNDO)

¿Te atreves a explorar el universo de horror industrial de Hypervuur?

Hypervuur en entornos digitales


Sobre Olugna

Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.


Sobre Audrey Carbó

Ingeniera forestal de profesión, apasionada por la escritura y el arte, vocalista de Machina DEI, agrupación bogotana de rock industrial y futurista.

Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *