Ivy Negro - Tártaro 7

 ‘Tártaro´ de Ivy Negro: el abismo visto desde la dualidad


Por: Olugna

Ante la imposibilidad de explicar —desde la ciencia, la mitología o, incluso, las artes— qué había antes del día cero, aparece la excusa perfecta para intentar darle forma a un relato —el que sea— capaz de aliviar a esa pregunta que permanece esquiva ante los ojos de la humanidad a lo largo de su maltratada y, por momentos, confusa historia: el caos, un estado amorfo en el que todo es posible y la lógica no tiene lugar. Su vínculo con el tiempo, a su vez, podría definirse como estrecho y perenne: antecede el origen y permanecerá después del final, el día en que todo termine. 

El trazo que antecede el origen es un insumo inagotable para la imaginación; el punto de partida para los primeros relatos. Los griegos, herederos de las civilizaciones que los precedieron, encontraron su manera de fijar una versión que encontró sustento en una cosmogonía donde cada inquietud encontraba respuesta en una deidad: el odio, Éride; el amor, Afrodita; la muerte, Tánatos; y el caos, por supuesto, tenía su representación divina: Khaos, el espacio vacío que respiraba antes de que existiera el aire.


El caos, tanto en la antigüedad como en la modernidad, ha sabido llevársela bien con el amor y la guerra, con el origen y la muerte, con el cielo y el infierno. Puede ser visto como la escalera que lleva a la cima o conduce al barranco. Ha nutrido la ciencia, la religión y la mitología. Hesíodo, creador de una obra cumbre en la cosmogonía griega, narró el nacimiento de los dioses, dio nombre e identidad al abismo: el Tártaro.

—Allí se queman, se transforman, se purifican y se convierten en canción —nos cuenta Ivy Negro—. Mi Tártaro personal es mi horno interior: ahí deposito mis heridas, mis dudas, mis errores y mis miedos.


En el álbum que presenta la cantautora, el Tártaro dejó de ser un lugar: abandonó el inframundo y evitó los mapas trazados por la imaginación. En su obra, Ivy Negro lo describe como un abismo interior que arde desde adentro y recorre a través de diez canciones guiadas por los compases rítmicos del blues, los riffs intensos del rock ‘n’ roll y las influencias de otros géneros que confluyen en su placa más reciente.

Elegí tres de ellas que, por instinto, me invitaron a quedarme un poco más.

Nacida en San Cristóbal, República Dominicana, Ivanna De La Cruz, la mujer detrás del alter ego Ivy Negro, presenta en ‘Tártaro’, su disco más reciente, composiciones que nacen desde su interior: diez relatos que buscan el camino de la transformación. El abismo no es un destino deseado, pero necesario para tomar fuerzas y emerger por esa escalera que nos sacará del inframundo recreado por el longevo Hesíodo.


De esa escalera, ‘Come de mi Carne’ es el tercer escalón y el primero de esta reseña. Sus acordes iniciales definen un rumbo influenciado por el blues. Sobre su sonido melancólico, la voz de la artista protagoniza una confesión erotizada. Sus tonos graves, cálidos y limpios, proveen una pieza seductora que coquetea con la lujuria, donde el pecado es el paso previo a la satisfacción; el amor se desplaza a través de los cuerpos y el placer detona el fuego.

«Deslizarte entre mis piernas fue un delito como el de Adán y Eva», las primeras líneas de la canción, definen la aceptación como un estado de conciencia que se hace cargo de la decisión de dejar en libertad las sensaciones atadas al erotismo: «Pero, ¿qué más da?, yo me sé desplazar». Es, ante todo, una pieza sincera; todos estamos hechos de carne. Somos depredadores y, al mismo tiempo, presas de la pasión que expresa la piel: «Vienes por el placer, yo aprovecho tu instinto».


La doncella que Hades secuestró en el inframundo protagoniza el segundo escalón de ‘Tártaro’. Perséfone transita entre la vida y la muerte: una dualidad que Ivy Negro encarna en la voz de la hija de Zeus y Deméter.

«Escúchame ahora, no sé qué hacer: si volver al cielo, ser Perséfone. Entregarme a Hades o probar la hiel».


La presencia del blues en ‘Perséfone’ es sutil y se manifiesta en la melodía de las guitarras. El rock, en cambio, hace notar su presencia con mayor fuerza sin perder la delicadeza que la artista dispuso para la canción. La dualidad, presente de principio a fin, marca una sensación interior y una conexión entre ambas. Ivy Negro es la voz de la diosa; la diosa expresa una inquietud de Ivy Negro.

Su lírica metafórica también nos deja expuestos a nuestra propia interpretación. En mi caso, ‘Perséfone’ es una balada que resalta el amor más difícil de construir: el propio.

«No soy una rosa, yo quiero volar; mientras menos sangre, más podré flotar»


‘El Tártaro’, el tercer escalón, toma el lenguaje del rock para explicar ese abismo que Ivy Negro ha retratado a su manera.

«En el Tártaro las encierro, malditos el deseo y la obsesión»

Es la canción más intensa de la placa, sus segmentos melódicos atraviesan las atmósferas del power metal. Metafórica y simbólica, al igual que en las demás composiciones, la cantautora nos comparte una sensación interna.

«Miro al cielo y pregunto si es Venus que ilumina. Aquí no hay claro de luna, la oscuridad me domina».


El abismo puede ser observado desde arriba o desde abajo. Cada quien decidirá cuál será su mejor vista. Ivy Negro ya nos dejó la suya. 

—El arte nace de la profundidad, en mi caso de mis entrañas, pero no para quedarse allí, sino para emerger distinto, más humano, más verdadero—, finaliza Ivy Negro.


Sobre Olugna

Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.


[1] ‘Theogony’, escrita por el poeta griego Hesíodo hacia el siglo VIII a. C., es considerada la obra fundacional de la cosmogonía griega. A lo largo de más de mil versos en hexámetros, Hesíodo narra el nacimiento del cosmos, el origen de los dioses y la transformación del caos en orden. Entre las entidades primordiales menciona a Tártaro, un abismo profundo bajo la tierra, más oscuro y remoto que el propio Hades: un espacio de confinamiento, transformación y materia primordial desde donde se forja el mundo. Fuente: https://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus:text:1999.01.0130

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