Por, Joel Cruz
La frustración en la vida se puede dar por cientos de razones: una de ellas (levanten la mano, reaccionen si se identifican) es el de «llegar tarde» a los instantes de la música que marcan historia o el estar millas, lejos de sitios de culto para los sonidos que han colmado nuestros gustos desde que la memoria nos empezó a sonreír. A veces, tranquilos en casa, también sentimos cercano un hogar más allá de la vista…
Pero si la calma nos ilumina como un faro razonable que nos quita la sensación de culpa por no haber visto a no sé, Jimmy Page en todo su esplendor mientras se grababa The Song Remains the Same, comprenderemos que ese sabor agridulce tiene como antídoto internet, ni más ni menos. Mediante sus largos alcances, hemos conocido las fibras de aquello que nos inspira, mientras nos deja pistas de figuras clásicas para el calendario y en contradicción, nuevas frente a lo que habíamos oído antes; en su mejor ambiente, complementando ese algo que nos hacía falta, sin saberlo.
Esto nos ha sucedido a quienes sentimos el influjo del rock argentino en su condición de enigma, uno que debe articularse cual rompecabezas de fichas dispersas sobre la mesa, con la paciencia y el placer que demande. A medida que mil horas van pasando junto a la actividad, algo cambia en el juego; como una formidable práctica de aptitud mental, nos damos cuenta que el rock ligado al mate, al fútbol y a un buen asado, no precisamente debe venir de lo que la prensa local nos ha dictado por generaciones: siempre hay más y más protagonistas en un cuento sin punto final.
Haciendo a un lado las tendencias streaming del momento, la verdad, es que la fuerte personalidad arraigada al árbol genealógico musical de Spinetta y Pappo Napolitano aún hoy es destacada con frecuencia en Latinoamérica. Por eso, en cada clic eficaz, surge un álbum o un nombre que encaja cada vez mejor en este acertijo al que las canciones nos han llevado desde que nuestra búsqueda se volvió una suerte de misión. En el hallazgo, la obra de Indio Solari ayuda a entender otra cara de la cultura rockera en el este del Cono Sur, una que abre los ojos al oyente neófito.
Solari, origen y portador de una voz, sin duda está representado en Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, conocidos también como Los Redondos; leyenda imprescindible en la evolución de la música argentina. Durante su travesía, el grupo coqueteó e hizo suya (sin pena) toda la vanguardia posible hasta entrado el siglo actual, cuando la formación detiene su viaje y deja atrás un cúmulo de trabajos en memoria al new wave, a lo teatral, al postpunk, a lo alternativo, lo electrónico y las bases del blues; haciendo hincapié en una ruta que su cantante y letrista continuaría en Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, los años posteriores consolidarían con el proyecto ese carácter religioso del rock nacional que los hijos de la bandera albiceleste usualmente mentan con orgullo a la mínima oportunidad.
Esta identidad fervorosa se ha perpetuado por encima de lo que las grabaciones llegan a conquistar. Si bien los problemas de salud han impedido que Indio Solari siga en su rol mesiánico, Fundamentalistas publicó su último álbum en 2018, el bautizado El ruiseñor, el amor y la muerte.Cinco años después, ante el cese obligado de esta carrera, algunos músicos vitales en su narrativa decidieron que este legado debía continuar. Aquí aparece la guitarra de Gaspar Benegas, actor en este segmento sonoro desde hace casi veinte años y que por su cuenta, también abre alternativas con firma autónoma.
Benegas acompañó una considerable etapa en la discografía de Los Fundamentalistas y contribuyó por cierto tiempo en Las Manos de Filippi, donde la fusión de ritmos caribeños con la crítica social están a la orden del día. En la elaboración de un repertorio que sabe moldear sus destrezas en el instrumento que ejecuta, se suma igualmente su banda La Mono.
El guitarrista muestra una frescura que delata sus hondas pisadas por la experimentación, lejos de los rótulos. En su manos, la técnica está siempre abierta al abrazo de las novedades, pero sin descuidar ese lado humano, esa alma que se percibe cuando el conocimiento de las notas deja de ser suficiente para el deleite de la experiencia audible. Su tranquilidad camina muy bien con el privilegio de plasmar un pedazo intrínseco en la historia del rock argentino sobre la tarima. No se preocupa por forzar un aura que lo diferencie como una estrella en el firmamento del arte. Sus innovaciones, cuerda tras cuerda y en tanto tiempo, ya lo han hecho por él.
En su regreso por tierras colombianas, el próximo 18 de octubre, Gaspar Benegas promete a su público transmitir desde la electricidad de sus cuerdas lo mejor que le han dejado Los Redondos, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado y su propia insignia como claro embajador rockero de la patria que enaltece al Sol de Mayo, en la mejor versión una Fiesta Ricotera,honrando la obra del Indio Solari. La cita será en Caché Club, en la carrera 7a # 12c-36 y las entradas están todavía disponibles en mitaquilla.com.co.