Desde Trujillo hasta Bogotá, Isbentos transforma el grafiti y la adversidad en una revolución creativa: el nacimiento de ESE Magazin
Por: Gatta Negra
Nacido en la serena geografía de Trujillo, Venezuela, un 25 de abril de 1995, la vida de Isben Gonzáles Perdomo, mejor conocido en el universo del street art como Isbentos, comenzó a escribirse con la tinta invisible de la curiosidad. Lejos del ruido, en la ultima banca del aula, se gestaba un mundo. Él mismo lo evoca, un niño raro que dibujaba cosmos a la medida de su asombro, un cartógrafo de geografías interiores que solo sus ojos podían descifrar.
El ritual de iniciación, la chispa que lo incendió, llegó de la mano de su hermano mayor, Morel. Con apenas ocho o nueve años, el grafiti se reveló ante Isbentos no como vandalismo o moda, sino como un lenguaje primigenio. La obsesión fue inmediata, visceral. No importaba la génesis histórica del movimiento, solo la urgencia de dejar una marca. Y así, en 2005, mientras cursaba sexto grado, la pared se convirtió en su primer lienzo. El tacto del aerosol, la adrenalina, fue un sentir «indescriptible», un punto de no retorno que lo ancló a una felicidad tan pura que no necesitaba testigos ni archivos digitales: solo la acción de pintar.

La migración y el asfalto redentor
La adolescencia, ese umbral de las decisiones, lo enfrentó a la necesidad de forjar un sustento. El arte era el destino, pero las coordenadas geográficas de su natal Venezuela lo obligaron a reajustar la brújula. La anhelada Producción Audiovisual era una estrella lejana; se decantó, entonces, por el Diseño Grafico (2018) y, en un giro pragmático, también por el Turismo (2019). Pero, al cerrar esos ciclos académicos, el llamado de la aventura, del conocimiento no aprendido, tronó.
Bogotá, Colombia, se erigió como el puerto de destino en 2019. Llegó con el alma cargada de sueños y apenas «diez mil pesos en el bolsillo», la estampa clásica del migrante que apuesta el todo por el todo. El choque de realidad fue brutal: las calles de la capital se convirtieron en su aula y su oficina. Vender bolsas y caramelos, soportar el día a día para cubrir el pagadiario de seis mil pesos, fue la rutina. La supervivencia era cruda, pero la ciudad, con su ritmo frenético, le obsequiaba un invaluable capital: nuevos paisajes y aprendizajes. El camino lo llevo a trabajar como portero, mesero, vendedor de comida callejera… la marea subía.
La pandemia y la gesta de un proyecto
El 2020, el año del silencio global, significó un reinicio a la fuerza. Acompañado de su hermano Morel, quien fue quien lo recibió en Bogotá, su cuñada y su sobrino recién nacido, se instaló en Ciudadela Sucre, Soacha. La escasez apretó: pedir alimentos, vender eucalipto. Eran días de resistencia. Pero en el confinamiento, la mente de Isbentos, alimentada por una sencilla computadora, encontró un refugio. Diseño, edición de video… la práctica silenciosa.
Fue, entonces, en la quietud forzada, que nació una idea de revancha mediática: ESE Magazin.

El nombre no es casual. Es un dardo conceptual lanzado contra la condescendencia. Isbentos observó que, a los artistas emergentes, a los que rompen el molde fuera de los circuitos oficiales, se les etiqueta de manera despectiva: ese loco que se la pasa cantando, ese que se la pasa pintando. El pronombre ese se convierte en una barrera, y ESE Magazin la transforma en un estandarte. Se concibió como un megáfono para esas voces acalladas por los medios tradicionales.

A pesar de las dificultades que impidieron su despegue digital inmediato, el destino conspiró. Ese mismo año, su primo Armando Lozada lo invitó a pintar una escenografía teatral. Lo que empezó con un pincel terminó con una cámara. El teatro le abrió las puertas al diseño, a la producción audiovisual y a un giro definitivo en su vida bogotana.
La consolidación: del Magazin a la Productora
Para 2021, la calma le permitió a Isbentos desenterrar y nutrir ESE Magazin. Comenzó rastreando artistas en su natal Trujillo, pero la distancia entorpeció el flujo. El proyecto echó raíces profundas al enfocarse en el fermento de Bogotá. La acogida fue un eco ensordecedor. Si bien al inicio el lente abarcaba todos los géneros, pronto la conexión fue innegable: el hiphop. Al enfocar la mira en esta cultura, el feedback positivo se multiplicó, abriendo las puertas a eventos y a una red de colaboradores entusiastas.

De manera paralela, la espina de la Producción Audiovisual, la que no pudo estudiar, se convirtió en fruto. Mentores como Norman Karin, Javier Sáenz y, por supuesto, Armando Lozada, le entregaron las herramientas. Con esa experiencia en mano, y sumado el talento de Sidney Requena y Norvey Guerrero, la visión se expandió: nació ESE Produce, una productora que respira el mismo espíritu de apoyo al talento. La casualidad afortunada llegó en un evento de cobertura donde conoció a Pacheco, gracias a Latino Lirical, lo que culminó en un espaldarazo para el emprendimiento: equipos ganados a través de una convocatoria.

Bogotá, la ciudad que lo recibió con las manos vacías, le ha devuelto la vida transformada. Isbentos confiesa que ESE Magazin nació con la intención de ayudar a otros, pero en un giro poético del destino, fue el proyecto el que terminó por salvarlo y capturarlo. Su travesía es el relato de un artista que entendió que la verdadera obra no solo se pinta en la pared, sino que se construye, paso a paso, sobre el asfalto de la persistencia, la constancia y la disciplina.
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Gatta Negra: alquimista de la tinta y el verso
Con la sensibilidad de una visionaria, esta editora, faro y brújula de la revista, no escribe: teje universos en el tapiz del tiempo, hilando la madeja entre lo terrenal y lo onírico. Se adentra en el mantra de las letras para capturar la esencia fugaz de la existencia. Es una tejedora de sueños despiertos. Cada artículo es un conjuro, donde sus manos no escriben, sino que cincelan narrativas, uniendo la arcilla de lo real con el oro de la imaginación. El ritmo de su pluma es regocijo que se encuentra con la armonía secreta del universo, es la chamana que invoca la historia: busca la verdad desnuda de la vida y la viste con el ropaje de la alta poesía.
Su santuario es el diálogo entre la palabra escrita y el diapasón de la música. En la quietud de la noche, bajo el ojo lunar, sus sagrados cómplices de nueve vidas la observan, mientras ella da forma a la autenticidad que yace latente en lápiz, papel y tinta.
La escritura mi refugio, mi santuario.
El HipHop, mi movimiento, mi danza inmutable.
La música y el arte mi misticismo, mi brújula.
La pluma, el cuenco de mi voz, mi alma que se expresa en cada línea,
una parte de mi espíritu que se despliega.

