Sonidosis - Rock Ruiseñor (2)

Julio Jaramillo se ha vestido de chamarra de cuero en ‘Rock Ruiseñor’, homenaje que presenta Sonidosis

(Bogotá D.C., Colombia)

Por, Olugna

Cada vaso de licor es un pasaporte hacia el pasado, una caminata por los callejones de la memoria que insiste en evocar momentos que hoy se visten de recuerdos. Es un hombre de pelo blanco y de bigote gris, que en cada sorbo busca tragarse el dolor de la ausencia. Solo, en la barra del bar, rinde homenaje a la mujer con la que recorrió una parte de su existencia. Su rostro, que luce la huella del paso del tiempo, es el retrato de un amor que no regresará, pero que se resiste a morir en la vieja foto que guarda en su billetera.

Es fácil presumir que la vida para él, desde que ella no está, no volvió a ser la misma. Sin embargo, las reminiscencias de aquellos años permanecen intactas. Solitario, en la barra de un bar de la ciudad, se sumerge en el licor. Es un individuo más ―uno de tantos― que busca distraer los estragos del amor en la bohemia, que encuentra en cada canción el refugio donde puede abrazar el recuerdo. En la tarima, una banda de rock, inyecta el veneno que le hacía falta a una noche de melancolía.

Es un toque ―uno de tantos que inundan las noches bogotanas―, un concierto en el que tres jóvenes abren el cofre del legado que dejó un ruiseñor en las radios del continente en la década de los 50, para demostrar que la música ―al menos aquella que no es desechable― suele transformarse para llegar a otros oídos. En la tarima, el recuerdo de Julio Jaramillo, ha sido retratado en forma de rock ‘n’ roll.



El hilo narrativo de la pieza audiovisual es la nostalgia y el tiempo. Así se percibe en el rostro del protagonista, en la interpretación que hace del dolor; en los tres chicos de Sonidosis que se han tomado la tarima, en las cuatro canciones con las que rinden homenaje al Ruiseñor de América; en la memoria de Julio Jaramillo, en su capacidad de sacudir el dolor que deja el pasado, aunque en esta ocasión, la banda bogotana las haya vestido de riffs y voces rasgadas en ‘Rock Ruiseñor’. 


Por un instante, el dolor del protagonista, se transforma en la euforia que se desprende al escuchar cada una de las canciones. Si bien, el sonido de las mismas, adquiere otros matices en la adaptación de la agrupación, la angustia de sus líricas permanece intacta. El hombre, que hace unos instantes pretendía borrar a una mujer de la memoria con cada bocanada de tabaco, ahora es un adolescente de pelo blanco que baila al frente de la tarima. El solitario que intentaba embriagarse en la barra del bar, ahora toca una guitarra imaginaria, tratando de rasgar los recuerdos en los riffs afilados de Jorge Gutiérrez.


El concierto recreado en el video de ‘Rock Ruiseñor’ es una metáfora del paso vertiginoso del tiempo: ‘No me toquen ese vals’, pasillo que se ha paseado por las cantinas desde 1955, en el homenaje de la agrupación liderada por Leonardo Rojas y Jorge Gutiérrez, es acelerada y estridente; el lugar del piano de ‘Te Esperaré’, en el medley propuesto por Sonidosis, ha sido ocupado por una guitarra eléctrica que espera paciente su momento de estallar; ‘Reminiscencias’, interpretada originalmente por la voz cálida de Julio Jaramillo, es un dúo vocal y sombrío que recita las líneas de una lírica desgarradora; el desahogo tranquilo de ‘Que nadie sepa mi sufrir‘, ahora es una catarsis desaforada y de efectos que acompañan su melodía.



El bar dispuesto como el escenario de la historia narrada en el video, es una representación atemporal en la que ha coincidido, alrededor de ‘Rock Ruiseñor’, la sabiduría de generaciones anteriores y el ímpetu de los más jóvenes; la poesía de las canciones de amor y desamor de mediados del siglo XX, con la visceralidad que el rock ‘n’ roll suele recrear el dolor. Sonidosis, en cinco minutos, ha logrado extender los pasos de Julio Jaramillo a un género que ―en silencio y sin admitirlo― ha honrado la memoria del Ruiseñor de América en sus noches de bohemia.

Ha sido una noche intensa para el hombre de pelo blanco, bigote gris y candonga, que hace unos minutos se entregaba al licor. El rock, esta noche, le ha mostrado una forma diferente de recordar sus años felices. Su cuerpo, quizás, no resista una descarga de adrenalina de guitarra, bajo y batería; pero podemos presumir que la bohemia, hoy fue un tributo a la memoria.


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