Llorar por un solo ojo, escritor por Andrés F. Ortiz G, es el texto que presenta el libro Ojos Heridos: miradas populares sobre la crisis en Colombia y Brasil, publicación realizada por el Curso Popular TF Livre, Como La Cigarra Radio –Plataforma Comunicativa Popular y otros colectivos, la cual recoge diferentes miradas re-creadas en barriadas de estos dos países latinoamericanos.
(Belém do Pará, Pará, Brasil)
Por, Andrés Felipe Ortiz Gordillo
Estos días no han sido fáciles. Desde el 28 de abril por la noche comencé a recibir por las redes sociales imágenes terribles de mi país, Colombia. En un video se ve un grupo de jóvenes corriendo por una calle. En el costado derecho de la pantalla, un grupo de policías blindados hasta los dientes por sus trajes de seguridad. Un fogonazo sale del arma de un policía y casi inmediatamente un joven que va corriendo cae al suelo. Un humo blanco espeso se toma ahora la imagen. Algunos jóvenes huyen de esos matones que se hacen llamar “fuerza pública”, de sus bombas aturdidoras, de sus gases lacrimógenos. Un pequeño grupo se acerca al caído, lo levantan, se lo llevan porque todavía está vivo. Ahora los policías van llenando la pantalla, mientras un último joven devuelve con una patada uno de los gases que han utilizado para dispersar una movilización que, hasta la llegada de la policía, había sido pacífica.
Hay en estas imágenes una gran metáfora de lo que nos ha tocado vivir a los colombianos desde hace siglos: una vocación popular permanente por aparecer en el espacio público para reclamar los derechos que se nos han negado. Y una reacción desproporcionada del poder por desaparecer con sus humos y sus balas estos reclamos legítimos. Pero siempre hay más que lo que dejan ver esas imágenes infames. Como cuentan los amigos que están en la primera línea, antes de la represión estaba la fiesta, una algarabía general en la que los jóvenes son protagonistas. Pero, “¿qué es lo que quieren estos jóvenes?”, se ha preguntado el escritor William Ospina en su Carta para Puerto Resistencia. “Pues lo que quiere todo pájaro: poder volar y cantar; lo que quiere todo río, poder seguir su camino; lo que sueña toda vida, celebrar el mundo, merecer un destino, disfrutar de este breve tiempo que nos dieron…”
“Les encanta llorar por un solo ojo”, dijo una congresista del partido de gobierno, muy de ultra derechas ella, criticando un debate realizado en el Congreso de Colombia en oposición al mal gobierno de Iván Duque y su sombra, ese criminal llamado Álvaro Uribe Vélez. Era un debate sobre las víctimas que venía generando la represión Estatal y de policía, ejecutada sobre los manifestantes del paro nacional iniciado un mes antes. La senadora se refería a las por lo menos 65 personas que, al 31 de mayo, habían sufrido agresiones en sus ojos por parte de aparato policial del Estado, en el contexto del estallido social que se generó en el país por las políticas abusivas que el mal gobierno quería imponerles a los ciudadanos. La senadora se quejaba de que la oposición solo estaba viendo los 3.789 casos de violencia policial reportados, las 45 personas asesinadas, las 1.649 detenciones arbitrarias, las 25 agresiones sexuales y un número aún no determinado de desapariciones forzadas (se habla de más de 100 casos) cometidos por las fuerzas de represión estatal, según las organizaciones de la sociedad civil que han hecho seguimiento al uso de la fuerza pública contra los manifestantes colombianos.
Es difícil vivir una rebelión desde la distancia. Es la primera vez en este año y medio que llevo viviendo en Belém do Pará, ahora mi casa, que me siento extranjero. En esta Amazonia inmensa tengo mis ríos y mi selva. Hacen falta las montañas, pero sé que estas aguas que hoy me bañan también vienen de los fríos Andes donde nací. Y esa extranjería maltrecha de estos días tiene que ver más con la nostalgia de no poder estar en la primera línea acompañando a los y las jóvenes que hoy defienden su vuelo y su canto y su camino, que también son míos.
En esta retaguardia del mundo que es la Amazonia también hay gente que muere buscando su vuelo y su canto y su camino, y eso paradójicamente me hace sentir menos extranjero estos días. Porque aquí también el fascismo apunta a los ojos. El fascismo cuida muy bien los ojos de sus seguidores y les produce telenovelas, telenoticieros, espectáculos. A los ojos de los que quieren ver distinto les aplica una dosis especial: balas de goma que de un solo golpe acaban con córnea, pupila, iris. El ojo estalla, y en ese estallido como de Big-Bang nace una nueva mirada.
Este libro, Ojos heridos, es una respuesta colectiva y popular a ese intento del fascismo por cerrarnos los ojos, por callarnos la boca, por dejarnos sin aire con sus pandemias globales. Es también una respuesta a ese intento por pretender hacernos extranjeros en nuestra propia tierra. Nos dejan sin casa y ahora nos quieren dejar sin calle. “Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas”, gritamos hoy los y las jóvenes en toda América Latina. “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”, gritan las mujeres en los montes, en las selvas, en las ciudades.
Ojos Heridos – Olhos Feridos | Lectura en línea
Por: Como La Cigarra Radio