(Bosa, Bogotá D.C., Colombia)
Crónica y fotos: Olugna
Son chicos aún, no alcanzan la mayoría de edad. el Rock ‘n’ Roll llegó a ellos por caminos diferentes a los que usó para convencer a los jóvenes de los 80’s y 90’s, quienes más allá de un gusto musical, encontraron en el Rock una convicción que habría de acompañarlos de por vida. Así ha sido, muchos de los adolescentes de entonces ―aunque ahora vistan de camisa y hayan perdido cabello―, son portadores de un legado que buscan heredar a sus hijos; que desean prolongar más allá de su propia existencia.
Es la primera agrupación del festival. A través de sus integrantes ―tres tímidos pelados de 14, 15 y 17 años― el Punk extiende sus pasos y comienza otro relato que prolonga su existencia y agrega páginas a esa historia que escribiera sus renglones iniciales en los podridos ochenta y ha logrado ―con más resistencia que apoyo― dejar su propia huella y entregar un legado para las nuevas generaciones.
Kevin Amaya, detrás de la batería, hace también las segundas voces; Juan David Bustos, desde la guitarra eléctrica, se encarga de la melodía y de los riffs; por su parte, Luís Rodríguez, marca el pulso con su bajo, al tiempo que asume la responsabilidad de ser el frontman de la agrupación que se formó en un colegio el 14 de septiembre de 2022 bajo el nombre de Rechaxo.
El tiempo para Rechaxo es corto, el reto para la agrupación emergente seleccionada para abrir el escenario de la vigésimo sexta edición de Bosa La Escena del Rock es enorme. En media hora de concierto, el power trío formado en la localidad, ofreció un abrebocas de lo que puede ser una larga historia en Rock nacional. Por lo pronto, me quedo con lo expresado por Julián Pinzón, fotógrafo de Colonia Records: «Hay Futuro».
Esta edición de Bosa La Escena del Rock, además de los imprevistos que debe enfrentar un festival público, superó diversas dificultades que amenazaron su realización: cambios en la fecha y lugar del evento, modificaciones en el cartel y críticas acerca del manejo dado por la organización, dejaron algunas inquietudes durante las semanas previas; no obstante, el sábado 17 de diciembre, demostró que vale la pena renovar procesos, asumir retos y buscar nuevos aires para los proyectos con vocación comunitaria.
La tarde apenas comienza. La tarima del Parque Betania, es cubierta por una atmósfera densa recreada por los sonidos del Death, género que ha dejado a lo largo de su historia un legado que ha seducido a diferentes generaciones de músicos ―los de antes y los de ahora― a producir trabajos musicales que han hecho de Colombia un territorio donde el Metal se ha convertido en ese vecino que, en medio del estigma que aún persiste, se ha ganado el respeto de la comunidad.
Doce años anteceden la historia de Round Up Ultra, segunda agrupación en ocupar la tarima de Bosa La Escena del Rock. El tiempo no ha pasado en vano para la banda formada en la ciudad de Bogotá. Así se manifiesta en la tarima; así lo comprende el público que presencia un concierto permeado por la presencia del Death Metal.
A diferencia de Rechaxo, Round Up Ultra, ha enfrentado las dificultades de una escena donde las críticas son abundantes y el apoyo muchas veces es insuficiente. Con tres producciones musicales y una lista extensa de escenarios, la agrupación conformada por Lisandro Silva, Edward Barrera, Pablo Niño y Jorge Medina, da cuenta de la experiencia que ha acumulado a lo largo de un poco más de una década de trayectoria.
Son las cuatro de la tarde, el sol se ha encargado de calentar el asfalto que cubre la cancha; las agrupaciones, han hecho lo suyo con el ánimo de los asistentes. Esta edición de Bosa La Escena del Rock, ha llamado la atención de los más jóvenes. Chicos que aún no alcanzan la mayoría de la edad, se acercan ―algunos por primera vez― a los sonidos más extremos de la música; otros, con sus rostros pintados y vestidos de negro, recogen los pasos de aquellos “veteranos” que atravesaban la ciudad para recorrer, de festival en festival, el extenso repertorio metalero nacional.
En la tarima, tres músicos son los encargados del tercer concierto de la jornada bajo el nombre de Age of Reborn, agrupación de Groove Metal que, en siete años de trayectoria, ha superado cambios en su nómina y la interrupción de su segundo trabajo musical por motivos de pandemia.
Sus integrantes actuales, ‘JD Reborn’ en la guitarra; ‘Sobce’ desde la batería y ‘Reivaj Onerom’ en el bajo y la voz, dan un repaso por el repertorio que han logrado componer desde su formación en 2015, el cual incluye canciones de su álbum homónimo y adelantos de ´T.I.O’.
Hijo del Metal, agresivo, desaforado y sin censura, el Thrash ha logrado trazar su propio rumbo en el basto camino de los sonidos extremos del Rock. En Colombia, llegaría a través del intercambio entre los primeros coleccionistas de las metrópolis; en Bogotá y otras capitales, se ha convertido en una expresión más del barrio, siendo ese otro relator de una cotidianidad permeada por la injusticia, la corrupción y la violencia. La furia es la columna vertebral de su sonido y la génesis de sus canciones.
Son las cinco de la tarde, el cielo aún se encuentra despejado. A diferencia de otros festivales, Bosa La Escena del Rock, dejó libre acceso al público. No hay policías. Alrededor de la cancha, el Metal comparte con los niños que juegan en los inflables, con los vecinos que ―con más curiosidad que fascinación― dan un vistazo a la puesta en escena de las agrupaciones y con asistentes de diversas edades que presencian una a una las presentaciones.
Fabio Molina, Leandro Muñoz, Rodrigo Téllez y Cristian Cortés, inician su concierto. El sonido de Steelbreath es vertiginoso y es permeado por la ira que transmite el Thrash. Entre canciones, es posible reflexionar sobre el papel que ha cumplido el Metal en las localidades. Quizás, para algunos, no ha dejado de ser ese vecino incómodo; sin embargo, con el tiempo, ha logrado involucrarse de manera directa con procesos comunitarios. Con los años, los metaleros, se han abierto un espacio en cada cuadra, en cada localidad.
La noche está cerca, pronto llegará la oscuridad. En la tarima, cuatro mujeres unidas por la blasfemia, abren «las puertas de este infierno» para que los demonios internos ―huéspedes habituales del individuo― acerquen a cada ser humano a su versión más honesta y menos aceptada.
Estética y música, crean un performance que llama la atención. ‘Janis Aghory’, ‘Tenebris’, ‘Yathur-Ea’ y ‘Raghana’, coincidieron en el Black Metal en 2006 para dar forma a Fedra, proyecto cuya esencia busca que el ser humano acepte su frágil condición y reconozca que la lujuria, el delirio, lo profano y otros “pecados” forman parte esencial de la existencia.
Con cuatro producciones musicales, Fedra, según afirman sus integrantes, es la «primera banda de Black Metal de Colombia y Suramérica conformada únicamente por mujeres».
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