«You only live once, but I feel like dying everyday»
‘DYING EVERY DAY’ (POISON THE PREACHER FT. SANGUISUGABOGG)
Por: Olugna
Despertar no significa estar vivo. Respirar no es una señal de vida, sino una rutina que se desangra con cada día: sin rumbo, sin sensaciones. Las heridas no son el símbolo que nos convierte en héroes de una guerra llamada existencia. Son simplemente agujeros que no paran de drenar sangre y erosionan todo aquello que consideramos sagrado e intocable. El dolor, con la carga que conlleva la cotidianidad, ha dejado de ser ese maestro que nos hace más fuertes. Apenas aguantamos. Solo se vive una vez, pero la vida, desde hace mucho, sabe a muerte.

«You only live once, but I feel like dying everyday»
‘Dying Every Day’ está escrita desde la descomposición de una mente que se deshace a sí misma cada día. No busca compasión. Sabe que la esperanza está extinta para un individuo desgastado, en este caso, protagonista, único testigo de su ruina y narrador de su propio relato. En la canción que nos presenta Poison The Preacher en compañía de Sanguisugabogg, no vamos a encontrar frases inspiradoras que intentan convencernos que hay que caer para levantarnos; tampoco, metáforas que nos lleven a la redención. Es fría, cruda y así nos es presentada sin anestesia, sin filtros.
«What the fuck did I do to myself?
I lived in heaven / Now I suffer in hell»

Con la colaboración de la agrupación estadounidense Sanguisugabogg, Poison The Preacher fusiona la arquitectura milimétrica del death metal con el filo directo del hardcore, para ponernos de frente con una canción oscura y rabiosa. Los riffs de guitarra arremeten, la batería perfora y la voz escupe la frustración de aquel que ya no tiene nada que perder y que ha dejado de creer en todo: en los otros, en sí mismo, en la vida.
La letra disecciona los síntomas de una vida emocional arrasada: «No motivation, you took it from me / I can’t keep moving on anymore». No son líneas ligeras. Son un último instante de lucidez mientras todo lo demás se desmorona. Incluso el recurso del silencio —cuando la música cae por un instante antes del breakdown final— tiene la función de acentuar la ausencia. Como si todo lo que queda después del final abrupto fuera la nada.
«Everything feels like a burden
Nothing I say ever matters»
Este es el tercer tema de ‘Vs The World’, álbum que disfraza sus intenciones. Desde ‘Future Tense’ hasta ‘Us Against the World’, es un enfrentamiento directo con todo lo que intenta doblegar, deformar o vaciar al individuo. Pero, a diferencia de otras propuestas del género que apelan al ruido como resistencia, acá la violencia está compuesta con propósito, cada track tiene identidad propia y configura una narrativa sólida, donde el YO resiste, grita y arde, al tiempo que sabe que no hay salvación.

En ese sentido, ‘Dying Every Day’ funciona como el punto más visceral del álbum: no por ser el más rápido o el más ruidoso, sino por dejar al desnudo la fractura que otras canciones apenas insinúan. Acá no se lucha contra el mundo desde la fuerza, sino desde la desesperación de quien ha sido traicionado, abandonado y reducido a su sombra. «The only thing I need from you / is the only thing that you wouldn’t do for me»: hay pocas líneas que definan con tanta precisión la decepción total.
‘Vs The World’ no busca aceptación ni pertenencia ni redención. Su terreno es el conflicto, su lenguaje es la violencia emocional convertida en música. Pero no se trata de una violencia vacía: lo que hay detrás es una construcción lúcida del malestar, del hartazgo, del rechazo a la hipocresía de un entorno que exige estabilidad emocional mientras deja que te pudras por dentro.
Poison The Preacher ha parido un disco que no se canta, se sobrevive. Y ‘Dying Every Day’ es su herida más visible.
Sobre Olugna
Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.