(Pereira, Risaralda, Colombia)
Por, Sandra Brand
—Uffff, ¡por todos los cielos! Qué cansancio tan enorme traigo, fue un vuelo muy largo —les dijo Aby a sus amigos al llegar.
La ciudad estaba apesadumbrada con un aire de agonía que no se conocía, sin transeúntes que corren como si el tiempo marcara el momento de la muerte, sin carros en filas estornudando sus humos grises, sin sonidos ensordecedores de bocinas, sin los millones de gargantas que vociferan a diario la venta de uno y mil artículos, sin los semáforos que parecen apurar la vida cotidiana en tres colores; la ciudad se encontraba apacible pero deshabitada, hasta los árboles habían detenido su danza contra el viento, no era un sábado normal, se respiraba una tensa calma, sólo se escuchaba el gorjeo de los ratones del cielo, sólo de ellos se veía movimiento, sólo ellos habitaban los espacios en parvada exhibiendo tranquilamente sus plumajes grisáceos con visos plateados; otros, sus blancos como el nácar, semejante a los moluscos del mar y los negros, los ocres, los cafés.
En la plaza, el demonio del medio día iluminaba a Chilly Willy, un joven pichón que se creía iluminado y a Claudio, líder de los ratones del cielo. Ariel y Dory enamorados y por tanto felices no sentían la vida, se perseguían uno a otro dándose vueltas y trayéndose ramas y palitos como muestra de cortejo, los demás estaban distraídos sobre la estatua desnuda de Bolívar en su caballo y ondeando la bandera de cobre; otros más, comían algunas de las pequeñas hojas verdes de los árboles de mango y los demás permanecían pensativos mirando hacia las campanas de la iglesia, preguntándose, ¿por qué hoy no habían sonado? Aby, ratona del cielo muy experimentada, compasiva, lectora y muy sociable, se descargó sobre el piso y dio gracias por retornar de nuevo, le encantaba el clima de la ciudad y de cierta forma se sentía conforme con el movimiento y estrés citadino.
—¡Ah! ¿Pero qué pasa aquí? —Dijo en voz alta Claudio, que no había amanecido de buenas pulgas.
—¿Qué pasa de qué? —Respondieron varios a su alrededor— pues, ¿es que no ven que la gente se ha marchado de todas partes, que todo es silencio, no hay ruidos, no hay esa espesa niebla sobre nosotros y sólo se ven puertas cerradas y ese aire de miedo que parece reinar en medio de toda esta soledad?
—¡Ah! Pues yo no tengo miedo —contestó Fly, desentendido— para mí es igual que siempre, serás tonto tú, la diferencia es notoria, algo ha sucedido a los humanos, no es normal que se hayan marchado o estén encerrados en sus casas. Chilly Willy, el iluminado, con voz burlona, dijo, —pongan atención, ni la música horrible que suelen escuchar se siente. —Umm, respondió Aby, es cierto, y pensándolo bien, antes de llegar aquí, hice unas cuantas paradas en otras plazas y todo estaba igual, algo está sucediendo.
Fly se apuró a decir, —¡Ay no!, ya van a empezar a reflexionar sobre todo y a filosofar sobre por qué una hoja se cae de la rama, por qué los humanos les hablan a estatuas de rodillas o por qué en las noches vemos platos enormes que vuelan sobre nosotros, ¿no se cansan acaso? Me aburren con tanta palabrería —Aby ignoró las palabras de Fly, después de todo él vivía sin preguntas, sin por qués, le era igual una explosión frente a su casa que otra a kilómetros, a menos que a él mismo le causara daño, seguramente el hecho de que los humanos estuvieran ausentes, confinados a vivir en esa quietud a la que no estaban enseñados, le era indiferente.
Iban y venían las madrugadas y las noches, el estruendo de muerte, de escasez, preocupación y miedo se escuchaba en todas partes, Claudio era más inquieto, entonces convocó, —¡vengan, vengan todos! En verdad llevamos 11 días así, ayer yo estaba en otro parque, allí donde está el enorme árbol de acacias amarillas, me gusta ir porque siempre viene el pequeño niño a tirarnos granos de maíz para atraernos y contemplar nuestro plumaje y vuelo, pero no estaba, me posé entonces sobre la rama que está cerca de la casa con techos rojos, aquella que sobre sale a todas, quizás es por su música, no es la misma de la plaza, a lo mejor es por la gente que vive allí, suelen ser tranquilos y amables, ¡en fin! los escuché hablar que lejos, en otro país, habían muchos muertos, que una enfermedad terrible estaba azotando el mundo y como consecuencia todo iba a cambiar, hasta discutían de si la enfermedad esa era natural o producto de una conspiración para modificar la economía y cambiar los sistemas sociales que determina toda la vida, y que pronto llegaría aquí, además, ¡ojo! que debían quedarse en cuarentona porque debían protegerse.
—¿En cuarentona? ¿Qué es eso? —preguntaron a coro Ariel y Dory.
Aby respondió, —cuarentona es una humana que ha llegado a los 40 años.
—¿Ah sí? ¿Entonces los humanos se deben quedar con una cuarentona para protegerse? Es posible que esa sea la cura para la enfermedad de la que hablan —dijo Aby.
Chilly Willy sonrió tan fuerte que todos voltearon a mirarlo, parecía estarse burlando nuevamente, —ustedes que tanto saben de todo, no saben nada —dijo—, yo lo que escuché decir al relojero que siempre se sienta por aquí es que la cuarentona se trata de quedarse todos viendo la televisión y nadie puede salir, Dory, la más tierna y amigable, preocupada, asintió, —oh ya, sí, eso debe ser porque yo también escuché que los humanos tienen prohibido salir, que de ahora en adelante tendrían que inventar nuevas formas de ver a los otros, de trabajar, de estudiar y relacionarse, porque incluso no pueden abrazarse, no pueden visitar a nadie, no pueden reunirse en parvadas como nosotros aquí y por eso las calles deben permanecer vacías, ya no les vamos a volver a ver, ¿quién va darnos maíz en los parques y plazas, a quién vamos a bendecir con nuestros excrementos y quién nos va a corretear sobre los adoquines?
Fly a regañadientes respondió, —no necesitamos a los humanos para nada, ellos lo único que hacen es intentar matarnos, o ¿acaso no recuerdan que estamos aquí porque nos han hecho emigrar de varios lugares y que antes de quedarse con la Cuarentona nos echaron de la cúpula de la catedral y nos colocaron insecticida sobre las estatuas para que no nos posemos sobre ellas? para los humanos somos ratones con alas y les importan más sus monumentos que la vida, imagínense no más, están hablando de una tal Economía, debe ser otra mujer parecida a Cuarentona, igual de mala, porque dicen que al gobierno le importa más ella que la salud y que por la mala Economía no habrá comida para la Cuarentona. Yo no entiendo, si la Cuarentona es mala también, ¿para qué le quieren dar comida? Deberían dejarla que se muera de hambre y así se quitan el problema.
Aby y Claudio reflexivos se fueron a recorrer otras plazas y parques, comentaban entre ellos el hecho de que los humanos cubrieran sus bocas y narices como a veces suelen salir los perros y de cómo sus saludos pasaron de ser efusivos abrazos a un simple guiño de ojos detrás de las máscaras, en verdad Cuarentona y Economía parecían peligrosas.
—Claudio, —dijo Aby— he estado mirando la Cuarentona de aquella casa, ella se despierta, prende la televisión blanca, habla con otros humanos. Hacen rutinas de ejercicios entre ellos. Después prepara alimentos mirando de nuevo la televisión blanca. Limpia, limpia y limpia, habla con los niños que parecen tenerla medio loca porque no se sientan delante de la caja blanca, después ella misma se sienta delante de la televisión blanca y también desde ella habla con otros niños. Esa caja blanca parece serlo todo para ellos, ¿Qué crees tú que hacen tanto, es posible que hayan cambiado la caja negra por la blanca, debido a la Cuarentona?
Claudio se quedó callado por unos segundos y respondió, —esas deben ser las clases y el trabajo virtual, ¿¡Clases virtuales!? ¿A eso le que llaman teletrabajo y tele estudio? Sí, Aby, exactamente eso debe ser.
Ariel y Dory que habían recién llegado de otro parque, se sumaron a la conversación. —¡Aby, Claudio! Nosotros leímos en el periódico de hoy que los papás no estaban de acuerdo con el tele estudio o educación virtual porque eso no sirve para nada, aseguran que ya es mala de forma presencial y no imaginan lo que será a distancia, yo estoy de acuerdo con ellos, si no pueden entenderse viéndose a diario, ¿cómo lo van a lograr desde una pantalla? Ahora si el mundo se va a poner peor, porque yo he escuchado que la educación es de las cosas más importantes para los humanos.
Ariel atento y callado escuchaba a Dory, estaba enamorado de ella y pensaba que por suerte la Cuarentona de los humanos no perturbaba su relación, aun así tenía que decirlo. —Dory, yo no estoy de acuerdo con lo que dicen los papás ni tú, antes de mudarme contigo, yo vivía en un palomar, Edna, la hija de la dueña de la casa y de mi palomar, todos los días a las 10 en punto, colocaba plátanos maduros para mí y me cantaba canciones; en unos días no vino más, y yo, preocupado, entré a la casa para saber qué le había pasado, entonces vi que ella había tomado clases por medio de esa caja blanca y era la razón por la que ya no salía a cantarme, ¿y saben? ella ahora es la que da clases desde aquella casa. —Entonces señaló la casa de techos rojos, la casa que resaltaba sobre las demás quizás por su música o por su gente.
Juntos, Aby, Claudio, Ariel y Dory volaron hacia otra plaza, allí estaba Fly y Chilli Willy; después de saludarse cortésmente, empezaron a hablar, Fly se había dado cuenta que la Cuarentona no era buena, había escuchado que todos se quejaban de ella, unos decían que la maldita Cuarentona les prohibía trabajar por eso la gente iba a morir de hambre; que la Cuarentona les prohibía estudiar por eso se iban a quedar burros; que la Cuarentona les prohibía salir en las noches y divertirse por eso se iba a enfermar de estrés; que la Cuarentona les ordenaba un poco de reglas no imposibles de cumplir, pero sí muy aburridas. —¡Ah! Qué mujer horrible será esa —dijo—, aunque digan que son lindas, yo no quiero una así.
Mientras tanto, Claudio escuchó algo que le gustó mucho, y comentó, —a mí no me parece tan mala. Por la Cuarentona los músicos están tocando conciertos gratis trasmitidos en vivo por la caja negra y la caja blanca, así los humanos podrán ver y escuchar algo mejor que lo que oyen de la caja musical; los museos ofrecen paseos virtuales, así los humanos conocerán bellas obras de arte que hicieron sus antepasados en todo el mundo; las bibliotecas han dispuesto sus libros en línea para acceso de todos, así los humanos podrán leer más que los periódicos con horribles anuncios; y qué decir de las redes sociales, algunos humanos que las ignoraban, han visto la necesidad de conectarse a ellas porque les acerca a sus seres amados, amigos y personas en otros lugares remotos de las que no sabían antes, entonces no creo que sea tan mala como lo menciona Fly, sólo hay que ver todos los puntos de vista. Fly, menos positivo, aseguró que eso se podía hacer desde antes, que no era una novedad y que ya muchos humanos lo ponían en práctica, Claudio repuso —es muy cierto; sin embargo esas conexiones no las establecían todos. Escuché decir a muchos que no les gustaba hablar por otros medios que no fueran personal o por teléfono, que no sabían usar las cajas blancas, que a ellos la tecnología los atropellaba y que eso se lo dejaban a los más jóvenes, y ¿qué pasa hoy? Mírenlos a casi todos, desde los más pequeños a los más grandes, deben usar lo que ellos llaman tecnología para comunicarse, trabajar y estudiar, incluso en la casa del techo rojo, escuché decir que la vida se podía tornar más cómoda sin las molestas filas para pagar cuentas, porque todo se podía hacer desde la caja blanca.
Aby había estado muy callada, de pronto rompió en llanto; —¿qué te pasa? —le preguntaron? Ella entre sollozos respondió —Claudio, tú hablas de las ventajas de la caja blanca, está bien, todo lo que sea difusión del arte, música y lo que alimenta el espíritu debe ser público, pienso que los humanos serían mejores si tuvieran acceso a mejor educación, así no escupirían en la calle, no tirarían basuras en cada esquina, no contaminarían tanto la tierra de todos y hasta no tendrían que enojarse con Economía. Sin duda, los cambios tienen efectos positivos y los humanos siempre se las han ingeniado para sobrevivir, pero, es muy triste que la vida de ellos se limite a una caja, desde ella no se puede oler el aroma de las flores, no se puede contemplar el movimiento de los árboles que se mueven con las ráfagas del viento, no se puede percibir el sonido del agua en sus caudales como canto renovador, sentir el frio de la luna sobre la piel y ver cómo sus rayos te atrapan como un espejo mágico, ¿a quién iluminará el sol? ¿Quién así sentirá la tibieza de una antorcha y de una fogata? Por más que se comuniquen por las tales redes, ¿a dónde irán a parar los abrazos, los besos? Se volverán inhumanos, autómatas, robots manejados a controles remotos por otros iguales que ellos, —aseguró la melancólica Aby.
La escena se quedó así, los ratones del cielo se quedaron pensando, no necesitaban a los humanos, pero los consideraban hermosos, aunque sustituían arboles por rascacielos. La mayoría de ellos con sus manos y sus mentes, hacían maravillosas cosas.
Habían pasado ya veintiún días y los humanos no regresaban, a veces se veía uno que otro, pero rápidamente volvían a esconderse, Claudio solía posarse en las ventanas y cerca de las casas para descubrir más motivos del encierro de los humanos y sólo hablaban de Cuarentona, Pandemia y Economía; —es raro —se dijo— en algunas casas hay varias Cuarentonas, y ¿Pandemia? A ella no la he visto, pero seguro es más peligrosa, porque dicen que se ha expandido por todo el continente, que ha matado a muchas personas, que millones y millones están contaminadas y que a causa de ella los países están quedándose pobres, que Economía está horrible porque no hay plata y amenaza a todo el mundo, ¡um! Ahí están pintadas las chicas, sino hay plata se enojan y lo dejan a uno; debemos hacer algo —expresó, quedándose pensativo y agregó— no me gustan las calles desiertas, la ausencia de humanos, y esta aparente calma que aterroriza, ¡oh gran Hacedor de humanos y ratones del cielo! ¿qué hacer?
Claudio, sin pensarlo mucho, se paró en la mitad de la plaza —¡Atención! ¡Atención!, se convoca plenaria de todas las familias de ratones del cielo, en vista de que los humanos tienen problemas con la Cuarentona y la Pandemia. Nuestro deber es ayudarlos ya que somos una especie muy cercana a ellos.
Rápidamente hubo romería, vinieron las palomas grandes y pequeñas, las grises, las cafés, las blancas y doradas. Escuchaban atentas, pero no entendían, Chilly Willy preguntó, —Claudio, ¿qué es lo que vamos a hacer? Esas tales Cuarentona, Pandemia y Economía dicen que son peligrosas, que han matado a muchos humanos y que tienen el mundo en jaque, ¿cómo vamos a enfrentarlas? Ni los humanos mismos saben cómo combatirlas, ellos que hablan con la gente que viene en los platos de luz, los mismos que fueron a la luna, los que son capaces de matar un río, los que han asesinado a miles de otros humanos en sus guerras. Si ellos no han podido con tres, ¿cómo lo haremos nosotros? —Claudio se rascó la cabeza en señal de preocupación y les dijo, —sí, eso lo sabemos, pero para eso estamos aquí.
Theo, un ratón del cielo que casi nunca hablaba y adoraba pasar sus días en los ventanales de la universidad de la plaza escuchando los debates sociales y filosóficos de estudiantes y profes, rompió su silencio, e interrumpió; estaba muy preocupado, pues los ratones del cielo, como los humanos, siendo tan inteligentes, leían el mundo a través de malas interpretaciones y actuaban de acuerdo a ello, le estaban llamando cuarentona a cuarentena y además las consideraban mujeres malas, al igual que a economía y la pandemia; así, jamás podrían encontrar soluciones adecuadas y seguirían volando sobre un cielo comandado soló por enormes aves de rapiña; se confirmaba la frase humana: “quien no lee está condenado a creer lo que dicen los demás”.
—¡Perdón, perdón a todos ustedes! saben que no me gusta entrometerme en nada, pero todos ustedes están muy equivocados, los humanos no están peleando con Cuarentona y Pandemia, dos mujeres peligrosas, permítanme les explico, no es cuarentona, es cuarentena. C u a r e n t e n a no es una mujer, es un estado en el que entraron los humanos para protegerse de la pandemia, que tampoco es una mujer sino una enfermedad, algo que no vemos, pero que causa muerte en todos los países del mundo, la cuarentena los obliga a mantenerse confinados; es decir, encerrados para evitar contagiarse entre ellos y combatir la pandemia. La cuarentena obliga a los humanos a comunicarse y a hacer las cosas de forma diferente, porque no pueden salir, es por ello que se les ve trabajando y estudiando desde las cajas blancas, incluso se deben divertir de la misma manera; su más grande preocupación es la economía, quien no es otra mujer mala. Economía es un estado que rige sus sistemas políticos y sociales, y que se ha visto afectada por la pandemia y la cuarentena, pues muchos humanos no pueden salir a trabajar ni comprar cosas para sostenerla, por tanto, si la economía está mal, todo está mal, porque es la que representa todo lo que son.
Chilly Willy preguntó —¿y es que los humanos sólo viven para trabajar y comprar, no tienen algo mejor para vivir a plenitud?
Fly que odiaba racionalizar se quedó pensando. Aby, apenada por la confusión, explicó que entonces todo se trataba de un mal entendido. Claudio también ofreció disculpas porque fue él quien escuchó mal la palabra desde el inicio, los demás ratones del cielo ahora estaban entendiendo mejor y todo tenía sentido. Con las aclaraciones vino un gran silencio, ya no era tan sencillo enfrentarse a tres mujeres enojadas como a tres situaciones complejas y delicadas, después de todo cuando podemos ver y tocar, conocemos la cara del enemigo y cómo enfrentarlo, en este caso cuarentena era incipiente por tanto compleja de entender, pandemia una diáspora, invisible, ruidosa y feroz, y economía una diatriba.
En parvada, las palomas de las plazas y los parques cruzaron el cielo, desde la altura, miraban la tierra y los humanos, tenían pena, los cuerpos yacían solos en sus cajas de madera, sus seres amados lloraban desde la caja blanca, queriendo tocarlos y darles un último adiós; manchones de trapitos rojos se izaban en casas como símbolo y bandera del hambre, causada por la cuarentena, el hambre, o a lo mejor, por la mala economía; un nuevo conjunto de sonidos retumbaba en medio de todo el silencio de las calles, no era música, era llanto mojando las ventanas del alma, no eran voces, eran lamentos rumiando cansados sueños, no eran bocinas, eran latidos corriendo como los pies corren de la lluvia, no era preocupación, era miedo que se comía en cada cena con puntudos tenedores, se cernía una amenaza para los humanos y andaba tranquila por la calle viendo cómo todo se destruye, la pandemia entraba por puertas y ventanas como se mete el olor del pan recién salido del horno, sin remedio; por una vez, los humanos estaban hablando el mismo idioma, quizás se demoraron mucho para hablar uno más bonito, el del amor, por ejemplo.
Los ratones del cielo volaron y volaron hasta el horizonte para encontrar el sol de los venados, pues les habían dicho que detrás de él, vivía La Madre Pájaro, defensora de la libertad y madre del viento, regeneradora de paz y de la vida natural, la que podía vencer a cualquier enemigo nacido de la tierra y que sólo escuchaba la voz de las palomas; Aby y Claudio fueron los voceros ante ella, le imploraron que bajara a la tierra para pelear por los humanos, que tres amenazas caían sobre ellos, y era urgente la intervención de seres como ella; La Madre Pájaro ya lo sabía, había visto pararse la vida de los humanos y había escuchado sus quejas y sentía sus miedos.
Después de un rato y que todos esperaban por las soluciones de La Madre, los ratones del cielo regresaron a las plazas y los parques, La Madre Pájaro les había encomendado una tarea para vencer los enemigos de los humanos. Primero debían encontrar en cada humano La Caja de la Vida, de ella debían dejar salir a Espíritu Libre, Espíritu Humano y Espíritu de Fuego.
Espíritu Libre, enseñaría a los humanos que la única cárcel existente para la libertad son sus cabezas, que podían volar con autonomía hasta dónde ellos quisieran, venciendo el miedo, porque este les había hecho construir fronteras, linderos, trincheras y muros donde mantienen presos, aunque pudieran moverse libremente.
Espíritu Humano, que no es otra cosa, que todos aquellos valores universales, cardinales, principales y fundamentales que determinan la existencia, les enseñaría que la vida es móvil, que todo cambia, que los ciclos van y vienen, que nada permanece para siempre, que fenómenos ocurren unos y otros y todo ello conlleva a nuevas estructuras y había que prepararse para ellas, porque una crisis o una pandemia no será la primera ni la última, que la humanidad ha vivido estos procesos desde siempre; que debían ayudarse a sí mismos, a los demás y luchar juntos para siempre.
Espíritu de Fuego entonces encendería la luz en esa Caja de la Vida de cada humano y sabrían así, que no hay tiendas donde pudiera comprarse la familia, los amigos, el amor real, no existe restaurante donde cocinen la alegría, la fe y la esperanza, no existe centro comercial donde esté en rebajas el amor, y en promoción de “lleve dos por uno”, una puesta de sol vista con tranquilidad, o la luna llena abrazada a los que amas, pues todo lo que tiene precio es caro y todo lo que no lo tiene es regalado, así pues, aprenderían los humanos, que sólo es necesario lo que no tiene valor, y aun los que quieran de más, podrán comprar y vender, pero dejando para otros, pues a algunos les faltan pies, y llegan tarde a las tiendas de regalos.
Con la sabiduría de La Madre Pájaro, Los ratones retornaron del cielo, tenían que pensar cómo encontrar La Caja de la Vida en los humanos; podría estar en alguna parte de su cuerpo, quizás afuera de ellos, en una cuenta de banco o en un cofre o bóveda celosamente custodiada. Se pusieron entonces a investigar en dónde podría estar la caja de la que la Madre Pájaro hablaba.
Cada ratón del cielo tuvo la misión de custodiar a un humano y andar a su lado como ángel de la guarda, así pasaron semanas tras semanas y las palomas blancas y negras, las grises, cafés, plateadas y las ocres. Por fin encontraron La Caja de la Vida en los humanos, no estaba lejos, estaba más cerca de ellos que sus propias manos, Claudio, Aby, Dory, Ariel, Chilly Willy, Fly y Theo y todas las demás, por miles y millares, se posaron sobre cada humano, por ser símbolos de paz y cercanas a ellos, pudieron acercarse, hundieron sus picos sobre sus cabezas, y como la aguja de un tocadiscos, que recorre desde el exterior hacia el interior, en cada cerebro se encendió la música, era mágico, algunos humanos cantaron, otros bailaron, la mayoría de ellos sonrieron, otros lloraron de felicidad, algunos más rezaron; pero también otros se volvieron locos, gritaron, lloraron de tristeza; lamentablemente La Caja de la Vida no es irreal como la caja negra y es aún más inteligente que la caja blanca, porque guarda toda la memoria y conciencia de los humanos desde su nacimiento hasta su muerte, quizás antes y quizás también después.
Los humanos entonces recordaron la esencia de la vida, el disco seguía sonando, el pico de las palomas hendido como púa, develaba información que estaba dormida en ellos y se traducía en emociones; no en todos los casos la naturalización de las cosas se vuelve negativa y la cuarentena dejó de ser la preocupación, porque cada uno se volvió parte del otro, compañía, apoyo, fuerza y valor. Pandemia se convirtió en una razón para reflexionar, innovar, cambiar y dar el salto hacia otro mundo de formas. Economía, la más peligrosa, fue la razón, el origen, la necesidad de cambiar el lente, encuadrarlo, calibrarlo, porque al fin de cuentas todos eran víctimas y victimarios, culpables e inocentes, policías y ladrones.
Pasados los meses, a la vida humana iba retornando a la cotidianidad, volvieron a encenderse las bocinas y las luces, las calles regresaron a ser compañera de los pasos apurados, el ruido otra vez inundó la vida; sin embargo la música de los ratones del cielo, seguía reproduciéndose, seguía develándose, aunque la rutina hubiera regresado, todo había cambiado, una nueva conciencia de las cosas se impregnaba como huella en los códigos de barras, quizás, más que antes, todo tenía precio, pero también tenía un valor, ese que no se paga con dinero.
FIN
7 Comentario
Gran enseñanza en cada párrafo….la llave del saber está en la lectura
Me encantó. Me deja la enseñanza de leer, de no ser una más del montón. Me entretuvo mucho esta lectura. Felicitaciones.
Sin palabras, simplemente maravilloso.
Lamentablemente vivimos en un mundo superficial y materialista.
Simplemente la verdad. Un relato de lo más entretenido y con una gran enseñanza. La lectura abre puertas que el mundo intenta cerrarnos.
Entretenido, real, conmovedor, excelente.
El azar no existe. Acabo de terminar una novela francesa, cuya historia se base sobre la enseñanza de la lectura como aprendizaje de vida. Encuentro el mismo tema en este cuento con la pluma de una poeta mereciendo otras publicaciones. Felicitaciones.
No volveré a ver las palomas con los mismos ojos. Muy lindo y dinamica la historia