Sergio Jíménez - Mi despedida 11

Sergio Jiménez y ‘Mi Despedida’: el fin del amor retratado desde los contrastes


Por: Olugna


Nunca se tutearon entre sí. Sus expresiones de amor se limitaban a gestos cotidianos: un café para recibir la madrugada, un desayuno bien cargado para resistir una larga jornada, una bendición antes de salir de casa, una sopa al regresar. No necesitaron mostrar sus sentimientos con palabras empalagosas o con caricias en público; pero, a juzgar por los años que se extendían sus historias, nos llevan a pensar que el pilar de ellas se sostenía bajo una promesa: «hasta que la muerte nos separe». Los abuelos sí que sabían del amor, la vida y la muerte.

«Si fui feliz a su merced. Lo que usted llamó querer, hoy es frío y desalmado»


Dejando de lado las problemáticas —que no eran pocas—, este pequeño, amable y fragmentado retrato del amor de antaño entre abuelos y abuelas, en su mayoría campesinos, nos dejan de frente a relatos, quizás más bruscos, pero auténticos de lo que significaba para ellos el respeto y la vida en pareja. También, nos lleva a acercarnos a su cultura y, en específico, a sus canciones: piezas, a su manera, románticas que, sin ser sofisticadas, daban muestra de una ternura difícil de entender en una época donde el mijo ahora es mi vida, donde una tarde de café de frente a la montaña, ahora es una maratón en Netflix, donde la fotografía en blanco y negro colgada en la pared, ahora es una colección de selfies en Instagram.

Son tiempos distintos. Lo rústico se vistió de tecnología y la música tradicional, aunque no desaparecerá, ha sido relegada por el bombardeo de canciones modernas que han reducido el amor al contacto de los cuerpos. No obstante, en el contraste de los años que nos fueron contados a blanco y negro con los años de neones actuales, se ven conectados por el dolor que provoca el final.


‘Mi Despedida’, una carranga moderna que se junta con algunas texturas actuales compuesta por Sergio Jiménez, aborda el sentimiento que deja una historia de pareja que llega a su final.

El video, grabado en formato vertical y en blanco y negro, carece de una escenografía elaborada. No la necesita. La pieza, protagonizada por Sergio, se presenta como una selfie de los sentimientos que surgen de un rompimiento, en la que priman las expresiones de dolor y tristeza. Es sencilla, nostálgica y melancólica. Sin embargo, al igual que en las historias amorosas de antaño, el respeto no deja espacio para el rencor.


En la misma línea del video, la letra es sencilla y cercana a la cotidianidad: «Y es que me duele el corazón. Si le canto otra canción, no es por verme hoy derrotado» nos dice ‘Mi Despedida’, antes de continuar con el desahogo que propone Sergio Jiménez: «Ponga una de don Vicente que la borre de mi mente. Póngame una de Sabina, para llorarla con tequila».

—La escribí desde la empatía, recordando lo que sentí en momentos de dolor y desamor—, explica Sergio Jiménez.


El contraste atraviesa el concepto de ‘Mi Despedida’ y se refleja en el formato audiovisual moderno y la lírica tradicional, en el sonido inconfundible de la carranga y en la inclusión de músicas contemporáneas, en el uso del lenguaje que se ha perdido en las ciudades y en la necesidad —siempre urgente— de desahogar una pena amorosa, en la juventud del artista trayendo a la época actual el género que ha identificado el campo colombiano y que, gracias a Jorge Velosa, ha trascendido generaciones y cruzado fronteras.

‘Mi Despedida’, a diferencia de una buena cantidad de canciones de género popular, no acude al rencor ni busca revancha. Si bien la tristeza está presente, no desplaza al respeto que todos deberíamos privilegiar cuando las historias terminan.


—Fue a través de las historias de amigos cercanos que pasaron por situaciones similares que logré transformar ese dolor en fortaleza—, complementa el artista.

Al final, aunque la modernidad nos diga que la vida ahora se manifiesta a través de una pantalla, la herencia que portamos —aunque algunos no quieran aceptar— permanece intacta y buscará la manera de salir.


Sobre Olugna

Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo: complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.

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