Por, Las Letras del Poeta ebrio
Envuelta entre serpientes, cegada, confundida y algo loca, luchaba ella contra nada…
La despedida…
Es tiempo de caminar con la frustración de no luchar por lo que algún día tanto se amó. Lloro su despedida en la ausencia del silencio. No la volveré a ver, no será más que un recuerdo en una mente confundida.
La amaré en silencio en estas noches macabras. Trataré de llenar su vacío con mentiras ajenas y sueños vanos de libertad.
Dormiré en el féretro inerte de los recuerdos. Escucharé aquella melodía eterna de melancolía, escrita por un poeta absorto en la oscuridad.
Será una lágrima desesperada que brota de los ojos de satán, habitante taciturno de la soledad.
Cientos de versos, miles de líneas, todas en su honor. Letras rasguñadas por un anciano poeta que escribe un triste verso para una siniestra doncella.
Miserables letras, primogénitas de un deseo. Imágenes de momentos llenos de locura e inocencia total. Siempre estará en mi mente, siempre viva, nunca fue de nadie, nunca lo será, solo su propio verdugo.
Tributo de almas imbéciles, navegantes en un mar muerto, al espíritu sin sombra que desapareció. Delfines flameantes que fallecen, como fallecen las promesas mediocres de amor.
Sus ojos jamás perderán su brillo, aunque el viento los mortifique con imágenes conocidas. La fusión de la sangre con las lágrimas, cual lluvia incesante, inundaron la calle del olvido, y allí muere ella, sumergida en recuerdos que castigan su alegría.
Niños inquietos que jamás crecerán. Niños, siempre jugando, niños rogando a dios que no los deje vivir. Niños inquietos que jamás regresarán.
Corrió como siempre lo hizo, nunca se cansó. Huyó sin saber que aún la amaba, se marchó y nunca escuchó que siempre la esperaré.