Una vuelta de tuerca

Sheppard corría, después de haber robado ese almacén, tenía que hacerlo; llevaba esmeraldas, amatistas y un caro y precioso diamante en una pequeña bolsa.

Por, Irving Pacheco Gutiérrez

Capítulo 1. El escritor

“Bien, aquí vamos de nuevo, supongo que iré por marihuana mientras escribo, mejor alcohol, mejor ambos”.

 

15 minutos después…

 

Sheppard corría, después de haber robado ese almacén, tenía que hacerlo; llevaba esmeraldas, amatistas y un caro y precioso diamante en una pequeña bolsa. Un botín pequeño pero cuantioso, que logró sacar antes de que sonara una alarma. Sheppard quería sombras que lo ocultaran y sólo encontraba haces de luz hechos círculos. Unos matones, dueños de la luz buscaban a alguien con ella, querían ver, hallar algo, hallar al ladrón, a él.

Al final del bloque de bodegas  del que huía, tropezó con la visión de un bote amarrado al ( ______ ) a orillas del puerto, la noche lo cubría bien, pues las farolas no servían en esa zona, subió al bote y respiró con gran esfuerzo, tuvo un minuto de paz antes de que uno de sus cazadores lo enfocara con la lámpara.

— ¡Ahí está! — gritó uno. Dispararon.

“Creo no sirve, de cualquier modo, ni siquiera encuentro la palabra para la cosa con la que amarran los botes en el puerto, y ¿quién usa la palabra matones? Eso es demasiado de los setenta, pfff mala idea. Mejor empiezo de nuevo”.

Esta es la historia de un ladrón; por ahora, nos interesa la situación: está corriendo, robó gemas y se equivocó de víctima, media docena de mafiosos lo persigue por un bloque de bodegas cerca de un río, respira con dificultad y busca evitar las lámparas que con mucho ahínco lo buscan, sus dueños lo quieren, el botín es valioso y no dejarían que un ladronzuelo se los quitara con tan sólo el esfuerzo de sus piernas.

Por radio les anuncian que ha doblado hacia “la zona” un lugar donde salir río abajo para deshacerse de los cuerpos y que misteriosamente siempre tiene las farolas descompuestas, los impuestos no sirven en esa parte de la ciudad, al parecer. Ya lo tienen, sólo disparan.

“Mejor, pararé un rato e iré por cerveza”.

— ¿Entonces se muere? —

—Pero como sabré yo eso pelotudo, que escriba lo que quiera y que por mí termine la historia como le plazca—

¡Mierda! esto no es lo que yo quiero. Necesito decirle a Sheppard.

 

Capítulo 2. El aviso

— ¡Agáchate! — Gritó una voz.

Sheppard reaccionó por instinto y más que agacharse se tiró de bruces al río, “¿Qué está pasando?” Retumbaba su cabeza y una voz le alentaba, ¡Vamos! ¡Vamos!. Aún agitado, nadaba pegado al muro lleno de musgo, había una especie de flashes y sonidos sordos que interpretó primero como cañones y luego como silbidos  ya dentro del agua, “disparos” pensó con miedo y la adrenalina al mil por ciento.

—Escucha chico: quiere matarte—

— ¿Quién eres? —

— Quiere matarte, búscalo, tiene tu historia—

— ¿Qué? —

— ¿Pero de qué hablas? ¿Dónde estás?—

—Búscalo, calle Hawkins N° 31—

La voz desapareció, Sheppard se desmayaba, los perseguidores habían desaparecido por alguna extraña razón. “Tiene tu historia” se repetía en su cabeza.

Continuará…

 

Por, Irving Pacheco Gutiérrez

Alvarado (Veracruz, México)

 

 

Reseña del Autor

Irving Pacheco Gutiérrez  31 de Julio 1991. , Nace en Alvarado,  México  viviendo la mayor parte de su vida en Lerdo de Tejada, donde desarrolla el oficio de Auxiliar contable, nihilista y escritor de ocasión a raíz de una infancia interesada en libros y estudio por cuenta propia.

Autores favoritos: VIctor Hugo, Jhon Katzenbach, Italo Calvino, Anne Rice, Isaac Asimov, Thomas Mann entre otros.

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

“Tiene una enorme capacidad para transportar  al lector al  interior de la historia, y de hacer sentir eso, que en algún momento, todo escritor experimenta”.