Desde su nacimiento hasta su último respiro, Motörhead nunca fue una moda: fue una forma de vida
Por: Sebastián González Z
El 8 de mayo no se conmemora, se ruge. No se explica, se siente: Se honra con volumen, humo, cerveza en mano y los puños apretados mirando al cielo eléctrico. Es el día más ruidoso del año: El Día Internacional de Motörhead.
Este 2025, Motörhead cumple 50 años, y el mundo se detiene a su manera para rendir tributo a una de las bandas más auténticas, viscerales y arrolladoras que haya parido el rock. Desde su nacimiento hasta su último respiro, Motörhead nunca fue una moda: fue una forma de vida.

Todo comenzó en Stoke-on-Trent, ciudad obrera del Reino Unido donde, entre chimeneas y cicatrices industriales, nació Ian Fraser Kilmister, un 24 de diciembre de 1945. Allí también nació Slash, otro inmortal de las seis cuerdas, quien siempre ha confesado que Lemmy fue uno de sus más grandes referentes. Lo invitó incluso a cantar ‘Dr. Alibi’ en su disco ‘Slash & Friends’, una canción que no necesita ficción: es Lemmy hablando con la muerte como quien discute con un viejo camarada.
«I don’t do regrets. Regrets are pointless»
Lemmy Kilmister
Antes de fundar su propia leyenda, Lemmy fue parte del viaje psicodélico de Hawkwind, en la que alcanzó cierto reconocimiento como bajista y voz en temas como ‘Silver Machine’. Sin embargo, su estilo directo y su amor por las anfetaminas chocaban con el espíritu más introspectivo de la banda. Cuando fue arrestado en Canadá y posteriormente despedido, nació el monstruo. Fue una liberación más que una desgracia. Lemmy lo sabía. Y Motörhead fue su venganza.
Con Fast Eddie Clarke y Phil “Philthy Animal» Taylor, levantó un templo de ruido puro. ‘Overkill’ (1979), ‘Bomber’ (1979) y ‘Ace of Spades’ (1980) no son simplemente discos: son manifiestos del caos, la honestidad brutal y la velocidad sin frenos. ‘Ace of Spades’, con su riff como un látigo y su lírica de tahúr condenado, es quizás el mayor testamento del hard rock. Pero los músicos no se detuvieron ahí: ‘Iron Fist’, ‘Another Perfect Day’, ‘Orgasmatron’, ‘1916’, ‘Inferno’… cada álbum un capítulo, una batalla, una patada al orden establecido.
Motörhead no era heavy metal. No era punk. Era Motörhead, y punto. Lemmy lo dejó claro:
«We are Motörhead, and we play rock and roll»

Y así lo hizo hasta el final. Más de 40 años sin bajar la cabeza, sin suavizar el sonido, sin vender el alma. Lemmy era el predicador, y su bajo distorsionado, el evangelio.
Este año, el medio siglo de Motörhead se celebra con una serie de homenajes sin precedentes:
La inauguración de una estatua en Stoke-on-Trent, su ciudad natal, a manos del escultor Andy Edwards. En ella, Phil Campbell depositará las cenizas de Lemmy, cerrando un ciclo eterno: del polvo al ruido, del ruido al polvo, del polvo a la inmortalidad.
«I don’t do regrets. Regrets are pointless»
Lemmy Kilmister
Además, se relanzará en HD la histórica aparición de la banda en Top of the Pops en 1978, una cápsula del tiempo que muestra a una agrupación fuera de control y a la vez, perfectamente en control de su destino.
La muerte de Lemmy el 28 de diciembre de 2015, apenas dos días después de ser diagnosticado con un cáncer fulminante, fue el último acto de rebeldía. Murió como vivió: sin rendirse, sin compromisos, rodeado de sus cosas, con una copa en la mano y la música rugiendo. Sus cenizas fueron colocadas en balas y enviadas a sus amigos más cercanos. Una de ellas se enterró en el Hellfest, donde hoy se levanta un altar eterno con su micrófono inclinado y su sombrero, símbolo de una presencia que nunca se va.

El legado de Lemmy vive en quienes siguieron el camino:
Mikkey Dee se unió a Scorpions, llevando la batería más explosiva del rock a nuevas generaciones, demostrando que el espíritu de Motörhead no se detiene. Phil Campbell, junto a sus hijos, formó Phil Campbell and the Bastard Sons, una banda que mezcla tradición y futuro, rugido y evolución.
Y por supuesto, el Motörboat, aquel crucero infernal que surcó el Caribe con Motörhead al frente, acompañado por Slayer, Anthrax, Testament y más. Un aquelarre flotante donde el mar se agitó al ritmo de riffs, solos y estruendos.
Motörhead no dejó un sonido: dejó una actitud
Sus canciones siguen siendo armas. ‘Overkill’, ‘Killed by Death’, ‘Stay Clean’, ‘No Class’, ‘I Got Mine’, ‘The Chase Is Better Than the Catch’, ‘Born to Raise Hell’… Todas ellas siguen siendo trinchera de quien se niega a vivir de rodillas.
«Death is inevitable… so make sure you deserve it»
Lemmy Kilmister
El 8 de mayo todo se justifica con ruido. Las guitarras crujen, las gargantas se quiebran, los bares encienden velas al revés y los corazones laten al doble de BPM. El mundo no guarda silencio: brama por Lemmy.

Hoy el amplificador se enciende.
Hoy las heridas se besan con riffs.
Hoy los muros tiemblan y el alma también.
Lemmy no ha muerto. Vive en cada carretera sucia, en cada bar de mala muerte, en cada tatuaje, en cada riff sincero.
Keep us on the road, Lemmy.
Que el volumen nunca baje, que la vida nunca se ablande.
Porque mientras alguien grite tu nombre con la garganta rota y el corazón abierto…
Motörhead sigue vivo.
Sebastián González Zuluaga es un cuyabro de pura cepa, rockero de corazón y futbolero de pasión. Estudiante de último semestre de derecho en la UGCA de Armenia y director de Tendencia Rocker, combina su amor por la música con una visión crítica del mundo. Siempre entre el ruido de las guitarras y el debate, busca dejar su huella en la cultura y el derecho