La corta historia de una melancolía

 

Estaba ahí, en un escalón de la puerta, bajo un poste que a veces titilaba. Fumaba un Piel Roja sin filtro, así, amargo como lo era ella y su vida. Recordaba la última vez que su padre le pegó y aquella ocasión que su novio la violó. El cigarrillo, que poco a poco se deshacía la mantenía templada para no caer en destartalados sollozos. Mientras despedía grandes bocanadas de humo, miraba la noche, azulada y oscura, con pocas estrellas. La calle está solitaria y tranquila. Hay una botella de vodka, que a veces el viento mueve para jugar con ella, de un lado a otro, tambaleante e indecisa.

El odio se adecuaba en ella, aborrecía su vida, su padre, su «novio», el poste que titilaba, la cama en la que dormía, despreciaba a los hombres y el hecho de haber existido. Apenas quería al cigarrillo que ya se estaba acabando, efímero, cruel, sin poder escapar del tiempo que consume y se apodera de todo.

De la oscura calle se veía venir una sombra, y ella, se preparaba colocándose un escudo cruel e imaginario para lo que iba a pasar. 

Se acercó en zigzagueo aquella sombra y con esfuerzo dijo -Métete ya- y ella le respondió reseca -No quiero- y la sombra ebria, le grito -¡Que te metas he dicho!- El dueño de ese haz de oscuridad con forma humana abrió la puerta de la casa, atrapó a aquella mujer del cabello y lo jaló con fuerza para entrarla a rastras. -¡Yo soy su padre estúpida, tiene que hacer lo que yo le mande, entendido!- el Piel roja cayó al suelo, triste de no ser consumido por completo y triste por aquel tenso momento. La joven mujer sacó toda su euforia y trato de pelear con las fuerzas que podía; sin embargo, un golpe dado en su estómago la dejó en el piso. No faltaban las ganas de Llorar. 

Pero sacó más fuerzas para aproximarse y darle arañazos en el cuello. Tal fue la reacción de su padre que le pegó un golpe en la cara para después decir lo perra y puta que era. En el acto siguiente desabrochó su correa, enrolló el extremo del broche a su mano para el inicio de un ritual doloroso de gritos y latigazos. 

«Resiste, resiste» era lo único que pensaba ella mientras todo su cuerpo se quemaba al contacto del cuero caliente. El desquiciado hombre comentó entrecortadamente mientras la azotaba – ¡Por – eso – mamá – murió! ¡Por – estúpidas como usted! – al

momento ella empezó a llorar casi desconsoladamente, eran sollozos que retumbaban en el espacio con dolor y severidad. Las lágrimas inundaban el suelo una a una, y en la piel de aquella víctima se hacían mamarrachadas líneas rojas que soltaban de forma pausada un espeso líquido vino tinto. Algunas veces, se podía ver una pequeña sonrisa en la cara de aquel hombre olor a cerveza. 

Llegó un momento en el que todo se puso oscuro, donde no podía resistir más, sentía un dolor en el pecho que ahogaba cada pensamiento, cada esperanza, cualquier signo de optimismo. Cayó en desmayo y por unos breves instantes quiso estar así, en un sueño eterno, callado, sin dolor, como si las cosas estuvieran en paz. Pero despertó, y vio a su padre, aun pegándole desaforadamente. Ya no hay dolor, ya no sentía los nefastos roces de su piel con el cuero que se pintaba de sangre. Tomó un gran respiro, soltó su cuerpo por un momento, cogió todas las fuerzas que le quedaban y las concentró en una patada que iba directo a la entrepierna de su agresor.

Quedó en el piso maldiciendo con toda clase de barbaridades contra ella. Y de desesperación, esa mujer cogió un muñeco de porcelana que encontró en una repisa, lo elevó y estrelló en la cabeza del demonio que la destruía.

Quedo abrazado al piso, en un sueño que no se merecía, en un descanso sin privilegio. Con la poca energía que le quedaba y el ardor de su piel manchada de sangre. Se levantó agónica, con lágrimas que goteaban de su mentón. Corrió a su habitación, alistó toda su ropa en una maleta, cogió los pocos ahorros que tenía. Soporto todo el dolor de su piel destrozada por los errores de otros. Abrió la puerta, suspiró, caminó coja buscando quizás… su felicidad.

 

Reseña

Aunque mi  nombre no importe, soy Daniel, y aunque menos importe mi fecha de nacimiento, tengo 18 años y nací un 25 de octubre. Mi vida, al igual que la de muchos no es esa vida súper interesante. Estudio, y quizás, sea eso lo más cercano que tendré a una aventura en toda mi vida. 

Escribo, porque desde pequeño no encontraba mejor forma de expresarme y tal vez, también, era la forma de perderme un poco de este mundo que no me agrada, pero que me gusta al no agradarme.  En cierto modo, desde siempre me apasiona -en modo irrisorio- crear historias.

Simplemente las escribo y ya, o las pienso y después quedan en el olvido, como casi todas las ideas que vienen y se van, sin comentar saludo o despedida. Esta es la primera vez que publico en una página así y no sé que esperar de esto. La cuestión está en que, a pesar, de que esto quede en el olvido, al menos que ese olvido, no sea tan efímero.

 
 

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