Lala

Sus pesadillas culminaban con la risa del duende que empataba en el despertar con el sonido del viento. El aire soplaba fuerte contra la pared exterior de la habitación. Lala no dormía. No podía, el silbido que corría a través…


 

DIA 1

Sus pesadillas culminaban con la risa del duende que empataba en el despertar con el sonido del viento. El aire soplaba fuerte contra la pared exterior de la habitación. Lala no dormía. No podía, el silbido que corría a través de los múltiples paneles de la celosía le producía terror. Imaginaba a un duende penetrando su espacio, irrumpiendo en su cama.

El temor partió desde su cuerpo y la animó a buscar a papá. Se desplazaba torpemente dentro de la tenue luminosidad del cuarto, tratando de alcanzar el interruptor de la luz. Sus manos no llegaban. Frustrada, se impulsó hacia el corredor, éste sí, inundado de absoluta oscuridad. En medio de su conmoción, arañaba cada vez más la presencia de papá al otro lado del corredor. Las paredes se cerraban a su paso, hasta que poco a poco escuchó la risa inconfundible de papá que terminó guiándola hacia él mismo. Al llegar a la habitación lo encontró sentado en el borde de la cama, dándole la espalda.

-¡Papá, el duende!, el duende está en la habitación y no me deja dormir….se escurre por la ventana y grita todo el tiempo.

– Tranquila hija, ya pasará, ya pasará. Es sólo otra fantasía.

Y Lala se quedó dormida en los brazos de su padre. 

DIA 2

Silencio. Lala esta vez, despierta sobresaltada por el silencio reinante en su habitación. Por pocos segundos, un pensamiento cálido atraviesa su cabeza en forma de palabras  -ya pasará, ya pasará-. Los párpados se abren como cortinas. Oscuridad. Sus ojos ven, ven la profanidad del color negro. Se incorpora impulsada, esta vez, por la curiosidad. Para palpar la realidad  le es preciso tantear  el espacio hasta llegar a la periferia su habitación. Lala se encuentra ahora frente a lo que alguna vez fue una celosía. Ahora en el orificio se encuentra la composición inconfundible de hileras de ladrillos superpuestos. Sus manos comprueban que todo el lugar de la ventana esta herméticamente cerrado.

 

Terror. Su cuerpo se desplaza desesperado en la dirección que su memoria le indica sobre la puerta de la habitación. Al llegar a ella, esta vez no encuentra  el  túnel que la conducirá a los brazos cálidos y fuertes de su padre. En la puerta nuevamente los ladrillos, idénticos a los de la ventana, se alzan a la vista de sus manos. Herméticos, uniformes, irrompibles. Su cabeza de seis años no logra comprender una tumba, su corazón si.

A lo lejos el eco de la risa de papá, la risa del duende. 

 

Por, Héctor Galvis

Imagen tomada de: http://mujeractual.pe/media/mujeractual/image/25-06-2015-2.jpg

RESEÑA DEL AUTOR

Publicista de formación, escritor de vocación. Nací en Barranquilla, pero fui criado en Bogotá. Tuve el estigma (muy positivo) de una y otra ciudad cuando estaba en la una y en la otra. Adelanté la carrera de comunicación social en la Javeriana y me gradué en el año 2001. Tuve la oportunidad de viajar por el sur del Continente en modo “mochila” lo que me permitió tener experiencias de vida inmensas que desencajaron los diferentes y variados “deber ser” que cargaba como cualquier otro ser humano.

 

Hoy en día, y después de trabajar en publicidad más de 10 años en publicidad, trabajo con IDARTES manejando sus redes sociales lo cual me ha permitido mantenerme en contacto con una fuente inagotable de cultura y arte en Bogotá.

 

 

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