Resistencia Cultural: La voz de las víctimas

Sobreviviendo desde la identidad

 

 

Javier Osuna es comunicador social y periodista de la Universidad de La Sabana, director de la Fundación Fahrenheit 451, Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 2009 con el reportaje “La Prensa Silenciada” y Premio Nacional de Periodismo Círculo de Periodistas de Bogotá. Trabajó para el portal “Verdad Abierta” de la Revista Semana cubriendo el conflicto armado en Colombia durante los años de la Ley 975. Actualmente, su vida gira en torno a sus dos grandes pasiones “la Comunicación para el Desarrollo con la Fundación Fahrenheit, liderando procesos de transformación desde la literatura, y el Periodismo con un enfoque de Derechos Humanos y ligado al universo de las víctimas”.

Su conocimiento y experiencia en materia de conflicto armado, Derechos Humanos, procesos culturales y dinámicas víctima-victimario lo convierten en el personaje elegido por Rugidos Disidentes para hablar del fenómeno de Resistencia Cultural y, por supuesto, para escuchar su rugido frente al Proceso de Paz en Colombia.

 

Rugidos Disidente–RD: ¿Qué es la Resistencia Cultural?

Javier Osuna–JO:El concepto depende de lo que se entienda por cultura. Creo que la cultura es ese conjunto de prácticas que permiten llevar la vida adelante. Cuando hablamos de Resistencia Cultural se trata de una comunidad que, en medio de un entorno de guerra, trata de resistir desde sus manifestaciones autóctonas, desde un fortalecimiento de la identidad.

 

RD: ¿Cómo actúa en individuos o comunidades víctimas de la violencia?

JO: Lo interesante de la Resistencia es que no necesita de una institucionalidad ni de un esquema que lo soporte. El principal problema con el trabajo con víctimas es que se intentan abrir espacios desde la política, desde algo configurado y creo que es un error, hay una promesa que está rota: nadie puede hablar por ellos. Es un uno que es plural. Cuando estos procesos culturales no están atados a la institucionalidad indican que no están hechos para sentirse mejor o algo parecido, son genuinos y espontáneos. La resistencia no se puede poner en un frasco, no tiene normas. Quienes resisten desde lo cultural lo hacen desde su identidad y no lo hacen para sentirse mejor, lo hacen porque es una manera de mantenerse vivos.

 

RD: ¿Hay algún efecto considerable  de la resistencia cultural en el momento de generar y ejecutar políticas públicas?

JO: No. Yo diría que es imposible conciliar los intereses de la Resistencia Cultural con los intereses de las políticas públicas. Es un error asumir que esas manifestaciones van juntas en un paquete, que todos los intereses de la comunidad queden consignados en uno. Los espacios genuinos de debate se juegan en la resistencia, no en la política. Es obligación del Estado propender por el bienestar, pero es un problema cuando queremos representar ese singular-plural (cada individuo dentro de una comunidad). No le tengo fe a la política para tajar esta clase de necesidades de comunidades que son autónomas, que promueven procesos por sí mismas. Reconozco que la financiación y el acompañamiento institucional a estas manifestaciones es un apoyo valioso, pero insisto en que la Resistencia siempre se mantendrá viva por encima de ese soporte. Lo que sucede en que con este acompañamiento se viene homogeneizando y estandarizando las manifestaciones de Resistencia. Me causa tristeza ver que las víctimas, además de tener que luchar por una reparación, tienen que aprender a hacerlo con modales, con formularios y protocolos.

 

RD: ¿Qué papel cumplen los medios de comunicación en las manifestaciones de resistencia cultural? ¿Qué tanta difusión y apoyo reciben por parte de los medios?

JO: Tenemos un problema, que radica en que eternizamos a los sujetos en torno a sus acciones. Por ejemplo, no entendemos la dinámica víctima-victimario, juzgamos el mal con mucha ligereza y somos extremadamente solidarios con el bien. Y ¿quiénes hablan en los medios? Los poderosos. El drama de las víctimas no tiene importancia. Colombia ha crecido sobre los testimonios solitarios de cientos de víctimas que señalan lo que sucede pero nadie les pone atención. Hay que profundizar en el concepto de víctima y de victimario y de ahí saldría un mejor trabajo periodístico. Creo que a los periodistas les encanta tomar a la víctima llorando y al victimario diciendo que es un asesino, y es algo que hay que replantear definitivamente.

 

RD: ¿En Colombia la resistencia cultural puede pensarse desde la izquierda? ¿O no puede clasificarse?

JO: ¿Pues quién necesita resistir? Rancière habla del paria, del que se resiste a ser nombrado. Yo creo que el que se resiste es el que no se deja nombrar. Resiste el que se ve agobiado y, en Colombia, no está agobiada precisamente la derecha. La Resistencia no es de izquierda ni de derecha, pero en este país hay una veta clara en contra de aquellos sectores que se oponen al establecimiento… y desde hace un largo tiempo, la derecha está en el poder.

 

RD: ¿Qué ejemplos concretos de resistencia cultural hay en Colombia?

JO: Hay iniciativas interesantes: el Rap en las comunas de Medellín y en Bogotá el Periódico Riel, el Teatro de la Resistencia y el Teatro de Los Oprimidos. En Montes de María se trabaja con radios comunitarias, una organización muy bonita. Hay infinidad de manifestaciones, depende de donde se quiera poner el ojo. La misma Fundación Fahrenheit es resistencia cultural a través de la literatura.

 

RD: Cerrando con el tema de Resistencia Cultural y entrando en materia de actualidad: ¿Qué imagen y proyección tiene usted de las actuales Negociaciones de Paz en la Habana y con el ELN? ¿Cuál será el papel de Juan Manuel Santos?

 

JO: Como colombiano me emociono. Este país merece que el conflicto con las guerrillas cese, pero es difícil. Infortunadamente, creo que los acuerdos que surjan de La Habana tendrán que llegar a un punto en el que Santos deberá tomar la determinación de cambiar drásticamente su forma de gobierno para darle cumplimiento a los acuerdos que lleven al menos a una paz negociada. El referendo es una de las cosas que más me preocupa, el 15 de Junio vimos a un país dividido. Me da miedo el momento de la materialización de las transformaciones: lo militar, una política de restitución de tierras real, una reforma agraria a fondo.

 

RD: ¿Qué sucedió en la segunda vuelta de elección presidencial?

JO: Lo que le permite a Santos ser presidente son los departamentos fronterizos y Bogotá como una especie de isla. Santos recibe un segundo mandato comprometido, lleno de oposición y con una veeduría ciudadana muy grande que, apostó por un único argumento: la paz. Y, de hecho, la paz no fue una promesa de su gobierno, fue una promesa que se encontró en el desarrollo de un mal periodo de mandato.

 

RD: ¿SiZuluaga hubiese sido Presidente, qué habría sucedido?

JO: Indudablemente, las negociaciones se hubieran caído. Creo que la cola de la ley 975–la liberación de comandantes paramilitares– habría sumido al país en una época oscura. El voto se guio por la esperanza y por el miedo. Por donde se mire, la situación es grave. Santos también es responsable de acciones muy serias. Las políticas de fondo de Álvaro Uribe–porque era Uribe y no Zuluaga en las elecciones– y Juan Manuel Santos no se diferencian mucho.

 

Ana Puentes

anapuentes@rugidosdisidentes.co

 

 

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