(Bogotá D.C., Colombia)
Por, Olugna
Permanezco en esa ficción que me permitió acercarme a esa puerta que separa la realidad de esa dimensión distorsionada y sucia ofrecida por RadioSantafe, misma que es definida por el sonido más ronco del Rock ‘n’ Roll. Llegar al ‘501’ sería la excusa perfecta, para quedarme y sentir las canciones de la agrupación: bocanadas de catarsis y melancolía que le rinden culto a la memoria y enfrentan al cáncer que se llevó a Asdrúbal el 27 de julio de 2022.
Quiero estar aquí, en esta sala ―a la que llegué a través de la imaginación―, atrapado por la psicodelia que produce la visceralidad con la que Samuel, Reinaldo y Asdrúbal (‘Cicatriz’) interpretan sus instrumentos y experimentan con las diferentes posibilidades que el ruido ―entendido como la conjunción de diversos elementos― es capaz de ofrecer. Son canciones reales, producidas por sensaciones alejadas de pretensiones, pero que dejan al descubierto la esencia de una agrupación que desde el 2018 encontró en el punk, el grunge y el shoegazing, una coincidencia; en la poesía, una compañera de catarsis y en el nombre de una emisora, una inspiración para bautizar a su proyecto musical.
‘Caretaker’ es la segunda composición que RadioSantafe me invita a escuchar. Su sonido distorsionado me lleva a pensar que ―de alguna manera― existe una conexión entre el ruido que se produce en un transistor cuando se busca una emisora y la canción. La letra, al igual que ‘501’, es un ráfaga fugaz de visceralidad y sinceridad capaz de abrir esa caja de pandora que permanece cerrada, pero que, al ser abierta, deja en libertad reflexiones inquietantes y pensamientos delirantes.
Pequeñas frases cargadas de emociones e introspecciones que se repiten una y otra vez: «I know im stuck in your head»; expresiones cortantes que me transmiten, entre líneas, depresión y melancolía; que me llevan a esa época en la que solo quería permanecer estático en medio del caos, dejando caer colillas en un cenicero, vaciando mi existencia con cada sorbo a una botella de vino: «This now it feels like home, out of space unknown».
A medida que escucho ‘Caretaker’, traigo a mi mente esos momentos que viví alrededor de agrupaciones foráneas que percibía extrañas en su sonido, pero cercanas a esa cotidianidad inerte que caminaba todas las tardes. El pulso de la batería que se sostiene como el latido de un organismo que permanece vivo, pese a las voces que se pasean por su cabeza, me permiten verme dos décadas atrás. Por un instante, soy el protagonista de la canción, al fin y cabo, más de un vez me pregunté si mi casa era mi hogar.
Detrás de ‘Caretaker’ y ‘501’, encuentro ‘All That Is Mine’ y ‘Dark Soul’; cuatro canciones que forman un ritual al que accedo como intruso; quizás, con el deseo de encontrarme con ese chico de 20 años y decirle «todo bien, pelado, mañana será mejor».
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