El debut de La Riveros como solista lírica en Sala 101, Fontibón: un concierto íntimo que unió ópera, barrio y memoria cultural en un solo vibrato
Por: olugna | Fotografía de Portada: Khris Forero
Ella ya cargaba tres siglos a cuestas cuando él nació. Crecieron y echaron raíces en capítulos de la historia muy alejados entre sí. Sus génesis fueron tan opuestas como sus visiones del mundo. Mientras ella vestía con lujosos trajes, él prefería los jeans desgastados y las chamarras de cuero. Mientras ella exhibía con orgullo —y algo de prepotencia— los alcances de su voz estilizada y cuidada, él se inclinaba por tonos más rasgados y sucios. Mientras ella dejaba huella en los teatros y era abrazada por los aplausos, él prefería patear latas de cerveza vacías en los callejones. La misma clase de la sociedad que veneraba a esa mujer llamada Ópera fue la misma que despreció a ese chico llamado Rock ‘n’ Roll.
Sus caminos, aunque separados por la esencia y el tiempo, vinieron a cruzarse a mediados de los 60 con los primeros experimentos: la metáfora precisa de una señora mayor saliendo a bailar con un pelado. Sin embargo, mientras el rock descubría que podía expandirse y explorar nuevas formas, la ópera —longeva y conservadora— procuraba mantenerse fiel a su origen.
Ella, de cuando en cuando, pone su voz lírica a canciones de rock ‘n’ roll y él, por su parte, rinde homenaje a piezas clásicas de la ópera. No sabemos si entre ellos hay amor, lo que sí es claro, es que han sabido escaparse juntos para crear momentos memorables. Al final no son tan diferentes.

‘O sole mio’ es uno de esos momentos memorables en los que piezas clásicas de ópera ―e intocables para algunos― han sido desacralizadas por la estética irreverente del rock. Elvis Presley fue uno de los artistas que tomó la obra escrita por Giovanni Capurro y musicalizada por Eduardo Di Capua para vestirla con otras prendas, adaptarla a los oídos de la generación de los 60 y presentarla bajo el nombre de ‘It’s now or never’.
Son un poco más de las tres de la tarde en Sala 101, casa cultural ubicada en un barrio popular de Bogotá. El sol golpea con fuerza y el calor se acumula en el teatro adaptado en el segundo piso de la edificación. Ocho músicos acompañan a La Riveros. Sus trajes negros contrastan con el vestido rojo y blanco que luce la artista. En pocos minutos iniciará el recital Una Ópera en Fontibón. ‘O sole mío’ será la primera pieza musical de la ceremonia.

Compuesta en 1898, la canción de Capurro y Di Capua ha sido viajera del tiempo y nómada de diferentes expresiones musicales. ‘O sole mío’ rinde homenaje al sol, a la brisa que llega después de una tormenta: «N’aria serena dopp’ ‘na tempesta». Hoy tiene una misión adicional: trazar la primera línea del debut de La Riveros como solista lírica.
La voz soprano de Angélica Riveros es acompañada por la expresión de su rostro. Su sonrisa delata la emoción que la atraviesa. Es un momento definitivo en su extensa carrera musical y nosotros, los asistentes al primero de dos conciertos que ofrecerá esta tarde, tenemos el privilegio de presenciar su debut.
El vibrato de su voz es un sello identitario en La Riveros. Es la consecuencia de una preparación cuidadosa, disciplinada y exigente que le permite alcanzar rangos vocales altos. Algunos de nosotros la hemos escuchado antes, interpretando piezas clásicas en recitales de música de cámara, cantando en bodas o siendo el complemento lírico en la celebración de los 15 años de Ennui, agrupación de grunge nacida en Fontibón. Esta tarde es diferente: está escribiendo el renglón inicial de una nueva etapa en su historia musical.
‘Ave María’, de Charles Gounod/Johann Sebastian Bach, y ‘O Mio Babbino Caro’, de Giacomo Puccini, son las otras dos piezas clásicas que interpreta La Riveros. No obstante, además de recorrer el tiempo con su pequeño repertorio, la artista también nos lleva a geografías y sonidos más cercanos para nosotros: Colombia y México. ‘Ser Feliz Sin Ti’, canción de su autoría publicada en 2018 y ‘Granada’, composición emblemática de Agustín Lara, nos dejan un mensaje entre líneas: la música nos pertenece a todos. Ya sea ópera o rock ‘n’ roll, necesita ser libre para que pueda seguir obsequiándonos instantes que permanecen intactos en la memoria.
Bajo la dirección de Andrés Triana, músico y arreglista reconocido en los territorios del rock duro, el concierto es recreado por flauta, oboe, violines, viola, violonchelo, contrabajo y piano, que acompañan con precisión a la voz soprano de La Riveros. Cada instrumento, interpretado por sus respectivos músicos, da forma al concierto, al tiempo que coescribe este primer capítulo en la historia de Angélica, que pronto podremos apreciar en plataformas digitales.
La Riveros no está sola ni lo estará. Además de los músicos que la rodean —Javier Páez, Miguel Paredes, Francisco Niño, Humberto Carrión, Elver Jara, Mayerli Moreno, Antony Salazar y Andrés Triana—, está un equipo técnico pendiente de todo detalle: Jasa Rehm Suárez en la producción ejecutiva, Rafael Bonilla en la producción general, Patricio Stiglich como ingeniero de mezcla y Leonardo Aranguren en la grabación.

La ópera también sabe dialogar con la comunidad. Eso nos ha quedado claro. Si bien en sus largos primeros años no conoció la calle y era un espectáculo costoso de difícil acceso, con el tiempo aprendió a caminar con otros géneros y se ha hecho amiga del barrio. No ha cambiado su esencia, pero la forma en que mira a la ciudad es diferente. Hoy nos demuestra que ella ―esa mujer llamada Ópera― y nosotros ―transeúntes anónimos de la urbe― no somos tan diferentes.
La música, lo sabemos, deja huella en cualquier escenario en el que coincida un artista y un público dispuesto a escucharlo.
La Riveros en entornos digitales
- Facebook: https://www.facebook.com/riveritosangelica
- Instagram: https://www.instagram.com/angelicariveritos
- TikTok: https://www.tiktok.com/@lariveros1
Sobre Olugna
Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.