MaYita - SOMOS 5

MaYita ‘Somos’: 45 minutos para volver a nuestras abuelas y abuelos


Por: Olugna


Sus pasos se hicieron más lentos con el tiempo, hasta quedar inmovilizada en una cama por dos largos años. La inocencia volvió a ella a través de su piel arrugada y de su voz achacada. Su memoria, poco a poco, se hizo más frágil para retener los sucesos más cercanos al presente, pero se mantuvo intacta para recordar las fechas que marcaron su vida: el cumpleaños de sus hijas, la muerte de Jorge Eliécer Gaitán o la última vez que recibió la visita de su nieto mayor. Entre la amargura por el peso aplastante de la vejez y la alegría de verse rodeada, hasta el último día, de sus gatos, doña María —o doña Leo, para algunos— nunca dejó de ser la gran mamá. Su pacto con la vida se cerró en 2019; su transición a otra dimensión se dio un 13 de octubre.

Su rostro, ajado por el tiempo, fue la huella de una existencia que se mantuvo durante 96 años. Fiel a su palabra, terca ante las indicaciones de los médicos y leal a sus convicciones, nos enseñó —al menos a quienes siempre estuvimos a su alrededor— que la honestidad no es negociable. Sus ojos cerraron en medio de un agradecimiento silencioso. La vida, para ella, no fue sencilla; pero, mientras su cuerpo respondió, siempre hubo un plato caliente sobre la mesa. Era su forma de decirnos cuánto nos amaba, aunque nunca nos lo dijera.


De origen campesino y foránea en Bogotá desde los 13 años, cuando huyó del maltrato, doña Leo nunca negó sus raíces. Entre matas, animales y medicinas naturales, su conexión con el campo permanecía intacta. Aunque jamás regresó a él, sus historias eran una forma de mantenerlo vivo en su esencia. Aquellos que tuvieron la suerte de crecer bajo el cuidado de sus abuelas saben que la naturaleza nos habló a través de ellas. En sus manos y en sus historias habitaba la raíz. En su forma de curar con remedios caseros se mantenía viva la memoria de la tierra. La mujer, como la tierra, es símbolo de vida, de creación, de fertilidad. No por nada, en la cosmogonía indígena andina, la llaman Pachamama.


‘Mis Abuelas’, primera canción que nos revela MaYita de su nuevo disco, es la llave que abre ese cofre que guarda las memorias que nos unen a nuestras grandes madres. Pero, ‘Somos’ no se queda allí: su concepto rinde tributo, a través del ritual que nos propone, al legado de la «tierra misma, de los cantos medicina, de las ceremonias, de los encuentros con los pueblos originarios y de las voces sabias de los abuelos y abuelas», nos cuenta su equipo de prensa.

La canción nos recibe con una frase recitada: «Madre Tierra, ombligo y centro de nuestro viaje cósmico», que marca el comienzo del ritual. ‘Mis Abuelas’, envuelta por suaves sintetizadores sobre los que se incorporan tenues percusiones, se percibe como una danza tribal. Su conexión con la ancestralidad es evidente, pero la forma en que fue concebida la convierte en una pieza contemporánea. Es pausada, es tranquila.

La segunda canción que decidimos repasar nos entrega una motivación distinta. ‘I Believe’ es una pieza donde las cuerdas cobran relevancia. Al igual que la esencia que proyecta ‘Somos’, es un ritual en el que la promesa es clara: la fe, en últimas, nos sostiene y hace posible concebir el mundo de otra manera.

‘Nueva Humanidad’, la tercera canción que destapamos del álbum que nos presenta la artista colombo-estadounidense, se presenta como la conexión entre la modernidad y la herencia de los abuelos y abuelas. Es una pieza igualmente tribal, cuyo ritmo conserva las cadencias de los sonidos andinos y nos los entrega en una creación más cercana a las tendencias actuales, de manera sencilla, sin fusiones exageradas y sin efectos escandalosos.

«Mis abuelas y mis abuelos cantan y danzan de la emoción»


Un año atrás conocimos la propuesta de MaYita a través de un disco que nos entregó bajo el nombre de ‘Maya’. En él, la cantautora —que se presenta, además, como mujer medicina y guardiana espiritual— nos dijo que su intención era «inspirar a las personas a recordar su conexión consigo mismas, con la Tierra y con sus ancestros», premisa que se reafirma en este nuevo trabajo, ‘Somos’.


Sobra insistir en que la creación de MaYita es espiritual. Sin embargo, es necesario señalar que es una producción que se percibe ajena a pretensiones. Sus canciones, envueltas por un diálogo íntimo que ella comparte con nosotros, forman parte de esa inmensa colección que el world music ha conservado como piezas de un museo que nos cuentan la historia de los pueblos desde sus sonidos, desde sus herencias culturales y ancestrales.

El diálogo que simboliza toda pieza musical, en el trabajo de MaYita, nos lleva a reencontrarnos con la voz y la presencia de nuestras abuelas y abuelos. Es un recordatorio necesario de que, incluso si es de forma ocasional, es sanador mirar hacia atrás y agradecerles. Sin ellos no estaríamos aquí ni tendríamos historia.


Sobre Olugna

Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador

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