Cuarta Edición

 El Rock, Motor de transformación cultural y social

 
“La música tiene un poder transformador en el ser humano”– Manolo Bellon
 

 

El rock, en sí mismo, es un rugido que nació a mitad del siglo pasado y su aparición sacudió a una sociedad, cuyos adultos conservadores y moralistas, procuraban guiar a sus jóvenes por un camino que, por llamarlo de alguna manera, fuera políticamente correcto. El rugir de aquel engendro no solo ignoró valores, traspasó fronteras, se atrevió a hablar en el idioma de los adolescentes, desafió a los grandes monopolios de las comunicaciones, se propagó como pólvora e, innegablemente, se abrió paso en la historia y permaneció en ella de manera tan decidida que ya hoy, puede ser uno de los géneros más globalizados.

 

“La música tiene un poder transformador en el ser humano”, así lo señala Manolo Bellon, hombre de radio y una de las voces más especializadas y reconocidas del género en Colombia. No se equivoca, pues en el caso particular del rock, no solo transformó al ser humano; modificó las costumbres de toda una sociedad y le abrió un nuevo mercado a la industria, que encontró en esta ola de adolescentes rebeldes y sedientos de nuevas experiencias, el capital perfecto que tradujera una pasión en millones de dólares. No obstante, esta misma circunstancia, también le permitió a las guitarras sonar mucho más fuerte.

 

Así es el rock, una pasión, un rugido, una forma de vida. Con los años sus límites creativos se hicieron más difusos y sus herederos musicales lograron, también, su lugar en la historia de la música como corrientes autónomas. Su paso conquistador fue mucho más efectivo que las grandes invasiones que han dejado su registro violento en la humanidad, fue mucho más romántico y, por qué no, difusor de un mensaje de paz.

 

Colombia no fue ajena a este fenómeno, ni  se mostró esquiva a la seducción del rock, tanto así, desde su llegada a nuestro territorio forjó un camino en nuestro país y ciudades capitales fueron cuna de nuevos artistas que al día de hoy son los pioneros criollos en el género, con un origen humilde y en muchos casos empírico, han servido de inspiración para sonidos muchos más elaborados y diversos.

 

Un experimento se dio lugar hace 20 años, Bogotá fue el laboratorio, 43 bandas las seleccionadas y alrededor de 80.000 almas el público privilegiado. Durante 4 días en un número igual de escenarios una propuesta inició, sin tener certeza de ello, un largo camino que en 20 años ha evolucionado, ampliado su cobertura y su calidad le ha dado reconocimiento internacional.

 

Ya son 20 años, que el mes anterior de manera merecida tuvieron una celebración memorable. De acuerdo con información oficial del Instituto Distrital de las Artes – IDARTES esta edición contó con la participación de 87 bandas, 27 de las cuales fueron internacionales, 31 nacionales y 29 distritales, y se estima que asistieron al evento alrededor de 400.000 personas, además, entre otras particularidades, se organizaron distintas jornadas académicas, se convocó una maratón de cronistas, fotógrafos y camarógrafos entre los cuales se entregó una premiación de 40.000.000 de pesos, como también se realizaron distintas alianzas realizadas con otros festivales distritales.

 

Cifras generales que permiten pensar en la actualidad que, definitivamente, el rock logró cambiar la cara de la ciudad capital y que ofreció una alternativa cultural que ha dado identidad a Bogotá y que, sin lugar a dudas, nos transformó.

 

Rugidos Disidentes
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Fotografía: Ana Puentes

 

 

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