(Bosa, Bogotá D.C., Colombia)
Por, Olugna
Es una relación íntima. Una simbiosis necesaria y ―si se quiere― sagrada, que determina la existencia de ambas partes, como si fuesen elementos inseparables. En verdad lo son, aunque la vanguardia impuesta por la modernidad, haya descifrado otras posibilidades de concebir las formas en la que la literatura y el saber se desplazan en su búsqueda de mentes inquietas y almas sedientas de historias que se dejan llevar a esos mundos, algunas veces delirantes, que sumergen, que no sueltan. Es un ritual ancestral. La palabra está estrechamente ligada al papel; el papel es un hijo legítimo de la naturaleza; la naturaleza, es la Pachamama.
Son las ocho y treinta minutos de la mañana. Es un sábado ―al igual que los días que lo han antecedido― de cielo despejado y de rayos de sol punzantes. Nelson, Ángela y Daniela, realizan los preparativos de lo que será la primera de 10 sesiones que, alejadas de pretensiones, persiguen una misión, para algunos extraña: conectar universos, aparentemente distantes, pero que han permanecido unidos desde el inicio de la historia de la humanidad: los animales, las plantas y la palabra.
«Para hacer una pradera es necesario un trébol y una abeja, un trébol y una abeja. Y un ensueño. Bastará con el ensueño si abejas hay pocas»
EMILY DICKINSON
Ellos tres son los coordinadores de ‘Artesanos de la Palabra Escrita’, proyecto ganador de los estímulos otorgados por el programa Es Cultural Local. Son tres pelados habitantes de la localidad séptima de Bogotá, que han hecho de la literatura y de las artes gráficas, un camino que los ha acercado con ese pasado ancestral que nos antecede como colombianos; mismo que no nos pudo ser arrebatado por los españoles y que ha permanecido a lo largo de nuestra historia, resistiendo el paso de la modernidad, resignificando la realidad y rindiendo culto a las raíces que ―aunque algunos pretenden negar― forman parte esencial de esa identidad que nos define a los nacidos en el territorio nacional.
No es casualidad que Nelson, Ángela y Daniela estén allí. Desde sus respectivas profesiones: antropología, diseño de modas y artes, respectivamente, han dedicado su tiempo y saberes a reivindicar la existencia de las plantas de poder, de los animales propios del territorio y la dignidad de los pueblos originarios de nuestro país. Al igual que los demás profes que forman parte del proyecto, su premisa es la de compartir su conocimiento y experiencia con los estudiantes inscritos.
‘Artesanos de la Palabra Escrita’ tampoco nació como capricho. Es la continuación de un proceso que inició bajo el nombre de Colectivo Editorial Origami, proyecto que, en su corta trayectoria, ha correspondido a la vocación que lo hizo posible: «divulgar la cultura de la palabra escrita en la localidad de Bosa».
Son las nueve de la mañana. Poco a poco los asistentes de diversas edades, sexo y orígenes, llenan las instalaciones de Caza Lectores. En pocos minutos, comenzará la primera sesión de los talleres que, durante 10 sábados, permitirán la construcción colectiva de un libro ilustrado sobre plantas y animales patrimoniales.
Extender la mirada más allá de la definición explicita de la palabra ‘Artesano’, es un ejercicio necesario. Acercarse al universo que de ella se desprende, permite entender las relaciones que se establecen alrededor de todo arte u oficio que necesita del tacto, para hacerse realidad. Si nos detenemos por un instante en la simbología que encierran sus letras, descubriremos que todos, sin excepción, somos artesanos de la palabra, del saber, de la vida.
―No es solo la construcción de textos, sino el objeto en sí mismo, el libro. Ya no es un ejercicio emocional, sino un ejercicio de artesanía―, comenta Nelson Camilo Jiménez, representante de Colectivo Editorial Origami.
Ha pasado media hora. La mayoría de los estudiantes ha cumplido con el compromiso pactado. Oficialmente, ‘Artesanos de la Palabra’, se toma la casa cultural para dar comienzo a lo que será un viaje que conecta la botánica con la literatura. Nelson es el encargado del acto de apertura y de explicar los detalles del taller: su razón de ser, objetivos e impacto en la comunidad y el territorio.
―Nosotros solo vemos la mitad de las cosas, con las plantas podemos llegar a ver la otra mitad―, afirma Nelson.
Sus palabras son el punto de partida para entender la importancia de la iniciativa propuesta por el colectivo. Lamentablemente, las dinámicas políticas, la violencia que ha permeado el territorio, los prejuicios impuestos, entre otros demonios, han creado un imaginario en el que las plantas han sido señaladas como el origen del narcotráfico y el saber ancestral ha sido relegado por un discurso replicado por los medios masivos y que cobró tanto fuerza, que se convirtió en una definición.
Tres ejes son fundamentales en ‘Artesanos de la Palabra Escrita’: Literatura, mito y ancestralidad; ilustración en tintes vegetales y botánica en plantas de poder. Las diapositivas exhibidas en la pared, realizan un recorrido en el tiempo y se desplazan por diversas geografías del continente, con el fin de encontrar los orígenes mitológicos de la coca, el tabaco, la ayahuasca, el borrachero, el yopo, entre otras especies de vegetación que tienen propiedades alucinógenas y alcaloides.
De igual manera, la primera sesión, también recorre diferentes especies animales y establece las relaciones que definen su diálogo simbólico con las plantas, el territorio, los dioses mitológicos y el individuo. El jaguar, la anaconda, el bufo, el murciélago, entre otras especies seleccionadas, son repasadas a la largo de la presentación de Power Point.
Ángela Ladino es diseñadora de modas y la segunda profe en intervenir. Su saber se centra en la fabricación de prendas sostenibles. Aprendió el arte de la extracción de tintas naturales de las plantas. Su conexión con la naturaleza y sus ancestros, al igual que sus compañeros de colectivo, es evidente; su forma de impartir la clase es dinámica y cautiva. Durante su exposición, realiza un acercamiento detallado por diversos tintes obtenidos directamente de las hojas de diferentes plantas.
Daniela Guerra, por su parte, es estudiante de artes, a su cargo está la coordinación de ilustración gráfica. Los trazos en el papel son su lenguaje; su conexión con el saber ancestral, también, es evidente. Su intervención permite apreciar su destreza en el dibujo y el talento que le permite transmitir emociones sin hacer uso de la palabra escrita.
‘Artesanos de la Palabra Escrita’ se aleja de cátedra impartida por un profesor y privilegia la participación activa de los asistentes. No podría ser de otra manera, su objetivo será un libro construido por la comunidad para el territorio que habita.
Es la una de la tarde. El tiempo pasa rápido cuando el conocimiento no se limita a una charla erudita, sino que busca ese diálogo participativo que respeta, escucha, interpreta y crea. En ocho días, las puertas de Caza Lectores, se abrirán de nuevo para la segunda estación de un viaje ancestral y literario en la que todos y todas, seremos artesanos de la palabra escrita.
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