«La muerte y la vida eran una, no desaparecía el ser, sino que se producía un viaje a otra vida»
PABLO MESÍAS (INTEGRANTE EN SOLITARIO DE URKU LLANTHU)
(Quito, Ecuador)
Por, Olugna
Me encuentro, de repente, en un ambiente que me resulta ajeno; pero que, de alguna forma, logro recrear a través de sonoridades provocadas por la combinación de diversos elementos, entre ellos, la melodía, la lluvia y el viento. Es una sensación extraña a la rutina habitual de escuchar la variedad de sonidos del continente que se cobijan bajo la extensa sombra del Rock ‘n’ Roll y sus diversas posibilidades rítmicas.
Es un trabajo que se aleja de cualquier pretensión comercial; es una producción compleja que busca acercarse a la memoria ancestral del Abya Yala. No lo hace, únicamente, a través del golpeteo de las manos sobre la piel de los tambores de la música folclórica; ni con la fusión de ritmos tradicionales con sonidos electrónicos y contemporáneos; tampoco, desde la coincidencia del metal con el folk. Es una combinación de estos y otros elementos ―musicales y ambientales― que dan origen a una obra que no se aferra a ningún género en específico.
Es, si se quiere, una conversación que se da desde la ausencia de la palabra, quizás, con la intención de encontrar en el interior, el instante en el que la vida se besa con la muerte; el momento preciso en el que el cuerpo ―entendido como un lugar sagrado―, se despoja de toda su vitalidad, para convertirse en un canal temporal hacia otra dimensión.

―La muerte y la vida eran una, no desaparecía el ser, sino que se producía un viaje a otra vida, al mundo de los huacas, donde el muerto formaría parte de un nuevo ayllu―, explica Pablo Mesías, integrante en solitario de Urku Llanthu.
Me encuentro en medio de ‘Rupachina’, segunda canción de ‘Ayapampa’, placa discográfica que estrenó a principio de año el proyecto ecuatoriano Urku Llanthu. Es una canción que, a mí modo de ver, recoge la intención que persigue la producción musical: celebrar el ritual de la muerte, interpretada, como el surgimiento de una nueva vida.
―Los fallecidos antiguamente eran depositados en cuevas o bóvedas, y no se enterraban ni se cremaban, ya que el cuerpo debía conservarse para facilitar el tránsito a su nueva vida―, agrega el músico ecuatoriano.
Trato de asimilar la canción desde la primera imagen que recreo a partir de su melodía: una danza que se desenvuelve en medio de una paisaje impalpable, ejecutado por seres extraños que no veo, pero que siento a través de cada golpe de sonido. Interpreto a ‘Rupachina’ como una ópera simbólica que encuentra en la sincronía de elementos musicales y naturales, el fuego que conecta la muerte con la vida.
‘Rupachina’, junto a otras cuatro composiciones, forma parte de ‘Ayapampa’, el tercer disco de Urku Llanthu, proyecto experimental conformado únicamente por Pablo Mesías, artista ecuatoriano que inició su camino en 1998 con su participación en diversas agrupaciones de sonidos extremos en su país y que, desde 2018, transita en solitario con un proyecto que toma como punto de partida el dungeon synth ―género hijo del metal y del dark ambient―, para crear piezas musicales que combinan diversos instrumentos, elementos y sonoridades.
En ‘Rupachina’, canción que elegí de manera caprichosa para intentar acercarme a la esencia de Urku Llanthu, es la segunda pieza de un ritual que se extiende a lo largo de 29 minutos a través de las composiciones ‘Tutamanta’, ‘Kishpina’, ‘Runa Sapalla’, ‘Pukyu Riti’.