And Life Goes On - Tenebrarum

Condenado a las libertades del horror: ‘And Life Goes On’ de Tenebrarum


Por: Joel Cruz


En la segunda mitad de los años 2010, a Tenebrarum le urgía evolucionar. Necesitaba una sacudida en verdad chocante, que apremiara su cisma del tinte gótico que había esculpido en su deambular por el espeso hormigón del movimiento metalero en Colombia, habitualmente inflexible a la diversidad. El bloqueo general —al interior del grupo— embadurnaba su estatus de pionero en estrechar las hoscas manos del ruido sudamericano con las estrictas enseñanzas de la academia. La tarea de agarrar con firmeza las ramas de un árbol tan enorme como el de la música se había tornado más retadora, en medida que la banda, con un rostro más recio y menos ingenuo, seguía comprendiendo lo intrincado de sus interminables ramificaciones.


Los álbumes son series que nos mantienen sin parpadeo ante una imagen de cristal líquido, pero desde la crónica de la sonoridad; captada por los oídos y con sus efectos correspondientes en el resto del cuerpo. En la obra del metal, la sinestesia actúa y le añade trama a la obra. El grupo de Medellín había cerrado una temporada de invierno que no se podía eternizar. Las gruesas capas del tiempo eran hielo que lo estaban condenando al estancamiento, incidente serio en una agrupación que se rehúsa a sobreexplotar el truco del disco rayado. David Rivera y los suyos hicieron sacrificios, así como los griegos le daban ofrendas a la musa Euterpe. En el canje, abandonaron a la guitarra eléctrica, un presunto suicidio desde lo típico en los sonidos extremos; aunque donde algunos ven vacío, otros descifran acertijos


Contrariando a la suerte, la agrupación antioqueña han empleado su existencia a alejarse de lo rutinario y en cambio, su terquedad le ha alentado a reescribir el guion de su vida con borrón y cuenta nueva indiscriminadamente. El arte no es la altanería por servirle al oficio, no es la altivez del producto creado; el arte fluye como una epifanía privada y libre de terceros. Es el riesgo que se toma cuando el trayecto señala la flecha a un examen de conciencia; armado de incertidumbre, Tenebrarum invocó las cicatrices de las fobias, el ADN doom death metal y un violín escalofriante para revitalizar el presente desde sus raíces. Como el periodo Barroco que acude por consejo a su ancestro medieval.

«Es hora de decir adiós
y la vida continúa...
No puedo soportarlo más,
pero la vida continúa...
Mi antiguo yo ha muerto,
no puedo reconocerme,
Soy el mismo, pero sin alma,
con una llama en los ojos.
No soy débil, sino fuerte,
un soldado arrastrándose en este campo de batalla llamado vida…»

‘And Life Goes On’ (Tenebrarum)

El 19 de octubre de 2018, Tenebrarum lanzó el álbum ‘Las Once Formas del Horror’, una carta dedicada al pavor en la ancha variedad de sus ropajes. Su concepto representa a los miedos y una de sus pistas plasma la continuidad de vivir como un sufrimiento que se ha prolongado desmesuradamente. El desconsuelo que ve caer las hojas de otoño hacia una luz endeble. La opacidad del disco le supuso al cuarteto combatir el duelo de los zapatos gastados y el pánico del adolescente que soporta la embestida de los murciélagos hasta hacerse un Caballero de la Noche (ustedes entenderán, lecciones de la novela gráfica).


Cubrir los menesteres de la guitarra eléctrica implicó restaurar la participación de todos los instrumentos en la banda. Las distorsiones del violín y el bajo entrenaron para concebir una densidad que fluye agresiva e intrépida. A esto se suman los teclados, la percusión y las voces rasgadas/guturales de ‘And Life Goes On’. Asimismo, ‘Miseria’, ‘My Own Hell’ o ‘Insomnia’ sobresalen por sus texturas tétricas, logrando escalafones minimalistas e incluso progresivos, con una franja de grises fecunda entre punto y punto.


La madurez del trabajo aguantó las calamidades de la pandemia y las histerias colectivas de la Inteligencia Artificial. De cara a nuevos riesgos que se toman cuando el trayecto señala la flecha a un discreto examen de conciencia, las canciones de ‘Las Once Formas del Horror’ son fichas de un rompecabezas mayor: ‘La Trilogía del Miedo’.

¿Cómo explicar las bajezas del conflicto colombiano cuando los alegatos populistas han prostituido el tema a su antojo? Desde la tragedia griega, contemplando las voces de las víctimas, las que más duelen. Esta es la premisa de ‘1989: El año de los Horrores’, la futura apuesta de la agrupación por contar estas realidades tan melancólicas y lastimosamente vanguardistas. Con este cúmulo de ideas, Tenebrarum ya tuvo eco en el crucero internacional 70000 Tons Of Metal.



Sobre Joel Cruz

Su relación con el rock y la prensa independiente le ha permitido mirar la vida desde una atmósfera poética. Gracias a ella, los azares de la noche, el ladrido de un perro callejero, una copa de vino tinto y hasta un paquete de papas fritas tienen un lado B más interesante. Ha colaborado con sus reseñas y opiniones para medios alternativos de alta importancia en Colombia.

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