Vivan mi vida

«Hagan la prueba, vivan un día de mi vida»: Juan Rodríguez

«Ayer despidieron a 10 de mi turno. No sé si yo sea el siguiente. Imagine mi trabajo. Se lo recomiendo»

(Soacha, Cundinamarca, Colombia)

Por, Juan Rodríguez

Soy Juan Rodríguez. Vivo en Soacha. Soy un trabajador colombiano cualquiera. Invito a todos a imaginar un día de mi vida como empleado en Colombia. Tengo que sacar adelante a mi esposa y mis dos hijos, que pronto estarán con la incertidumbre de si estudian o trabajan para poder sostenerse.

Gano el salario mínimo como empacador hace 8 años, $ 908.500 pesitos. Mi esposa trae lo que puede haciendo trabajos de aseadora por días en casas al norte de Bogotá. Trae $40.000 diarios cuando hay trabajo, sin afiliación a ningún seguro.

Ella gasta diariamente entre dos a cuatro horas de su día, en un transporte que no da abasto y es muy inseguro. No hay semana que no vea atracos. Nos bendecimos todas las mañanas sin la certeza de vernos a la noche, porque entrar al barrio ya no se puede.

Mis dos hijos tienen la fortuna de un cupo en un colegio que queda lejos. No ha abierto ningún día durante la cuarentena. Cada salón tiene 45 a 50 niños, las clases las dictan maestros mal pagos y poco motivados, me cuentan mis hijos. Todos los años tenemos que lucharla y aprendimos a hacer la cola desde las 2, bien temprano, luego de que se quedaran un año sin colegio. «No hay cupo, nos dijeron» Quedarse en casa en la pandemia ha sido una bendición, porque ya les estaban ofreciendo vicio en el barrio. Con los vecinos nos quejamos con la Policía, pero nada ha pasado. Ahí andan los policías de cachas con los jíbaros.

Imagine todos los 25 de cada mes sin alcanzarnos la plata para cubrir lo del diario. Nos acostamos con hambre, las noches pueden llegar a ser terribles sin conciliar el sueño. Los pelados ya se acostumbraron. Prueben despertarse a las 3:00 a.m.

A las 4:30 sale ella, mi esposa, de casa para llegarle cumplida a su patrona. Regresa a las 7 u 8 de la noche. En la mañana yo los saco al colegio a las 6:00 por si no pasa transporte, alcanzar a llegar caminando. Tenemos salud, porque tengo un empleo. Pero haga la prueba de pedir una cita y que se la den para dentro de dos meses. Lo recomiendo. Y llega el día, ya no hay especialista.

Recomiendo que piensen en lo que es no saber qué enfermedad tiene uno, sufrirla todo ese tiempo y al día de la cita, que ya nadie la espere. Imagine que es su hijo el que está enfermo.

Tomamos el Transmilenio –‘Transmilleno– le dicen mis hijos. Les tengo que rogar que no se cuelen porque casi nunca alcanza para el transporte. Casi a diario ven atracos, y sufro ver cómo corren peligro.

Me levanto todos los días animado. Tengo un trabajo y agradezco al cielo. Ayer despidieron a 10 de mi turno. No sé si yo sea el siguiente. Imagine mi trabajo. Se lo recomiendo. Como no pude estudiar, hago la misma rutina hace seis años. Hagan la prueba. Imaginen que no tuvieron estudios.

Mi hijo mayor se va para el ejército. Es un alivio porque come como por dos. No sé a dónde me lo vayan a mandar. Con algo de suerte le consigo su cupo en el SENA cuando regrese, porque el ‘pelao’ es bueno para la electrónica. Pero dice que quiere ser ingeniero. El menor estudia juicioso a ver si me pasa en la Nacional, pero lucha con 30.000 aspirantes por 250 cupos el siguiente semestre. Ojalá que pase. Hagan la prueba, vivan un día de mi vida. Se los recomiendo.

El fin de semana que salimos a tomar un poco de sol, nos sorprendió ver que el terreno del famoso nuevo parque quedó hecho un peladero. «El contratista se robó la plata», nos dijeron.  Con los vecinos limpiamos un poco el campo y juntamos para unos arcos. ¡Tenemos cancha de fútbol! Recomiendo que deje de ir a su club por un fin de semana, y se eche un picado imaginario con nosotros.

Quiero que sepan que agradezco mucho a mi patrón. Él es un empresario. Pero no me vengan con el cuento de que «son ellos los que realmente le están poniendo el pecho a la crisis» ¿Acaso nosotros no se lo hemos puesto, no solo en pandemia, sino todos los días de nuestras vidas? Imagínelo. Se lo recomiendo.

Imagine amanecer por un instante en mi lugar. Olvídese de la educación privada que usted y su señora tuvieron y sus hijos hoy tienen. Olvídese de sus hijos bilingües. Olvídese de su plan de Medicina Prepagada. Llegue al fin de semana sabiendo que no tiene club privado. Que sufre en carne propia la maldita corrupción. Que su familia igual es feliz con un piquete en un potrero con los vecinos. Imagine que esa es la vida de los colombianos que tenemos el privilegio de tener trabajo.

Quiero expresar mi reconocimiento y sincera admiración a los empresarios que dan empleo. Sobre todo, quiero reconocer a los trabajadores que gracias a su trabajo le ponen el pecho a la vida sin los privilegios que muchos de nosotros contamos, y que tienen esas empresas funcionando. Quiero que sintamos empatía con el empresario, pero también con el trabajador, y con el desempleado colombiano. Porque sólo con empatía sacamos juntos este país adelante, y nos unimos todos en contra de la corrupción que le quita oportunidades a los más pobres.

Necesitamos igualar la cancha, ahora que vivimos tiempos difíciles. Necesitamos que a todos nos importe que mejore la salud, la educación, y el transporte y el uso del tiempo libre. Necesitamos exigirle a nuestros gobernantes. Hacer un frente unido contra la corrupción. Estamos a tiempo aún.

Ya se siente el estallido social y necesitamos hacer algo. Para todos los trabajadores, para todos los empresarios, para todos los colombianos. ¡Mucho ánimo!


Opinión enviada por redes sociales

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