Fotografía tomada de CRÓNICA (Revista mexicana)
(Querétaro, México)
Por, Ana Saavedra Villanueva
¿Quién no recuerda la voz de sus abuelos contando una historia? ¿Quién no tiene en la mente el rostro de algún maestro mientras emocionado compartía un cuento con la clase?
Y es que el poder de la palabra es uno muy grande, y en muchas ocasiones determinante. Dedicamos palabras a la gente que nos importa, el contarles historias. Es pues, una muestra de cariño. Así lo sabía el maestro Víctor Chi. Mexicano nacido en Yucatán, pero que siempre llevó a todo su país en su corazón y en su voz.
Dedicado a recopilar leyendas, experiencias, historias de todas las voces que quisieran acercarse a él y hablar desde su corazón. «Todos tenemos una historia que contar», decía el maestro Víctor; y vaya que no sé equivocó. Y él, para fortuna y regocijo de muchos corazones, contó muchas y muy buenas historias a todos los rincones por los que viajó.
La propia vida del maestro Víctor Chi es digna de un libro, de una película, de vivir en la mente de todos los que lo conocimos; pues de forma maravillosa ya forma parte de nuestro corazón. Pero, ¿qué acción realizó, tan importante, como para que la comunidad artística lamente tanto su partida física de este mundo material? La respuesta no es una, ni tampoco es simple. El maestro Víctor Chi hizo muchas cosas.
Para comenzar, fue un hombre íntegro en todos los aspectos de su vida. Un padre ejemplar, un motor para su comunidad, un amigo leal, promotor de buenos valores. Un alma generosa que siempre estuvo al servicio de una buena causa y de ayudar a cumplir un sueño.
Pero, además, conocía, gracias al ejemplo de su abuelo Martín Chi, el poder de la palabra. Y fue siempre un heredero digno al llevarlas como estandarte en todos los lugares que pisó. Salvó vidas a través de un cuento, cambió rumbos, dio sentido a existencias enteras y por tanto será recordado no solo en México, el país que lo vio nacer, sino en otros países que tuvieron la fortuna de escucharlo.
Lamentablemente la madrugada del 5 de enero del 2022 el maestro dio su último aliento en este mundo, dejando un vacío irreparable en el corazón de cientos de amigos que hizo en su transitar. Es difícil despedir a un amigo, es muy difícil decir adiós a alguien al que se le admira y le respeta. Es más complicado aún cuando a ese amigo fue alguien a quien todos a su alrededor querían ver brillar.
Pero no me queda duda de que el maestro Víctor seguirá cosechando todas las semillas que sembró desde niño en el sendero de su trayecto en esta tierra. Esos frutos los recogerán también en su nombre su bella familia que le sobrevive. Porque el maestro conocía bien el poder de las semillas, porque pudo disfrutar de sus frutos junto a su hijo Francisco, y porque nos enseñó con su ejemplo que es posible pintar el mundo de un mejor color.