Nos han vendido la idea de que el país lleva medio siglo de conflicto, pero lo cierto es que llevamos 237 años de guerra interrumpida apenas por brevísimos intervalos de algo vagamente parecido a la tranquilidad.
Por, Mateo Pizarro
En inglés existe el término Colombian necktie, que viene siendo algo así como “corbata colombiana”. Si usted es colombiano y se encuentra por primera vez con la expresión, quizás se extrañe un poco. Y tendría razón: la verdad es que la corbata no es un accesorio especialmente típico en nuestro folclor, por lo que es legítima la pregunta: ¿qué es lo que resulta tan colombiano de esta prenda? Quizás acudan a su mente imágenes de corbatas de distintos tipos, pero la corbata colombiana no es un tejido wayú para abrigar el cuello, tampoco es una versión ejecutiva de la manilla tricolor, ni es confeccionada en ninguna fábrica antioqueña. De hecho, esta “corbata colombiana” es más una actividad que un producto, y consiste en hacer un corte profundo en el cuello de una persona para luego arrancar su lengua y sacarla por la incisión, de tal forma de que cuelgue de la garganta, como una corbata. Nosotros, en Colombia, lo conocemos como ‘corte de franela’ y la práctica agarró fama por personajes como Sangre Negra, un guerrillero.
Ahora, si la violencia de nuestro país no ha acabado aún con su empatía, es probable que la barbaridad del acto le produzca indignación, rechazo, y, no es del todo impensable, que recuerde otras ocasiones de indignación: cosas como el collar bomba, la bomba del avión de Avianca del 89, el burro bomba, etc…. Podrá usted pensar: esto no es nada más que otra guachada de los narco-terroristas de las Farc.
Sólo que Sangre Negra es anterior a las Farc y a los narcos, y aunque era guerrillero, era un guerrillero Liberal.
Y claro que las Farc son culpables de cosas horrendas, pero la barbarie viene de mucho antes y esto no se trata de la guerra del momento o de los horrores a la moda en esta o aquella década; el tema de este texto es otro. Lo que me preocupa en este instante es más viejo que eso, lo que me preocupa es que Colombia nunca ha estado en paz, no realmente… nos han vendido la idea de que el país lleva medio siglo de conflicto, pero lo cierto es que llevamos 237 años de guerra interrumpida apenas por brevísimos intervalos de algo vagamente parecido a la tranquilidad. Me preocupa que, como la democracia, la paz es apenas un estado de excepción en nuestra historia. Me preocupa que es apenas para facilitar las cuentas que decimos que llevamos medio siglo de conflicto. Me preocupa que con medio siglo apenas y abarcamos la etapa más reciente de esta nación nuestra que es más un campo de batalla que un territorio nacional. Y me preocupa que las condiciones que han producido toda esta violencia siguen en pie.
El Conflicto comenzó apenas nos independizamos de los españoles, uno puede decir que nuestro primer acto soberano como república independiente por allá por 1812 fue armar una guerra civil (unos querían ser centralistas, otros federalistas… eventualmente aparecerían incluso quienes deseaban volverle a servir al rey de España u otro príncipe europeo… quizás recuerden eso de “La Patria Boba”). Ya para 1858 estábamos por la QUINTA (y aquí vale la pena detenerse un momento: nuestra historia tiene un capítulo que se titula: La Quinta Guerra Civil). Piense que ni Rambo ha participado en tantos encuentros armados.
Igual no crea que nos quedamos ahí: luego viene la Guerra Civil de 1876, que es seguida al poco tiempo por la famosa Guerra de los Mil Días. Después de eso vivimos uno de esos intervalos de relativa paz, mas no por ello de democracia. Y algunas décadas después, comienza la violencia entre conservadores y liberales, con lo que inician las actividades de Sangre Negra, quien contrapuso sus cortes de franela y corbatas colombianas a atrocidades de igual envergadura de parte de las huestes conservadoras y sus pájaros.
- Consulte: El General y el Cóndor (Revista Semana)
Lo extraño es que después de toda esa violencia se firmó una amnistía y los Liberales volvieron a entrar en la sociedad civil y el país no se destruyó, ni se volvió como Venezuela. Si acaso continuamos practicando nuestra colombianidad a ultranza, pues se juntaron Conservadores y liberales contra los antiguos compañeros de armas de estos últimos: los comunistas. Y los que se llamaban guerrilleros dejaron de serlo, tomando otros su lugar. Es desde ahí que comenzamos nuestra cuenta amañada de medio siglo que tan corto se queda para enumerar a todos los colombianos muertos a manos de colombianos. Tantos son que hoy en día no se puede hacer una represa sin con ello sepultar bajo las aguas alguna que otra fosa común, y eso nos parece apenas un impasse en el camino.
Algún historiador me dirá que me equivoco y que mezclo hechos históricos y bandos que nada tienen que ver entre sí, que una guerra es una guerra y otra guerra es otra guerra. Pero yo digo que es la misma. Que es la guerra del que no puede oír que otro piense diferente, la guerra de quien piensa que ni siquiera vale la pena hablar si no estamos todos de acuerdo de antemano; es la guerra más colombiana de todas. La misma que empezamos apenas dejamos de ser un virreinato. Esa guerra interminable que no contenta con arrebatarnos la paz de las manos, nos dejó además sin democracia.
Votamos, es cierto, y en ocasiones pareciera que tenemos separación de poderes, pero eso no es suficiente. Para que haya democracia tienen que haber distintas opiniones que se enfrenten por medio del diálogo. Y eso si no hay. La democracia NO ES un método por el cual un partido accede al poder e impone su visión. La democracia es un reconocimiento de que ninguno de nosotros tiene ni la más puta idea de cuál es, en realidad, el camino correcto para sacarnos del mierdero, que a veces acertamos algunos y otras aciertan los otros, y que todos los bandos la cagan más o menos por igual. Pero también supone que es por medio del encuentro constructivo de puntos de vista diferentes que podemos llegar a cagarla menos. Sólo que en nuestro país es difícil encontrar a alguien que esté dispuesto a reconocerlo, y todos tienen la certeza de que el equivocado es el otro. La tragedia de la UP, el collar bomba, los cortes de franela, y todas las muchas masacres, estos son los actos de hombres poseídos por certezas absolutas. A veces pienso que a nuestro país lo que le faltan son más dudas (y una reforma agraria).
- Consulte la Cartografía del Conflicto
Sin importar a quien siga, créame: su candidato la ha cagado, y hay que reconocer eso de entrada para ver si de pronto establecemos alguna semblanza de comunicación entre nosotros, o el futuro del país va a ser el mismo que su pasado, y de pronto un día volvamos a encontrarnos imágenes de personas a quienes les cuelga del cuello, como una corbata, su lengua silenciosa.
Por, Mateo Pizarro
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