Por, Luis Carlos Velasco Morales
La muerte se está paseando por los rincones de nuestra patria sin tregua, sin control, y estamos ahí mirándola por la ventana, permitiendo que haga de las suyas. Aun así, dice la constitución política de Colombia en su artículo 11 que El derecho a la vida es inviolable, pero ¿será que en un país como el nuestro eso es algo que tiene validez? ¿Nos acostumbramos tanto a la muerte que no importan las más de 220 mil personas asesinadas en la guerra de la historia reciente y las que siguen? ¿No interesan, acaso, los más de 50 líderes sociales asesinados en lo que va corrido del 2020? ¿O las miles de mujeres que mueren asesinadas por partes de sus maridos?
La vida en este país importa si se tiene cierto apellido o si la membresía del club está activa o simplemente si se es de un grupo político en particular. Sin embargo, con la llegada del COVID, que se ha llevado a más de 4.900 personas, la muerte ha puesto a temblar a los que por más que les cueste creer también se van a morir.
Ahora bien, comprender la muerte como la cesación o término de la vida es algo que hoy con las redes sociales y la accesibilidad a la información se podría llegar a revisar. Pues el efecto de las fakenews o de la facilidad de camuflarse detrás de una pantalla para insultar, difamar y crear realidades fantasiosas termina con el asesinato de la dignidad de las personas, de sus relaciones, de sus trabajos y hasta de la vida misma.
No es justo que la crueldad y el radicalismo de los que piensan distinto lleve a la destrucción del otro. La vida sí importa y no importa su sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
La vida en todas sus expresiones es sagrada y se debe respetar. Nadie, absolutamente, nadie tiene derecho a quitártela por más superior que se sienta.
Por eso, y ya para terminar, traigo el poema de la Maestra Patricia Ariza, que se titula TRAMPA.
Muerte,
no me lleves, quédate.
Yo te enseño
cómo hacer trampa
para que puedas disfrutar la vida.
Posdata: Un buen soldado lucha de pie hasta derramar su última gota de sangre.
Y a todo pulmón cito a Policarpa Salavarrieta “¡Pueblo indolente! ¡Cuán diversa sería hoy vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad!”.