Por, Las Letras del Poeta Ebrio
La luciérnaga no deja de dar vueltas sobre mi cabeza,
en el trance más tenaz de mi vida.
Al paso efímero del tiempo,
su luz vuelve fuego mis cenizas.
Su voz: una pequeña llama
encendida en medio de la nada.
La luciérnaga, su luz aún no se apaga,
la luciérnaga, se pierde en la nada.
Una luz forma su sombra por mi espalda.
Un amor convertido en odio,
un todo convertido en nada,
un siempre que quiere decir nunca
y una voz en silencio que aún la llama.
Un demonio llamado: “ella”,
yo: el ángel que en el infierno la espera.
La lluvia que apagó su fuego,
pero no borró su huella.
La luz que aún dibuja su sombra,
su fuego quema mi espalda.
Un ángel muerto que aún sangra
y aún en silencio la espera.
Una luz dibujó su sombra.
La luciérnaga: era ella.
Yo: acabo de matarla.