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La realidad paralela

«Voces a prueba de balas: activistas han sido asesinados en Colombia desde 2016, sus voces vivirán por siempre»

(Bogotá D.C., Colombia)

Por, Dolly Bernal

23 de mayo.  Medio Día

Hoy me vestí con la camiseta que me regalaron hace tan solo unos días, color verde esperanza, con un texto que dice: Voces a prueba de balas: activistas han sido asesinados en Colombia desde 2016, sus voces vivirán por siempre. Era la camiseta ideal, porque iba a participar en la marcha de los adultos en defensa y apoyo a los jóvenes que están dejando su vida en estas manifestaciones. Me colgué la mochila al hombro, con mi tarrito de agua y mis cigarrillos, me imbuí en mi burbuja y salí a la calle, el silencio que reinaba me molestó, pero no le di importancia.

Desemboqué a la séptima con 55 y me encontré con una ciclovía en activo, mi burbuja se agitó, miré hacia el parque de los hippies, unas cuadras hacia el norte, y allí no había ninguna concentración. Algo no andaba bien, pero no había problema, seguramente la concentración sería hacia el sur. Saqué un cigarrillo de mi mochila, lo encendí, y tomé rumbo hacia el sur, la plaza de Bolívar, era mi destino lógico, en el trayecto pasaría por tres puntos de concentración naturales y seguramente, en alguno ya estaría la marcha.

Mientras caminaba por la séptima hacia el parque, no podía dejar de sentir cierta irrealidad, la gente paseaba a mi alrededor como si se tratara de un domingo cualquiera, como si en el país no pasara nada. Seguramente desde la 39, parque nacional, las cosas serían distintas me convencí a mí misma y continúe el rumbo.

A una cuadra distingo el parque y mi burbuja se cierra bruscamente, no hay nadie, o sí hay, pero son paseantes, no marchantes, no hay banderas, ni pancartas. La culpa debe ser mía, salí muy tarde y la marcha ya debe ir camino al centro… seguramente a la altura del planetario. No desisto y continúo.

Desemboco en el planetario y mi burbuja es casi inexistente, ¿tan tarde salí? No tiene sentido. ¿Estaré soñando en mi cama con un domingo veraniego de cualquier año ya pasado? La ciudad que veo a mi alrededor no tiene sentido, Colombia atraviesa por un momento crítico, y yo sólo veo paseantes comiendo helado, en algunos momentos veo a un joven con la bandera colgada a su espalda, pero va solo y al igual que yo parece fuera de lugar, en medio de la tranquila cotidianidad de un domingo.

Atravieso la 26 y al entrar a la séptima peatonalizada, mi burbuja desaparece del todo, el espectáculo ante mi es el de los vendedores ambulantes apostados a lado y lado de la vía, los paseantes mirando productos y las arengas de “todo a mil…”, definitivamente esto es un mundo paralelo. Continúo caminando, pero ya no busco la marcha, solo deambulo intentando despertar, entender lo que me rodea.

Nada cambia, sigo caminando, paso la 19 y me siento un bicho raro entre esa normalidad, estoy desesperando, al llegar a la 12 una imagen me saca una sonrisa, una bandera ondea a los lejos, a la entrada de la plaza. En la plaza está la marcha, sí fue mi culpa, salí muy tarde, aunque lo demás no tenga sentido, es claro que en la plaza hay concentración, una pequeña burbuja se forma y camino con mayor soltura. Llego a la entrada de la plaza y encuentro la pancarta que buscaba desde el inicio:  #CuchiMarcha: de cabellos blancos y mentes lúcidas. El gobierno está violentando a nuestros jóvenes ¡ELLOS NO ESTÁN SOLOS!, me acerco para descubrir que no son más de 30 personas, pero en el interior de la plaza hay una concentración, no es muy grande, serán tal vez doscientas o trecientas, no soy buena para calcular, pero… las banderas de Colombia ondean y cantan algo que no alcanzo a entender, hay tarima. Ingreso a la plaza hay algo antinatural en la escena, pero ver las banderas me nubla, seguramente más tarde habrá más gente, es importante apoyar a nuestros jóvenes y que ellos sientan ese apoyo.

Alguien grita, “URIBE PARACO…” y un coro potente lo calla gritando: “CRISTO VIVE, CRISTO VIVE…”, mi burbuja estalla en mil pedazos, es una concentración religiosa y descubro qué estaba mal en la escena: las puertas de la catedral están abiertas de par en par. Esta plaza no es mi sitio, las casi 30 personas era todo. Siento un vacío en la boca del estómago, PERDÓN JÓVENES, una vez más les fallamos.

Abandono la plaza y tomo el camino de retorno, mirando esta Bogotá, capaz de retomar la cotidianidad como si nada pasara, no es la primera vez que lo vivo, pero es la que más me ha cascado. No sé si en otros sitios esta marcha se dio, espero que sí. Son las 4:00 p.m., llego a mi punto de partida en una Bogotá a la que no pertenezco.

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