En alianza con Laboratorio Amarillo
(Malambo, Atlántico, Colombia)
Por, Jorge del Río
Mientras se desvanece una canción vallenata en un estadero, aparecen silenciosas las figuras humanizadas de aquellas sobras olvidadas, envueltas en diversas telas. Sus pieles tapizadas con tizne y aceite negro, sus párpados parecen lentes blancos resplandecientes ante un sol inclemente. Un tinte rojo sangre es usado como enjuague por uno de los que interpretan la rebelión y la libertad a través de estos personajes de piel tiznada; sus dientes pigmentados, ahora hacen parte de una referencia histórica de nuestro amado San Basilio de Palenque. El público, un poco escéptico y desorientado, trata de interpretar el motivo de tan folclórica manifestación, otros, solo ven cuerpos envueltos en llamas tornasoles que bailan al ritmo del abandono.
Como si se tratase de un shofar, una papayera anuncia el inicio, de lo que sería una batalla por la visibilización y la dignificación de las tradiciones culturales; estos espíritus inquebrantables le hacen frente a la mano oscura que oprime y deslegitima la obra de quienes salvaguardan un tesoro inmaterial, le dan sabor y significado a la cotidianidad de un pueblo que se suma a esa larga lista de los saqueados por la corrupción.
Desde la iglesia de Santa María Magdalena, parten danzantes los diferentes grupos de comparsas malamberas, el asfalto castigando a los bailarines descalzos, quienes disfrazan el dolor con una sonrisa o una mueca distorsionada. Las paredes coloridas llenas de carteles políticos, como basura que promociona las tragedias que se avecinan. Es 6 de marzo de 2022, hay un ambiente azufrado en el aire, son los vientos nauseabundos del rastro que ha dejado los cierres de campañas al Senado y Congreso. Paralelo a esto, existe una contraposición por parte de algunos artistas del pueblo, en su mayoría niñas, niños y adolescentes, quienes, en medio de intimidaciones, exclusiones y abandonos, han decidido armarse nuevamente de guerreros, invocando con el deseo de sus corazones, a sus ancestros Mokaná y a los históricos y heroicos soldados malamberos de la libertad, quienes lucharon victoriosos al lado de Antonio Nariño y Simón Bolívar.
Con fuerza, avanzan, como quienes marchan hacia una guerra, en medio de bailes, alegrías y folclor, armados con el corazón desnudo y el deseo de que la administración municipal, les trate con dignidad y respeto, que les sea dado lo que por ley merecen; el presupuesto les ha sido robado, ellos se niegan a renunciar a su importante labor y tradición, es una lucha, una protesta ejemplar en la que vemos a un carnaval que esconde las lágrimas con algo de color y fantasía.
- Puede Interesarte: Alma del río, dolor y color
- Puede Interesarte: Fiestas del 6 de enero en Río de Oro: una mirada antropozoomorfa
Ese día Malambo se viste de cumbia, fantasía, marimondas, con baile al son de negro y papayera, morisqueteando a la realidad absurda que los ha mantenido en el olvido. Este pueblo atlanticense, que posee las tradiciones del segundo carnaval más importante del mundo, hoy grita con aquella fuerza que opaca los perifoneos políticos, ¡Estamos aquí!, y seguiremos luchando por nuestra dignidad.
Aún desconocemos esa Colombia que se desborda en los relatos que la violencia ha dibujado en una gran parte del territorio; pero, que logran reivindicarse a través del arte. Jorge del Río, con su mochila al hombro, en compañía de Rina, recorren el país para reconstrir la memoria a través de su trabajo.