(Ciudad de México, México)
Por, Eduardo Reyes González
Existe en nuestro territorio nacional, una clara y obvia separación clasista, la cual, como ciudadanos, inconsciente y conscientemente hemos fomentado en nuestro círculo social, seamos de “clase alta” o “clase baja”, nuestro origen, color de piel, rasgos o deficiencias físicas, posición económica y hasta formas de hablar, son determinantes para ser inferiores o superiores según el escrutinio de otras personas.
Es cierto que, en los momentos mas trágicos de nuestra historia, los mexicanos se han caracterizado por ser una sociedad solidaria y que se apoya entre sí, pero también es cierto, que los mexicanos tienen dentro de su humor jocoso, la tendencia de señalar en otras personas las diferencias que tienen comparado con el modelo de perfección social, esa perfección que nos hemos cultivado en nuestra cabeza, eso que llaman ser exitoso.
El parámetro que tiene el mexicano para ser exitoso es: tener tez blanca, ser alto, ojos claros, con una espesa cabellera, con un cuerpo fitness, obviamente tener una gran casa, autos de lujo, venir de una familia posicionada, solamente superficial y físicamente, deseamos una apariencia europea.
Y esto no es una exageración, nuestras redes sociales y comentarios ofensivos van encaminados hacia el indio, el gordo, el pelón, el negro, el marica, el puto, la marimacha, la feminista, el testigo de jehová, el oaxaco, la esperancita, los yalitzios, el pinche pobre, el priista, el morenista, el americanista, el chivista, los prietos, las prietas, los tepiteños, los gordos, el asalariado, el godín y esto puede trasladarse a otras regiones del país según sus propios parámetros de división social.
Y eso sale a relucir cuando una persona no piensa igual que tú, tiene otra religión, le va a un equipo de futbol diferente, si es de alguna secta religiosa “rara”, cuando sé es afín a tal partido político, cuando te enfrentas a algún empleado de una condición “inferior”.
Hemos de dar gracias a los medios digitales y aplicaciones fotográficas por tener filtros necesarios para vernos mas blancos en las fotos, mas presentables, para que por medio de un buen encuadre podamos tapar las carencias de nuestra casa y vernos bien, en poner unas cajas con marcas de ropa conocidas y vernos de “la alta”, gracias a ellos por enaltecer la vida del narco o del político con grandes adquisiciones, tirando el dinero en el piso, teniendo felinos que presumir.
Y si a algún mexicano le preguntamos qué piensa de esto, la mayoría dirá que es sólo para pasar el rato, que así se lleva con la gente, que son normales estos tipos de comentarios, que somos banda, «el que se lleva, se aguanta». Pero, qué pasa cuando vamos en la calle o al súper y tenemos algún altercado con alguien, lo primero que hacemos es ostentar nuestra posición económica, tratar de humillar al de enfrente, esa ya es nuestra forma de defensa.
En nuestra vida común, en nuestro día a día, como sociedad, no hemos sido capaces de germinar, un trato justo entre nosotros, el sólo hecho de pensar de opinar diferente es una ofrenda hacia la persona, sólo con mirar algún hilo de conversación en Twitter o Facebook, nos podemos dar cuenta que es más divertido el insulto, que el aceptar la opinión contraria, como sociedad, no somos capaces de tomar esta información como retroalimentación, como aprendizaje, siempre nos ponemos a la defensiva.
México tiene una incapacidad para reconocer las desigualdades que viven los indígenas, afromexicanos, migrantes y personas de tez morena. Nos cuesta tanto trabajo aceptarlo, nosotros queremos ser del norte, queremos irnos al norte, no queremos ser del sur.
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Y esto sucede en un país donde la mayoría de la población son morenos, un cuarto de la población tiene raíces indígenas y además hablan alguna lengua autóctona, en nuestro país también es prejuicioso el que una persona tenga algún acento vocal diferente, sea de la región que sea, siempre se le hace menos.
El ser indígena es ya un sinónimo de pobreza y una de las formas más despectivas y racistas que tiene nuestra población, es señalar a alguien como pobre es de lo más hiriente. El indígena mexicano que mayormente vive en la pobreza, no cuenta con trabajo fijo o justo, no tienen acceso a una vivienda digna y además no han tenido la posibilidad de acceder a educación de calidad. Nuestras carencias las volvemos un lastimoso insulto.
El mexicano tiene poca tolerancia a lo que es. Cierto que tenemos muchas carencias económicas y sociales, pero tomar estas como una forma de humillar, de reprimir y de rechazar, habla de una falta de moral muy alta. «Es que no quiero ser jodido», es una de los argumentos implícitos, cuando lo jodido representa a una gran parte de la sociedad, no hay nada de congruencia con este mexicano, que ante la adversidad suele salir adelante.
Debemos dejar de promover estas prácticas raciales y clasistas en nuestra sociedad, es fundamental para cambiar nuestra vida y sobre todo avanzar como sociedad.