«¡Ah! No olvide —me dijo—, tiene que resaltarle el pequeño bigote y el mechón sobre la frente»
(Bogotá D.C., Colombia)
Por, Jorge Osbaldo
Fredo, el soberbio admirador de Adolfo Hitler y sus huestes racistas, se imponía frente a mí portando con orgullo la esvástica, esa “santa” cruz gamada que incentivó el ánimo bélico y dejó millones de muertos.
Terminado su saludo marcial con apretón de manos, y mientras él se enfocaba en los títulos de mi pequeña biblioteca –en especial un libro, el famoso Mein Kampf–, lleno de curiosidad, en un instante recorrí su imagen.
Ya nada de aquella melena que le cubría la espalda. Ahora, rapado, mostraba cráteres de acné y un par de feas cicatrices en forma de X. El uniforme compuesto por el imperante negro de un overol, una chaqueta bombacha y un par de botas militares con cordones rojos, le daba aire de huérfano asistiendo a su propio funeral.
Así lo miré sin profundizar tanto en su demacrado aspecto. Él, por su parte, tratando de sacar pecho para igualar con su joroba, me miraba con imponencia, hermético, sin permitirse mostrar una sonrisa.
Mi amigo Fredo, o mejor, el converso neonazi, por así llamarlo, había venido a mi casa con solo un propósito: pedir que le dibujara a su poderoso dios antisemita.
—¡Ah! No olvide —me dijo—, tiene que resaltarle el pequeño bigote y el mechón sobre la frente. Lo más pronto posible, por favor —continuó imperativo elevando la voz—. Quiero tenerlo en mi cuarto para contemplar su recia figura. Usted es práctico en dibujo y no dudo que mi Führer quedará de maravilla inyectando poder con la mirada. Sí, ¡poder, poder! Y más ahora que ha llegado el momento de volver a purificar el mundo.
—Y, ¿cómo?… —le pregunté lo más intrigado posible.
—Operación limpieza —respondió—. Cero judíos, negros y eslavos. Cero indios, indígenas y demás pieles marchitas. Cero alcohólicos, fumadores, marihuaneros, drogadictos, homosexuales, bisexuales, prostitutas, feministas, lesbianas. Cero fanáticos de Cristo, Mahoma y el Buda. Cero otras religiones y esotéricos vanos. Cero enfermos que duren más de tres meses en cama. Cero discapacitados, calvos, obesos y anoréxicos. Cero damas y caballeros salidos de las clínicas de estética. Cero cuerpos moldeados en gimnasios. Cero viejos amolados por la gota. Cero poetas, filósofos cínicos, activistas, vagabundos, pordioseros, lunáticos, débiles. Cero enanos que no cumplan la estatura de un metro setenta y ocho para arriba. Cero ojos oscuros y bocas agrietadas.
Acabada su extensa lista, sentí algo de alerta y, dándole por un momento la espalda, lo primero que hice fue ocultar el regalo de mi novia: una estrella de David que colgaba de mi cuello. Luego, tratar de enderezarme, estirar mis músculos hasta donde no más, porque aparte de otras cosas en la lista, me encontraba entre los desafortunados de un metro setenta y ocho para abajo.
Como el neonazi había quedado en silencio acariciando Mein Kampf, hallé oportuno soltar un poco la tensión de toda limpieza global que se llevaría a cabo y le lancé una pregunta sobre su ideología anterior, su gran pasión: el gnosticismo.
—Cero gnósticos —dijo y pasó el dedo índice por el lomo del libro.
El año pasado, justo en esta misma fecha de mediados de octubre, mi amigo, el ahora portador de la esvástica, dejando el ateísmo, se había convertido en un ferviente católico devoto de todos los santos y santas. Luego, unos meses acá, resultó que ya no era católico apostólico y romano, sino un gnóstico canalizador de energías en medio de ruidos y mantras, por lo cual perdió su matrimonio, pues su esposa quería sin falta de domingo a domingo, asunto contrario en él, que defendió su postura de solo dos veces al mes con los jueguitos de sexo, y no en otros días sino martes y viernes, a las dos de la tarde, con sábanas azules y hacia el norte.
—Cero gnósticos —repitió. Y con el cero, pasó a incluir a una prima suya emparentada con políticas de izquierda, a unos metaleros, raperos y reguetoneros que merodeaban por la cuadra de su casa. Ceros como arroz, y terminó por nombrar a quienes no llevaran los zapatos lustrados, a los que vendieran eucalipto para hacer sahumerios, a quienes les hubiera dado el Covid, a los manifestantes que duraran más de media hora con sus pancartas en las calles, y a los campesinos que no se ducharan, al menos, una vez al día.
Por fin, asegurándole que pronto tendría el rostro de Hitler dibujado con los mejores lápices y bien enmarcado, el consolidado defensor de la raza aria, con palabras de: “En tres días vengo, le pago y me llevo el encargo”, dio un golpe de bota con bota y se despidió.
Trabajé en el compromiso lo mejor que pude, más lápiz al bigote y al mechón, una suave línea para acentuar otro poco la mirada y, al llegar la noche, ya estaba listo en su dorado marco.
—¡Heil Hitler! —dije. Pero luego venciendo el magnetismo de la frase y su contenido, mejor pensé en el exorcismo y me eché la bendición.
Fiel a su palabra de: un día, dos días, tres días, mi amigo Fredo regresó. Me mostré entusiasta, pues aparte de ganar puntos para evitar la lista negra…, ya contaba con el pago del dibujo, pero… ¡Oh sorpresa! Del maletín que ahora portaba, en lugar de dinero, brotaron dos revistas: Atalaya y Despertad. Luego, mientras me decía: “Ni me lo muestre, elimine pronto ese demonio de su vida”, abrió una de las revistas y comenzó por predicarme sobre la ilustración de un león vegetariano que, mientras era el gatito de juego de unos niños, devoraba un racimo de uvas en el reino de Jehová. Decepcionado, bajé la mirada y pensé:
“Esas botas militares de cordones rojos —todavía la evidencia del peligro que se avecinaba sobre el mundo—, no le combinan con la corbata azul de rayas blancas, ni poquito con el color vaca Holstein de su maletín peludo, y menos con el color mostaza de su raído traje de gala”.
Jorge osbaldo
Ganador Primer Puesto en Cuento, Crónicas barriales Localidad de Kennedy 2011. Ganador Mención de Honor del Primer Concurso Distrital de Cuento, Dramaturgia y Poesía 2011, promovido por la Biblioteca el Tintal-Biblored bibliotecas públicas.
Ganador Premio Concurso Nacional de Novela Corta, Universidad central de Colombia 2014, con la novela: A un paso del salto.
Ganador segundo puesto Internacional y primero por Colombia, Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales 2018. 32 países participantes, 2046 cuentos. Cuento ganador: Carita manchada de tierra.
Publicados algunos de sus cuentos y microficciones en La revista latinoamericana La raíz Invertida. Revista Puesto de Combate 2018, 2020 y 2021. Centro Cultural Tina Modotti 2019. Fanzine Andante, Voces y Trazos 2019. Revista chilena Brevirus 2020. Revista peruana Plesiosaurio 2021.
Libros publicados
- Voces y piedras: Microcuentos. Primera edición, 2008.
- Madera de Árbol: Microcuentos poéticos. 2012.
- Una burra de ojos verdes. Novela. 2017.
- El antifaz de las máscaras: Espínodos-Aforismos. 2017.
- 9 Difuntos: cuentos. 2019.
- Voces y piedras. Segunda edición. El taller Blanco Ediciones 2019.
- La mujer de rojo: Dramaturgia. El Taller Blanco Ediciones 2020.
- Antorchas: Minificciones. Editorial Fundación Renascentro 2021.
- Vándalos: ‘Micro’-realidades. El Taller Blanco Ediciones 2021.