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Revista Semana: la puta de Babilonia del poder colombiano

«En el baúl de la vergüenza quedaron sus cuatro Premios Nacionales de Periodismo Simón Bolívar»

(Bogotá D.C., Colombia)

Por, Andrés Angulo Linares

Mientras las calles han sido invadidas diariamente desde el pasado 28 de abril por la dignidad y la resistencia vestidas de marchantes, protegida por el privilegio que le otorga dedicar su oficio a rendirle culto abnegado al Gobierno, se encuentra ella, Vicky Dávila, sentada al frente de un monitor, destilando en cada una de sus líneas el veneno de sus pensamientos.

Su más reciente editorial, Gustavo Petro, ¡Basta ya! –diez hojas de verborrea carente de criterio–, la periodista da rienda suelta a una catarsis emocional señalando a Gustavo Petro como el líder de la movilización social. Para ella, referente –o mejor– estrella del periodismo colombiano, el senador y otros representantes de la oposición, son los únicos culpables de que millones de personas hayan encontrado en las calles el canal para hacer sentir su indignación. ¡Diez hojas!, en las que la señora Dávila, entrega por completo su ética profesional.

Quizás la periodista encuentra en la figura de Gustavo Petro el fetiche en el que desahoga el sentimiento que debe suponerle el verse rodeada y salpicada de la inmundicia de una clase a la que ella pertenece, la misma a la que ha decidido entregarse como vasalla carente de autonomía y pudor, para defenderla línea por línea, a cambio de sostener la posición de la que goza al frente de la dirección de Revista Semana, medio que otrora, por lo menos intentaba un ejercicio decente del periodismo.

Dávila, en sí misma, dibuja el rostro triste de aquel individuo que, teniendo la posibilidad de trazar una historia digna de ser escrita, prefirió entregar su ética profesional y vender un oficio que debería ser sagrado, hasta degradarlo por completo junto con su propia imagen. Ausente de consciencia, ajena de toda humanidad, ha servido al poder como la ramera que se exhibe por unas cuantas monedas y uno que otro privilegio.

«A simple vista, todo lo que ha dicho Petro es claramente una exageración o una mentira», afirma Vicky en la editorial publicada hoy, 22 de mayo de 2021, con la vehemencia y la falta de decoro que la caracteriza. Ausente de la realidad que se respira en las calles –donde debería estar el periodismo–, niega toda responsabilidad del gobierno de Duque y de las autoridades en las movilizaciones ciudadanas, y señala al senador de la Colombia Humana como el principal agitador de masas que quiere derrocar a un presidente, según ella, elegido en un ejercicio transparente de democracia.

La falta de análisis en cada una de sus afirmaciones a lo largo de la extensa editorial, permite identificar una intención de encubrir lo que en las calles está pasando. Vicky, en su afán de garantizar las monedas que recibe Revista Semana por parte del Gobierno con el fin de lavar su imagen, incendia los ánimos del pueblo que se manifiesta en las calles y que no ve, en la mayoría de los medios masivos, un ejercicio crítico en el marco de movilización.

La falta de criterio de Revista Semana, de Vicky Dávila –directora desde septiembre de 2020– y de una parte de sus columnistas, ha desnudado la pobreza y mediocridad del periodismo ejercido desde los grandes medios de comunicación del país. No existe, en la mayoría de estas empresas, una intención por acercarse a las calles ni escuchar a los manifestantes. Detrás de un micrófono o detrás de un monitor, sirven únicamente como caja de resonancia de la propaganda estatal.

El periodismo, a lo largo de nuestra historia, ha acumulado una gran deuda con la sociedad; durante décadas los medios de mayor alcance han estado ausentes de las múltiples realidades de los territorios; año tras año se han convertido, por acción u omisión, en cómplices del deterioro de Colombia.

Mientras afuera de la comodidad de su hogar, oficinas o estudios de emisión, el país poco a poco se desmorona entre las llamas y la sangre –en su mayoría de jóvenes manifestantes–, los periodistas más reconocidos del país posan como analistas y desde una cumbre intelectual de la cual presumen, narran el fragmento de la historia que resulta a fin a sus intereses o, lo que es peor, describen una ficción carente de sentido, como lo hizo hoy Revista Semana, orgullosa de convertirse en la meretriz del poder.

Vicky Dávila, próxima a cumplir 48 años de edad y con casi tres décadas de trayectoria en los medios de comunicación, ha visto con el correr del tiempo cómo su imagen se ha degradado a hasta el punto de convertirla en ejemplo de lo que un periodista jamás debe hacer en la función de un oficio que debe procurar la búsqueda de la verdad y la mediación entre el Estado y la sociedad.

Nacida en Buga, Valle del Cauca, Vicky Dávila ha estado ajena a la violencia ejercida por parte de la Fuerza Pública o con la complicidad de esta, hacia los ciudadanos que se han volcado a las calles de Cali y de municipios aledaños durante 25 días en los que se ha extendido la movilización.

Atrás quedó sepultada la época en la que Vicky –hoy directora de Revista Semana– se ganaba la vida cantando para apoyar a su mamá; atrás quedaron los años en los que fue reportera y la realidad se descubría ante sus ojos; en el baúl de la vergüenza quedaron sus cuatro Premios Nacionales de Periodismo Simón Bolívar. Ella no es la misma, y su imagen, como la de Dorian Gray, ha venido quebrantándose frente a sus ojos.

Desgastada y –quizás– sin asomo alguno de vergüenza , una desgastada Vicky Dávila mancilla una vez más el noble oficio del periodismo; inteligente y mezquina, provoca de manera intencionada el odio de la sociedad, con el objetivo de justificar futuras y degradantes acciones por parte de la Fuerza Pública en contra de los manifestantes.

Pobre Revista Semana, está relatando la decadencia de su propia historia: La puta de Babilonia del poder colombiano.


Fotografía tomada, curiosamente, de Revista Semana: https://www.semana.com/

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