- Capítulo anterior: Jadeos y susurros
―We both lie silently still, in the dead of the night…
―Hola, Jaz. ¿Qué haces? ―Pregunto sin que logre llamar su atención.
Hasta aquí logro oír la canción que está escuchando y que susurra con los ojos cerrados. No ha notado mi presencia y la ansiedad que me provoca la decisión de sentarme cerca de ella en las gradas de la cancha del colegio me está volviendo mierda. Es difícil no sentirme como imbécil; pero, ya estoy aquí.
―Hola, Jaz. ―Insisto mientras le toco el hombro.
Escuchar música es un ritual para ella. Todos los días, a las diez de la mañana, durante 30 minutos, es una sola con su teléfono. Me inquieta ver cómo corre su cabello mientras se pone los auriculares y elige la lista de reproducción que será la banda sonora de su solitario descanso, al tiempo que deja caer nuevamente sus mechones crespos sobre su rostro. Desde que comencé a fijarme en ella, siempre me ha dado miedo invadir su espacio; pero, hoy no vino Gloria al colegio, creo que está enferma, y el día, para irrumpir su espacio y decirle que en cada canción encontrará algo de mí, es hoy.
―¡Pelmazo! Eres más cursi que Gloria. ―Me increpa el escarabajo―. Me das asco.
―¡Cállate, insecto!
―Was it something I said or something I did. Did the words not come out right―. Continúa cantando Jazmín, mientras levanta la cabeza, abre los ojos y me sonríe.
Su sonrisa me envuelve y acaba conmigo. Los hoyuelos de sus mejillas se definen más que de costumbre a medida que canta en voz baja. Su boca y esa mueca que se marca alrededor de ella, me invitan a sumergirme en sus labios y a besarla.
―Bésala, bésala, bésala―. Insiste el escarabajo.
―¿Qué ha…?―. Intento preguntarle a Jazmín.
―But I guess that’s why they say…―. Sigue cantando mientras alza un poco la voz.
―«¿Qué haces?», «¿qué haces?». ―Me pregunta el maldito y continúa con su reclamo― ¿Qué esperas que te responda?, ¿que está recogiendo flores en el campo, pelmazo?
«¿Qué me pasa?», me pregunto. El insecto tiene razón. Soy un pelmazo y Jazmín acaba conmigo sin necesidad de esforzarse.
Es una chica extraña. A diferencia de la mayoría de nuestros compañeros, se inclina por el Rock. A diferencia de todos los mocosos que la rodeamos no parece adolescente. Está adelantada a su edad; aunque sus gustos la aten a una generación a la que no pertenece, pero que habita en ella de alguna manera.
―Every rose has its thorn, just like every night has its dawn ―. Sigue con su improvisado concierto.
No canta mal. Nada en ella lo está. ¡Cómo me gusta! ¡Cómo me vuelve mierda! La miro detenidamente, ella también lo hace; pero, a diferencia mía, su atención está puesta en algo más… en alguien más que no soy yo.
«Dime, Jazmín, ¿a quién le cantas?» Pienso.
―A ti no es, eso es seguro. ―Replica el escarabajo―. Tú no mereces una canción.
―¡Cállate! No te metas, pendejo. ―Le respondo al insecto.
―I listen to our favorite song playing on the radio. Hear the DJ say loves a game of easy come and Easy go.
Saco mi mano derecha del bolsillo del pantalón, para intentar buscar su mano y apretarla. Me corresponde. ¡Me corresponde! Bueno, no como yo quisiera: con nuestros dedos entrecruzados y mirándonos a los ojos mientras acercamos nuestras bocas; pero, algo es algo.
―Eso, vete acostumbrando a las migajas que ella dejará caer de su mesa―. Me dice el insecto.
¡Cómo duelen las palabras del maldito hijo de puta! Son puñaladas que atraviesan y rasgan la piel. Pero, imaginar que algún día cantará para mí, me hace olvidar lo idiota que soy.
Jazmín mueve su cabeza con más fuerza, mientras aprieta mi mano y cierra los ojos. No le importa que yo… que mi mano esté sudando. Estoy nervioso. ¡Mierda! Su mente, definitivamente, está en una gran tarima de un gran estadio que grita su nombre, mientras ella rasga la voz y se contorsiona con cada acorde. Y yo… yo estoy a su lado, detrás de una guitarra, siendo su mejor complemento, siendo su alma gemela.
―BUT I WONDER DOES HE KNOW. HAS HE EVER FELT LIKE THIS―. Canta con más fuerza, sin importar que algunos metiches ya nos estén mirando.
Por un instante imagino que el viento mueve su pelo en cámara lenta, mientras el público grita eufórico. Imagino cómo nos besamos después del concierto, en cualquier lugar del mundo, en un cuarto de hotel cualquiera. Imagino cómo su pelo negro crespo se mueve en cámara lenta mientras cabalga desnuda sobre mí.
―¡Bésala, bésala, bésala, maldito infeliz! ―Me pide el escarabajo―. Es ahora, mocoso.
Estoy fuera de mí. Mis manos están cada vez más sudorosas y el temblor de mis piernas se ha extendido hasta mi boca. Poco a poco intento acercarme más. No me importa que nos estén viendo y que mañana algún sapo le cuente a Gloria cuando regrese de su incapacidad. Estoy a unos cuantos centímetros de su boca… ¡Dios!
―And I know that you’d be here right now. If I could…
―HAVE LET YOU KNOW SOMEHOW, I GUESS―. Interrumpe Martín de repente.
«¡MALDITO, HIJO DE PUTA!» Pienso.
―¡Ay! Hola, Martín―. Responde Jazmín sorprendida.
Su rostro se sonroja con la misma velocidad con la que se quita el auricular derecho para responderle al profesor. Yo también me sonrojo, pero yo quiero romperle la cara a Martín, quiero gritarle que se vaya a la mierda, que no interrumpa; que este momento es de dos y él no tiene cabida aquí.
―Veo que Felipe te tiene bastante entretenida―. Dice Martín, al tiempo que sonríe de manera irónica.
―¡Noooo! Ja, ja, ja. Nada que ver, Martín. ―Responde Jazmín cada vez más sonrojada―. Esa canción me fascina.
―Es un temazo. ―Replica Martín, a la vez que simula tocar una guitarra.
―Esto tuvo que haber dolido, pelmazo. «¿Nada que ver?»―. Susurra el escarabajo.
―¡Cállate, cállate, por favor! ―Le respondo e intento disimular la ira y la frustración que me consumen en este instante.
―¿Y usted qué, Felipe? ¿Aprendiendo de buena música con Jazmín?― Me dice Martín, mientras me da una palmada fuerte en el hombro y me mira de manera retadora.
―Je, je, je. Sí, sí… profe―. Respondo de manera tímida y agacho la mirada.
Si la palabra “Incomodidad” no existiera, hubiese nacido en este instante. Jazmín me soltó la mano apenas escuchó las palabras de Martín. Su rostro cambió. Ahora lo mira a los ojos. La mueca del lado izquierdo de su boca, ¡esa maldita mueca!, se convierte en una leve sonrisa que expresa sensualidad y ternura. Cuánto quisiera que el escarabajo acabara con mi existencia ahora mismo.
―Aún no es el momento, Felipe. ―Me dice el insecto.
Desde aquella ocasión en la que Martín salió corriendo de clase intempestivamente, ha estado un poco más cercano a Jazmín. Socializan un poco más y, por lo visto, a ella no le es indiferente.
«¿Por qué putas tenía que llegar Martín justo en este momento?» Pienso.
Qué manera de aterrizar a la realidad! Por un instante, pensé que sería capaz de besarla, aunque eso me hubiese causado muchos problemas con Jazmín…
―Y con Gloria si se hubiese enterado, baboso―. Dice el escarabajo.
«¡Maldita sea, Gloria! Solo espero que no le cuenten que estuve con Jazmín». Pienso.
―Chao, ‘Pipe’. ―Se despide Jazmín―. Nos vemos luego.
―Chao, pelao. ―Se despide Martín.
Mientras se alejan, los escucho cantar a capela y al mismo tiempo: «Every rose has its thorn».