No importa si usted es el Presidente de la República, el Gobernador, el Alcalde o la secretaria, si es funcionario público le dirán “doctor”, así que no se afane en estudiar cuatro o cinco años para lograr este título, si trabaja para el Estado, allí este título es gratis.
No importa si usted es el Presidente de la República, el Gobernador, el Alcalde o la secretaria, si es funcionario público le dirán “doctor”, así que no se afane en estudiar cuatro o cinco años para lograr este título, si trabaja para el Estado, allí este título es gratis; pero si usted es uno de los que emplea esa palabra para buscar que un funcionario lo atienda, o para parecer “educado”, le sugiero, conozca el significado esta palabra; porque tiene su raíz en el latín “docere”, que significa que enseña, o ha sido enseñado, incluso, que tiene la disposición para aprender, así pues, pregúntese si aquella persona a la que ha llamado doctor, realmente muestra la sencillez para ser enseñado. Las respuestas las dejo a su criterio.
El doctorado es uno de los últimos niveles académicos que puede alcanzarse en una universidad, aunque después de ese título, bien podría seguir estudiando y obtener un postdoctoral, lo cierto, es que los doctorados están hechos para formar al estudiante en investigación, por ello, muchos de éstos son de dedicación exclusiva y tan solo se les permite trabajar unas cuantas horas para la institución que los educa.
Colciencias señala: “La cantidad de doctores graduados en un país es el reflejo de sus capacidades instaladas para llevar a cabo labores de investigación y desarrollo y para formar talento humano para realizarlas”, sin embargo, la institución que más apoya la educación superior para postgrado está a punto de desaparecer, debido a la falta de apoyo por parte del gobierno nacional, ¿Triste, no? y ¿por qué? muy sencillo, la distribución del PIB está enfocado a un problema llamado corrupción, por ello, a mayor número de doctores, menos posibilidades de ser manipulado políticamente, pues éstos se convertirían en voceros de un pueblo, claro está, si ellos así lo desean.
Por tanto, no es lo mismo dirigirse a un doctor, que a alguien que le llaman así, solo por cordialidad, aunque esto no desmerita ni acredita en nada a ambas personas, la diferencia radica en el recorrido académico e investigativo de cada quien, aunque esto los significa, son decisiones y oportunidades presentadas para alguien; y a ¿usted le da temor llamarle por el nombre a alguien que viste de corbata y smoking, solo porque es su padrino político, la persona que lo va a ayudar a conseguir un trabajo en alguna institución del estado, o su jefe?
Lo que es muy cierto, es que el país ha incrementado la cantidad de doctores graduados, para la fecha, 8 veces más que en la última década, esto significa que para el 2014, se graduaron 390 doctores, es decir, 8,2 personas por cada millón de habitantes, según datos del Ministerio de Educación Nacional.
No podríamos compararnos con el tío Sam, Estados Unidos, que gradúa aproximadamente 200 doctores por cada millón de habitantes, mientras la India, lo hace con 20,2 doctores graduados por cada millón de habitantes, seguir con la cifra por los países nórdicos, en la que toda la educación es gratuita, tendría usted la oportunidad de sacar un pañuelo, y llorar muy seriamente la precaria situación educativa del país, debido a como los políticos emplean sus estrategias para evadir, este importante tema; para quienes tenga la oportunidad, es hora de iniciar este proceso académico con seriedad, y que aquellos que logran visualizar de manera ética el panorama nacional, sean quienes estén en el poder, y no la ‘doctoritis’ que, aunque, la riqueza natural de la nación es todavía un colchón económico considerable, se continúan presentando escenas de bellos durmientes en el honorable Congreso de la República de Colombia.
Es una verdadera lástima que los “doctores” que gobiernan desde el Capitolio Nacional no desarrollen las funciones por las cuales fueron elegidos, con ética y carácter social, pese a tener un sueldo 40 veces mayor al de un trabajador promedio, las cifras no mienten, y exagerados beneficios económicos tampoco, lo que es característico de la cultura colombiana es opinar en la mayoría de las ocasiones sin mayores argumentos, estoy segura que refutarán cualquier idea ya que la pasión que despierta la política en cualquiera de nosotros tiene un rayo revolucionario, así solo se manifiesten en discusiones y planteamientos en una tienda tomando cerveza, en un partido de fútbol o desde Facebook.
Volviendo al tema, los ministerios, las alcaldías y gobernaciones o los centro de salud, seguirán sufriendo las primiparadas de personas a cargo que no cuentan con formación alguna, Colombia ya no está para ensayos de prueba y error, esto no es un lote para detonar bombas, es una nación que merece respeto y calidad en los procesos de quienes desarrollen actividades de funcionario público; entonces, la ‘doctoritis’ es una enfermedad de índole social que alimenta el ego de quienes son apadrinados por el político de turno, pues es hora de que, a través de su madurez ciudadana, se inicie el proceso de llamarles por el nombre, para algo se esforzaron los padres de estos con el notario cuando lo registraron, o los más tradicionales que hicieron fasta fiesta de bautizo.
Este es un país, con necesidades básicas descubiertas, el absurdo incremento del IVA, una inversión social ausente, poco le interesan a los gobernantes la educación, la vivienda y la salud, entre otros aspectos muy cotidianos, pero bastante olvidados, y como pronóstico de la brillantez intelectual colombiana, llegará otro presidente que nombre otros genios y la mayoría de los ciudadanos tendremos que asumir las consecuencias de esta clase de ¡experimentos!, así que usted podría tener dos opciones, la primera hacerse un doctorado, según sus posibilidades, o dejar de llamar doctor a aquellos que no lo son, ¡Acuérdese!, doctor es aquella persona que tiene la disposición de aprender y ha recorrido un amplio sendero con aras de explorar el mundo del conocimiento, con más disposición y humildad.
Por, Carolina Vargas Vanegas
carolinavargas@rugidosdisidentes.co
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